domingo, 18 de noviembre de 2012

LAS CUMBRES IBEROAMERICANAS DEBERÍAN TRASCENDER LA MERA RETÓRICA




La Cumbre Iberoamericana que se acaba de celebrar en la ciudad española de Cádiz ha retomado el pulso de las cumbres iberoamericanas –que en las últimas ediciones mantuvieron un nivel plano-, pues se ha ejercitado la diplomacia española al punto de reactivar el liderazgo político y moral de España sobre las naciones iberoamericanas.
Este evento bajo el patrocinio español podemos calificarlo de casi exitoso, especialmente  si lo comparamos con otras ediciones de los últimos años en que se rozó el fracaso por la disgregación de líderes sudamericanos y el escaso celo de la diplomacia española de entonces. Pero ya va siendo hora que se plasmen en proyectos estables de desarrollo común y abierta colaboración, más allá de la mera retórica que las acompaña.
En esta edición han estado representados a nivel jefes de Estado o primeros ministros, casi todos los países integrantes de estos eventos, con la excepción de Cuba –en proceso de inestabilidad sucesoria del régimen de Castro-, Venezuela –con las conocidas dificultades de salud del presidente Chávez-, y Argentina –como probable protesta por el affaire de los gobiernos argentino y español en el caso de Repsol e YPF-. Lo que no parece sea obstáculo a considerar exitoso el desarrollo y las conclusiones de la cumbre.
La edición gaditana de estas cumbres ha sido un excelente escaparate de España al mundo, reflejando –que por encima de las graves dificultades de la crisis económica- nuestro país aún conserva un gran potencial de crecimiento económico y social, lo que desde el lado sudamericano se ha entendido convenientemente como una invitación a intensificar la cooperación económica y política de los países participantes. Quizá sea una obviedad que casi siempre se afirma, pero no siempre se llega a desplegar totalmente en el orden práctico.
Sin embargo, en el momento presente en que EEUU está en una situación de inestabilidad económica, y Europa se encuentra sumida en una grave crisis económica que amenaza con el futuro de la UE por el liderazgo egoísta centro-europeo, insolidario con los países más afectados con la crisis, entre los que se encuentra España; y en que algunos de los países latinoamericanos se encuentran en pleno despegue económico con estimables cifras de crecimiento (Brasil, Perú, Ecuador, etc.), parece una estrategia aconsejable incrementar la cooperación económica con Sudamérica, y acaso volcarse menos en el proyecto europeo que apunta fracaso, y desprende sólo insolidaridad y exigencias suicidas de recortes económicos.
Por consiguiente, parece razonable –que sin renunciar al mercado común europeo, sólo a ese aspecto, en vez del proyecto fracasado de UE- España se emplee políticamente en la gestación de un área de especial colaboración con Sudamérica promoviéndolo activamente entre los líderes políticos de ese ámbito –pese a la diversidad y complejidad política de la empresa-, pero podría suponer un tirón económico importante para la mayoría de los países de la zona, y una ayuda impagable para España en estos momentos crucial dificultad que estamos viviendo.
El Reino Unido lo tuvo claro desde hace mucho tiempo, y conforme a su especial espíritu pragmático creó la Commonwealth como comunidad de países que en otro tiempo formaron parte de la Corona Británica, estableciendo un régimen especial de relaciones entre todos ellos, que se consideran especialmente unidos.
En tal línea podría ser muy aconsejable que las tradicionales buenas relaciones de fraternidad hispano-sudamericanas vayan más allá del verbo cálido y se plasmen en un proyecto estable de colaboración y desarrollo mutuo, que podría combinarse con el desarrollo e integración en la idea del proyecto de Mercosur plasmado de forma auténtica y real entre todos sus integrantes.
Sólo de esa forma, tendrán auténticamente sentido práctico este tipo de eventos entre ambos lados del Atlántico, que además también integraría a nuestro vecino Portugal –que como España, se encuentra en graves dificultades económicas, y ambos padecen la incomprensión de Bruselas y Berlín-, que en una alianza bien entendida y astutamente dirigida por un auténtico liderazgo político podría reactivar las economías ibéricas junto con las fraternas latinoamericanas. Ejercitando con el tiempo, un liderazgo internacional, del que actualmente carecen los países en cuestión.

domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS DESAHUCIOS DE LOS BANCOS ESTÁN HACIENDO ESTRAGOS EN LAS FAMILIAS



Los desahucios bancarios por impago de hipotecas están creando un importante desasosiego social, en la conciencia común –de quienes conservan este ámbito de humanidad-, pues además del grave impacto social de los más de trescientos mil ya realizados con sus naturales consecuencias de desamparo social, se está dando un infausto resultado de incremento de suicidios.
Tal hecho en sí mismo considerado es revelador de una enfermedad social de nuestro país, o quizá de nuestro sistema económico y social. Pues justo cuando más falta hace el apoyo social, resulta que es cuando menos se presta por puras razones de crisis económica y falta de dinero. Luego, el sistema de bienestar social falla justo cuando más falta hace; pues son las familias –que aún pueden- las que tejen la red natural de apoyo familiar, que cae sobre rentas modestas, a veces de los abuelos jubilados, que salen en ayuda de sus hijos y nietos.
Pero al propio tiempo, hemos de considerar que el problema actual del impago de hipotecas no es una cuestión meramente civil o mercantil, como consecuencia de un crédito privado fallido por impago del deudor, y circunscrito a ese ámbito privado. De donde se sigue la natural consecuencia legal del desahucio.
En absoluto, pues además de considerar por vez primera y de forma rotunda la injusticia real de la ley hipotecaria española –que favorece al acreedor hipotecario, o sea básicamente a la banca-, por cuanto no se satisface la deuda con la “dación en pago” –de un inmueble que se tomó como garantía del préstamo, valorado por tasación encargada por el propio banco-, sino que aún se mantiene viva una deuda de la que ha de seguir respondiendo el deudor con sus bienes presentes y futuros; además, resulta que en la actual situación hay una recesión económica, con una masiva destrucción de empleo, de forma que el deudor que no paga suele ser porque no puede, porque ha perdido su empleo y por ello su sustento. ¿A estos ciudadanos además hay que someterlos a un desahucio y lanzamiento de la vivienda familiar con sus hijos, sus pocos enseres, empleando incluso fuerza policial?. ¡Qué forma más inhumana y despreciable tiene nuestra sociedad de tratar a sus “caídos sociales”!. ¡Qué tipo de sociedad hemos construido!.
Se dirá –desde la lógica del formalismo legal más impúdico- que la ley es la ley, y el que tiene deudas ha de pagarlas o atenerse a sus consecuencias, pues si no pierde la banca. Pero en esta situación de crisis generalizada, ¿le sirve de algo a la banca acumular viviendas por doquier sin apenas venta?. Además, ¿no se trata de la misma banca que pidió ayuda al Estado para que se le apoyara con dinero público ante su mala gestión y probabilidad de quiebra?. ¿Por qué tenía el contribuyente –también los desahuciados- que ayudar a este negocio privado de forma tan generosa y eficaz, cuando al tiempo se recortan servicios públicos?.
De hecho algunas entidades bancarias, a la vista de la repulsa social que están generando este tipo de acciones, han suspendido la ejecución de los que tenían pendientes.
Entre tanto, esperamos atentos el resultado de ese anunciado acuerdo PP-PSOE para la reforma de la Ley Hipotecaria evitando que se llegue a este tipo de sucesos. Algo que por lo que se ha filtrado haría referencia a suspensión o periodos de cadencia en los plazos de los préstamos en caso de pérdida del empleo. Aunque si sólo se quedara en ese tipo de medida, sería un lamentable parche, y una ocasión desaprovechada para hacer auténtica justicia de una ley injusta –que favorece a la banca-, al deberse de incorporar la “dación en pago” para saldar este tipo de deudas, que resulta un clamor en nuestra castigada sociedad, y que los políticos –comprometidos, a otros niveles con la banca- no han querido ni saber. Pero, además de ser más justo y corregir una ley inclinada hacia la banca,  acercaría nuestra legislación al ámbito internacional más próximo política y económicamente hablando.

lunes, 5 de noviembre de 2012

MAS METE A CATALUÑA EN EL “TUNEL DEL TIEMPO” DE LA UTOPÍA



Artur Más sigue con su discurso independentista, como si fuera el “bálsamo de fiera bras” de todos los problemas de Cataluña, vendiendo “humo” –tras del cual se esconde su mala gestión en plena crisis-, echando la culpa de sus problemas a la vecindad española –raíz y causa de la ruina catalana, de la opresión y subyugación del pueblo catalán, según el falaz discurso catalanista-.
Así apelando a la irracionalidad, raíz de toda emotividad, por la que se ensalza “lo propio” y se rechaza “lo otro” –considerado ajeno, perturbador, y hasta enemigo-, consigue generar un séquito emocionado por la épica histórica que le vienen contando; y que le hace trascender de la prosa del día a día a la poesía de un futuro utópico.
            Entre tanto, ni una palabra de cómo van a mejorar la situación económica de la sanidad catalana, del mantenimiento de los servicios públicos catalanes, comprometidos económicamente por la mala gestión autonómica –de la que echan la culpa, sin el menor rubor, al Gobierno central-,ni tampoco cómo se van a bajar los niveles de desempleo de Cataluña, el pago de los peajes en las autovías, y todas cuantas cosas interesan sobremanera a la clase media y trabajadora de catalana – o deberían interesar.
            Sin embargo la estrategia política, aún arriesgada, está demostrando que ha calado en una sociedad vencida, acosada de problemas, en la que las dificultades del día a día han crecido –como lo han hecho en el conjunto de España-, por efectos de la crisis económica y de una desastrosa gobernanza que ha llegado tarde y mal al afrontamiento de los problemas reales de la sociedad.
            Así mientras en el resto de España se trata de hacer pagar la crisis a las clases trabajadoras y medias, evitando cualquier atisbo de apuesta seria por parte de la clase política y del gran capital. En Cataluña, se sacan de la manga la historia del independentismo irredento para generar una falsa ilusión colectiva. Pero entre tanto, ni en uno ni en otro lugar se está acometiendo la crisis con auténtica justicia, con recortes en la estructura político-administrativa (con reducción de ayuntamientos, eliminación de diputaciones provinciales y cabildos, reconduciendo la autonomía insolidaria y disgregadora por una autonomía administrativa competitiva). Y sobre todo, se echa en falta, en estos momentos una auténtica visión de Estado una política que una a los pueblos y tierras de España en una empresa común, sin la cual la disolución parece servida por aventureros oportunistas.
            España, la actual España, necesita el esfuerzo de todos para salir de la crisis. No puede presentarse en los foros internacionales, ni ante sus desleales socios europeos dividida, reducida y esquilmada por una deriva equivocada de sus Gobiernos, pues eso generará mayor desconfianza en nuestro pueblo, no creerán en nuestra empresa colectiva –en la que parece no apostamos ni nosotros mismos-, y desde luego, olvidémonos del crédito extranjero ante un presente difuso y un futuro confuso. Todo ello, nos lleva a un indeseable naufragio colectivo, del que posiblemente no se salvará ni Más, ni Cataluña; pues a fin de cuentas, como dicen los pescadores con gran realismo: “lo que está en el cesto es pescado, el resto son peces en el mar.”
            Al propio tiempo que no son nada ejemplarizantes, como tampoco efectivos, los “viajes de Estado” del presidente autonómico catalán –que tratando de emular ya su dignidad estatal- gira a países extranjeros, como el último fiasco del viaje a Rusia en el que el país receptor no le reconoció dignidad de jefe de Estado –pese a las apariencias-, en el que no sólo hizo el ridículo sino que dilapidó el dinero de los catalanes en momentos en que les falta. Mientras que si ese viaje se hubiera hecho coordinado con el servicio exterior del Estado hubiera tenido otra efectividad. De ahí, que se trate de una mera operación matemática de sumar en vez de dividir, tanto en política interior como exterior.