Mónica Oriol, presidenta del Círculo de
Empresarios, se ha despachado a gusto con unas extravagantes declaraciones
pidiendo la bajada del salario mínimo para los jóvenes sin cualificación, a los
que denominó “ninis” y de los que dijo que no valen para nada.
Así de claro, con desparpajo y consecuente
frescura, se despachó esta supuesta líder empresarial –decimos supuesta líder,
pues pese a presidir una asociación empresarial, desconocemos si realmente
lidera a su gremio o simplemente es un “verso suelto”-, que muestra insensibilidad
social, en unos momentos de generalizado sufrimiento económico y social fruto
de una profunda crisis económica en la que los que esta empresaria parece
denostar (refiriendo su inutilidad), son víctimas de la crisis. No todos tienen
la suerte de partir de un patrimonio familiar, de una “honorable cuna”, de un “apellido
de casta” para poder llevar a cabo una biografía llena de logros, éxitos y
buena vida.
No todos, disponen de medios para formarse,
ni para crear una empresa –por pequeña que sea-, ni tampoco la banca
actualmente está muy solícita a cualquier aventura empresarial, por ocurrente
que sea, especialmente si no cuenta con los avales de padrinos con “aldabas”.
Por consiguiente, reconozca la Sra. Oriol y
los suyos –los muchos o pocos empresarios españoles que piensen como ella- que
cuanto menos ese planteamiento es erróneo e injusto, y éticamente, incluso
inmoral. Es erróneo porque por bajar los sueldos de los trabajadores no se
reactiva la economía, sino todo lo contrario –estamos abocándonos a una
deflación-, ya que se recorta el dinero para el consumo y finalmente perjudica
la economía, aunque inicialmente el empresario individual e individualista,
pueda considerar que bajando costos de su producción por el factor trabajo,
puede vender mejor su producto –puede ser más competitivo-. De igual manera,
también es injusto porque todo trabajador tiene derecho a un salario justo –que
le posibilite vivir con dignidad-, luego toda rebaja en ese concepto es indigno
e injusto. Pero además, se está cargando la responsabilidad de formación sobre
parados jóvenes, a los que la sociedad –en este caso, los gobiernos- tienen la
responsabilidad política y moral de formar de acuerdo a las nuevas exigencias
productivas. ¡Siguen siendo unas víctimas!. Y además este tipo de empresarios
los consideran poco menos que inútiles.
Reconozca la Sra. Oriol que como mínimo, en
esta situación fatídica, ha faltado al respeto a no pocos de sus conciudadanos,
que no tienen la suerte de ella –aunque se haya labrado su futuro justamente-,
siempre hay un punto de arranque en que juega a favor la suerte. Aunque en
honor a la verdad, hemos de reconocer que esta empresaria parece que ha
rectificado o matizado sus iniciales aseveraciones. ¡Algo es algo…!.
Pero sobre todo, este tipo de exabruptos
empresariales de cuño neoliberal, revela un talante individualista que va
calando en nuestra sociedad, y que es sumamente pernicioso cuando cala en el
empresariado –que aunque lícitamente hayan de defender sus justas ganancias-
han de tener una visión más amplia de su papel en la producción nacional,
debiendo de considerar criterios sociales, pues tienen parte de responsabilidad
social, ya que toda la producción ha de satisfacer el interés general del país
y encaminarse al bien común que ha de tejerse de forma conjunta entre todos los
sectores sociales (productivos y no productivos), pues la simple estimación
aislada del interés empresarial, por un lado, y del interés social por otro, no
hace justicia a nuestra sociedad, y es semillero de actitudes insolidarias
generadoras de conflictos como se ha tenido ocasión de comprobar a lo largo de
la reciente historia moderna.
Los empresarios deberían de desmarcarse de
este tipo de planteamientos, pues una sociedad que margina sectores estimables
de la misma no sólo es insolidaria sino que no tiene futuro, se tensiona, se
crean los conflictos y en definitiva pierde toda su ciudadanía. Hay que dar la
espalda a estos profetas del egoísmo, y volver a la negociación al consenso
social entre capital y trabajo para diseñar un modelo social justo, digno para
todos, del que estemos orgullosos y de lugar a una sociedad habitable en la que
se pueda vivir en paz y unidad, aunque con intereses distintos, pues la
injusticia es la raíz del conflicto. Algo que debería de considerarlo mejor la
patronal española.