domingo, 12 de octubre de 2014

EN LA FIESTA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA


Celebramos una nueva edición del día de la fiesta nacional española, un nuevo 12 de octubre en que de forma ritual se celebra el día en la oficialidad institucional con el tradicional desfile militar y la recepción del Jefe del Estado en el Palacio Real. Todo ello, muy oportuno, para que la nación española rinda tributo a su pasado, valore su presente y defienda su futuro.
Sin embargo, con los movimientos político-territoriales centrífugos, con una grave crisis de Estado –por los movimientos secesionistas catalanes y vascos, y la lacerante corrupción política, en plena crisis económica y social-, parece escaso que la Fiesta Nacional de España se ciña sólo a la oficialidad institucional de una parada militar y una recepción en el Palacio Real.
Creemos, que ahora más que en otro momento, hay que revitalizar el Estado español, en la configuración constitucional autonómica, o en otras fórmulas político-administrativas a que pudiera conducir una serena reflexión y reforma de la Constitución, sobre un Estado debidamente estructurado, cooperativo en todos sus elementos territoriales e institucionales, en vez de competitivo, disgregador y hasta desleal, como se está mostrando en la práctica la actual configuración político-territorial del Estado, que parece haber quebrado ante la falta de coordinación y las tendencias centrífugas, tornándose en una compleja realidad próxima a la ingobernabilidad.
El Estado español que tiene una profunda y prolífica trayectoria histórica, desde la unión de los reinos peninsulares  a finales del S. XV,  con sus luces y sus sombras, ha marcado el destino de todos los territorios y personas que lo conformaron tanto en la península como en los territorios extrapeninsulares y de ultramar; hasta la pérdida de las colonias, en que acabó de conformarse en el formato de modernidad en que se constituyó, con sus vaivenes constitucionales, decimonónicos que llevaron sus convulsiones internas hasta el último tercio del S.XX, en que con la actual Constitución de 1978 España entró definitivamente en la modernidad política occidental de porte constitucionalista, libre y democrática, con un pacto de Estado territorial que generó el inmaduro sistema autonómico, que ha ido siendo sistemáticamente socavado por tendencias políticas nacionalistas centrífugas, que de facto no han aceptado el pacto constitucional.
Por consiguiente, ahora más que nunca, en que el desafío independentista catalán se ha hecho patente, teniendo el vasco latente, expectante de los logros catalanes; se hace necesaria una política de Estado de defensa y cimentación del Estado español, abandonando actitudes vergonzantes, o calculados distanciamientos sobre tendencias filofascistas (que no tienen la patente de la españolidad).  Así urge un replanteamiento de la configuración actual del Estado, tendente a lograr un nuevo pacto que de cabida a la mayoría de las fuerzas políticas –salvo las que se autoexcluyan por incompatibilidad- que cierre definitivamente el “caso abierto de las autonomías”, aunque fuera necesario pactar un sistema cerrado de federalismo (en una reforma constitucional), naturalmente de porte solidario y cooperacionista con todo el Estado, con competencias claras distribuidas y cerradas (evitando la permanente almoneda de su reparto y reivindicación, que acaban por desequilibrar la mejor de las estructuras). Y junto con ello, una apuesta cooperativa de unidad desde la diversidad, en justicia y equidad plena, sin experimentos del estilo de “asimétricos federalismos”, que acaben con territoriales forales que carecen de sentido en un Estado constitucional, en que la igualdad de los ciudadanos y de los territorios de España ha de ser la “piedra angular” sobre la que se edifique el Estado, evitando codiciosas ventajas y cicaterías insolidarias.
Un Estado en que las culturas autóctonas no compitan con la cultura española  (incluida la lengua), ni esta fagocite a las culturas territoriales, sino que convivan desde el mutuo respeto, que habría de cumplirse y hacerse cumplir desde todas las Instituciones del Estado, con mecanismos legales precisos para el caso que así no se diera, pues insidioso es el “veneno de la secesión” que corroe a cualquier sociedad que no se sienta unida, con los consiguientes perjuicios para todos, en el terreno interno como en el externo.
Además en un mundo globalizado, en el que España pertenece a Organismos Internacionales y Multinacionales (ONU, OTAN, UE, etc.), precisamente para la mejora de la defensa de nuestros intereses individuales y colectivos en el contexto internacional , carece de sentido emprender una senda contraria a la concentración, por la vía de la fragmentación,  por más que se apele a románticos conceptos de la “Europa de los pueblos”, pues la praxis política diaria nos muestra que los territorios cuanto más fragmentados son, menos poder político específico tienen en el conjunto de las organizaciones políticas en las que se integran o pretenden integrarse. Así que España, que actualmente es el 5º país en dimensionamiento e importancia de la UE, perdería con cualquier tipo de secesión interna (en el interior, como en el exterior), como los catalanes o vascos (al margen de España, también menguarían su poder e influencia en el interior y exterior). Lo que además ofrece claramente la muestra de que en esta cuestión no sólo tendrían que expresarse los catalanes (como están pidiendo los políticos soberanistas) sino el resto de los españoles, porque como hemos señalado nos afecta a todos, y por estricto cumplimiento de la legalidad dimanante de la Constitución de 1978 que sitúa la soberanía nacional en el conjunto de la ciudadanía española, y establece un estricto sistema de mayorías cualificadas para cualquier reforma constitucional.

Por tanto, si nos necesitamos todos los españoles, ¿a qué esperamos para fortalecer internamente nuestro Estado?. Y ello va más allá de simples y puntuales actos de ritual, acaso más simbólico que práctico, aunque también necesarios.

viernes, 10 de octubre de 2014

LAMENTABLE GESTIÓN DE LA “CRISIS DEL ÉBOLA”


Asistimos a tiempos convulsos, incluso en lo sanitario, pues el gravísimo problema del virus ébola está generando una dramática y cuantiosa cifra de víctimas en el mundo, al tiempo que se extiende sin precedentes, ante el reconocimiento del fracaso mundial del control de la crisis, que supone la extensión de la sensación de fracaso y peligro a las sociedades en que han aparecido casos de importación.
Tal es el caso de la actual crisis que estamos pasando en España por el contagio de la auxiliar de enfermería que cuidó a los dos enfermos de ébola repatriados, que se debate por sobrevivir a los letales efectos de la enfermedad, mientras se evidencian fallos en la operatoria preventiva seguida, y acaso en los mismos protocolos de seguridad sanitarios sobre esta mortal enfermedad.
Más allá de interrogarse sobre la oportunidad o pertenencia de la repatriación de los españoles afectados, que también debería de racionalizarse en base a hipótesis de mejoras terapéuticas aplicables (al parecer inexistentes), que acabaron fatalmente falleciendo; habría que reconsiderar la praxis seguida por los equipos sanitarios que les atendieron, su preparación concreta respecto de esta enfermedad, y su escaso entrenamiento relativo a la incorporación de las medidas de defensa y protección básicas para evitar el contagio que finalmente se ha dado.
Además  de que haya habido un error humano en la propia enfermera afectada, no parece que ello sea suficiente para contemplar la impúdica carrera de exculpación  e inculpación empleada por algunos responsables político-sanitarios, especialmente referido a las desafortunadas declaraciones del Consejero de Sanidad de Madrid, que como mínimo debería de elogiar la actitud de servicio y entrega de los profesionales sanitarios que intervinieron en el operativo especial, y en particular de la auxiliar de enfermería.  Amén de considerar que la seguridad plena en este tipo de actividades de riesgo no existe.
Pero lo que ha ido trascendiendo sobre el aparente descontrol de los sanitarios que estuvieron en el operativo, que a diferencia de los miembros de Defensa que intervinieron – y que fueron controlados en los días posteriores-, estos parece ser que quedaron sujetos a su discrecionalidad personal para autoevaluarse la temperatura, incorporándose a una habitualidad vida social que aparenta ahora hasta temeraria. E incluso cuando, como se dice en el caso de la auxiliar de enfermería, que conectó con su hospital para comunicar los primeros síntomas se le remite a su médico de familia (como de ordinario se tratara de un simple catarro), e incluso se le envía una ambulancia convencional –que tras atenderle y desplazarle al hospital de Alcorcón, no a uno de referencia preparado ad hoc, continuó el servicio trasladando varios pacientes más, sin que se adoptaran medidas cautelares de prevención-. Como tampoco  parece responder claramente al rigor protocolario de esta letal enfermedad la asistencia que se le dio en urgencias hospitalarias, en un primer momento; hasta el detalle que el propio médico de urgencias se enteró del positivo de ébola de la enferma por la prensa, antes que por el conducto oficial.
En este “curso de aparentes despropósitos”, resulta que lo que hubiera sido un mero descuido, o un fallo de programación o práctica de medidas de seguridad, se revela como una cadena de fallos, descuidos, o desaciertos, que suponen que lo que públicamente se presentaba con alta seguridad  resulta ser mucho más vulnerable y potencialmente peligroso, por la menor garantía de seguridad ante este tipo de actuaciones; pero además, la relajación, quizá la excesiva confianza, nos lleva a que lo que podría ser un solo caso, derivado de un lamentable y trágico error, fallo o inevitable consecuencia, se convierta en más de una decena de potenciales casos, que se encuentran (ahora sí) en observación hospitalaria y aislamiento (que es hoy por hoy la herramienta más segura para controlar y acabar con los brotes de tan mortal patología), y que deseamos no se confirmen más casos.
Por su parte,  el gobierno ha acabado por reaccionar, ante los fallos iniciales del tratamiento de la crisis, con la generación de un gabinete interministerial de crisis dependiente de la Vicepresidencia del Gobierno, que ponga orden en esta crisis, en la que se mostró superada por los acontecimientos la Ministra de Sanidad.

Dentro de la tragedia  personal de los afectados, es lamentable contemplar cómo decae un Sistema Sanitario Público que hasta bien poco era modelo mundial, y que viene a resentirse de una excesiva politización de su gestión, y el  posicionamiento por alternativas privatizadoras del Sistema. 

lunes, 6 de octubre de 2014

EL PSOE ACTUAL ENTRE EL PRAGMATISMO Y EL POPULISMO ELECTORALISTA


Hemos venido manteniendo que el PSOE tiene pendiente su catarsis interna, su necesaria reflexión con la conveniente dosis de autocrítica de errores y reformulación de su ideario político y programático, que no es ajeno a la pérdida de rumbo de la socialdemocracia europea, inmersa en el sistema demoliberal al que ha acabado adaptándose por puras razones de pragmatismo político, que refleja su desconexión con sus bases naturales ante su tibieza en la defensa del Estado Social, como han resultado los casos de Hollande en Francia, Renzi en Italia y Zapatero con Rubalcaba en España, de los que no se distancia tampoco el actual delfín socialista, Pedro Sánchez.
Todo ello ha hecho emerger nuevas opciones políticas, dada cuenta el malestar social por los recortes sociales y la orfandad de amplios sectores de la sociedad que no se sienten representados por políticos que se ponen de perfil ante los ataques a sus derechos sociales, cuando no contribuyen activa o pasivamente a perpetrarlos, en razón al turno de gobierno que corresponda.
Por eso, actualmente resulta tan difícil a los socialistas esbozar unos postulados políticos de defensa social, y mucho más evocar sus orígenes ideológicos laboristas y filomarxistas, pues tal ha sido la evolución política de sus actuales representantes políticos, que cualquier parecido con aquella realidad es pura coincidencia. Pues la sociedad les ve como cooperadores necesarios (en nuestro actual bipartidismo) de un determinado stablishment político-social y económico, que los de podemos han identificado como “casta”, que tanto les ha molestado, pero que en realidad podría también denominarse como elite política, en la que se han conjugado, parecen estar a gusto y se han conformado con ello, especialmente con los privilegios sociales, políticos y económicos que conlleva la pertenencia a esa elite o casta, siendo los seguidores de la misma, habitualmente agraciados con la pedrea en el reparto del poder político tras los procesos electorales. Ese es el conformismo pragmático que puede ser el motivo de último de su crisis política.
Pero entre tanto, la elite socialista en nuestro país, sigue sin querer ver la realidad de un profundo cambio social que se ha generado con la crisis económica, con los sufrimientos por los recortes sociales, con la rabia por las injusticias, por los casos de corrupción política del arco político, y porque el sistema del bipartidismo de la transición, junto con parte de sus instituciones centrales y autonómicas están seriamente tocadas por la falta de credibilidad social; y sin embargo, apuestan por un pequeño giro, pequeño cambio político, más estético que de otra naturaleza, sin hacer el análisis profundo que habrían de haber hecho para poner soluciones, pues ya se sabe que a grandes males, grandes remedios. Pero, no. Se han limitado a cambiar al Secretario General y su cúpula ejecutiva.
Así ante la patente falta de reflexión en profundidad, se sigue manifestando en la superficialidad, en la epidermis de los problemas, pues salvo en la propuesta seria de negociación política para evitar la confrontación catalana, la mayoría de las propuestas de Sanchez no dejan de ser ocurrencias, o al menos lo parecen. En pleno conflicto internacional en Oriente Medio, que amenaza la seguridad en el Mediterráneo, con la propagación del islamismo radical que está reclamando la reconquista de Al Andalus (nuestra España), no se le ocurre otra cosa que proponer la eliminación del Ministerio de Defensa. ¿Qué político responsable, o ciudadano mínimamente sensato apoyaría tal parida?, ¿Quién defendería a España en caso de cualquier conflicto armado?. Parece estar influido por el antimilitarismo secular de una progresía ibérica irresponsable y utópica.
Pero por si esto fuera poco, propone que se celebren funerales de Estado para las víctimas de la violencia de género. Según esto, para que no se diera una discriminación positiva habría que proponer la multiplicación de funerales de Estado por cualquier otro tipo de suceso con resultado mortal que tuviera cierta extensión y entidad numérica anual, como serían también los accidentes de tráfico, etc.
Además de las consabidas promesas de subidas salariales al profesorado, con la implantación de un “MIR docente”, que da la impresión que no resulta una medida muy madurada, pues no se dan más detalles de procedimientos, costos de trabajo en prácticas, cuadros docentes-tutores de los mismos, etc. Y sobre todo no se habla del alcance de la partida presupuestaria, en tiempos en que su gobierno socialista de Zapatero hizo aplicó recortes sociales y salariales (recordemos que bajó los sueldos a los funcionarios, subió el IVA, eliminó deducciones del IRPF, congeló pensiones, y retrasó la edad de jubilación, entre otras medidas). Por cuanto, su propuesta se nos antoja un mero “brindis al sol” electoralista, algo que ellos mismos critican en algunas de las propuestas de su adversario PODEMOS. ¡Qué casualidad!.
Aunque lo peor está por llegar, pues si previsiblemente se cumplen los vaticinios de los sondeos electorales, puede que el PSOE tenga en su mano la oportunidad de aliarse con el PP o con PODEMOS, y llegado ese punto la decisión será muy compleja de tomar. Naturalmente, si antes, el propio PSOE no coge la iniciativa política, reformula su posición seriamente, y apuesta en firme por la defensa del “Estado Social”, caiga quien caiga, y frente a quien sea (baronías, elites, castas, y demás prebendados) y se decide por una verdadera regeneración democrática más abierta, participativa, libre, y justa, presentándolo así ante la opinión pública sin trampa ni cartón, recogiendo en primer lugar a los propios militantes defraudados, que se crean de veras el proyecto y lo difundan a los cuatro vientos, marcando liderazgo de alternancia auténtica, en vez de mero relevo temporal.

Sin embargo, la opción –que ha postulado algún egregio barón socialista- de la coalición gubernamental PP-PSOE (a la alemana), creemos que sería la defunción del socialismo español en formato PSOE, pues el PP actuaría como el boxeador noqueado que abraza a su contrincante para no caerse, aunque finalmente puedan caer juntos a la lona. Además que sería tanto como reconocer que ni hay alternativa, ni la ha habido, que todo ha sido un sistema de elites o casta con su correspondiente alternancia. Algo que no se podría afirmar realmente en la transición, ni en los primeros gobiernos socialistas, no así después, con la ruptura de la UGT de Nicolás Redondo y los reajustes de la política económica de Solchaga y sucesores.