El audaz cambio de timón de Pedro Sánchez cesando a
Tomás Gómez fue una acción políticamente arriesgada pero necesaria ante los
malos datos de las encuestas y los enredos de Parla que empezaban a envolver a
Gómez, pese a sus alegatos probablemente ciertos, aunque la situación de
aparente quiebra económica de su ayuntamiento y la detención de su delfín en el
mismo, no ayudaran mucho políticamente para dejarle al margen.
Ahora
bien, no es menos cierto que a Gómez le avalaba gran parte de la militancia de
la Federación Socialista Madrileña, por lo que el gesto aumentaba la audacia y
casi rozaba la temeridad, pero Sánchez parecía tener claro que se la jugaba,
antes o después, y prefirió salir al paso del problema, que en sus inicios no
aparentaba fácil salida, pero sin embargo, la han acabado resolviendo
convenientemente, incluso con el placet de la mayoría de los afiliados a esa
federación, lo cual era más que importante para guardar las formas democráticas
–por un lado-, y recomponer la fuerza interna de cara a una serie de procesos
electorales en los que nadie sobra, si acaso la necesaria reubicación para que
nadie sea un lastre electoral.
Tal
operación con la subsiguiente incorporación del ex ministro de Zapatero, Ángel
Gabilondo, ha hecho el resto para convencer a propios y extraños de la
conveniencia del cambio de rumbo en el planteamiento electoral de lograr la
Comunidad de Madrid, perdida hace lustros de forma un tanto turbia –con el
llamado “tamayazo”-.
La
altura personal, académica y ética de Ángel Gabilondo está fuera de toda duda,
de hecho tuvo el detalle de someterse a la aprobación de la militancia del PSM,
dándose la circunstancia que él mismo no es militante, pero su altura humana,
su eficacia en la gestión universitaria y ministerial, junto a su carácter profundamente
dialogante y respetuoso, eleva el nivel de las opciones políticas en Madrid, de
forma exponencial. Siendo un acierto por parte de Pedro Sánchez este talentoso
recurso, que puede atraer al voto de una izquierda moderada, socialdemócrata (y
aún socialista), harta de recetas neoliberales, de recortes sociales, de tics
autoritarios y dilapidación de lo público en una extraña confusión: público /
privado.
El
numeroso apoyo que concitó en su presentación, pone de manifiesto que más allá
de actitudes personalistas, el PSM parece apoyar a Gabilondo y de paso a
Sánchez, que así ha ganado una importantísima batalla ante los suyos y ante un
electorado desilusionado de las veleidades del anterior gobierno socialista de
Zapatero.
En ese
extremo, Pedro Sánchez logró una difícil victoria y un importante apoyo de Gabilondo
(para el que el ofrecimiento no es ningún “dulce”, pues tiene alto riesgo de
salir mal, aunque la clave radica en que pueda llegar a generar confianza en un
sector del electorado de clase media y trabajadora, que tan mal ha sido tratado
en las políticas anti crisis del gobierno del PP, por más que ahora lo busque
también el PP so pretexto de recompensarle).
Pero la
presente semana con el debate parlamentario del “Estado de la Nación”, Pedro
Sánchez revalidó su liderazgo en el PSOE, por más que se lo dificulten algunos
barones con aspiraciones, ya que libró con éxito en el debate con un Rajoy
autocomplacido de sí mismo, al que habló claro y directo, señalándole la falaz
afirmación de la propaganda popular de salida de la crisis, y le indicó los
grandes focos de desigualdad, injusticia y pobreza que tan poco le gustó al
jefe de la derecha española.
Así tal
parece, que si le dan la oportunidad y cesa el cainismo político dentro del
PSOE, puede que estemos ante el nacimiento de un nuevo líder de la
socialdemocracia española, algo sumamente necesario para la estabilidad del
sistema político, pese a los desprecios que injusta e impertinentemente le
dirigió un Rajoy fuera de sí, enfadado por las “verdades de Sánchez”.