La política neocapitalista del primer mundo
cerrando las fronteras a cal y canto, mientras las abren a los capitales,
suponen una transgresión del derecho de todo ser humano a ubicar su residencia
en cualquier lugar del mundo, o dicho de otro modo, a buscarse la vida donde
pueda.
¿Con qué derecho legitimado éticamente puede
negarse el tránsito y residencia de personas en cualquier lugar del mundo?,
¿qué tipo de apropiación ilegítima se da sobre los recursos naturales de la
tierra que excluyen a la mayoría?.
Europa vivió épocas graves de supervivencia
que pasaron, en parte por la emigración, pues no lejos están los movimientos
migratorios italianos, griegos, ingleses e irlandeses al nuevo mundo, como la
instalación de parte de la población francesa, británica, holandesa y española
en sus respectivos territorios colonizados con los que se establecieron flujos
comerciales, culturales y sociales importantes, al punto que gran parte de esos
territorios acogieron la lengua y cultura de la potencia colonial.
Y ni que decir de EEUU y Canadá, dos países
formados por la reunión de las colonias dependientes de Inglaterra y Francia,
respectivamente, que han sido países de inmigración, especialmente significados
en las olas migratorias que dio lugar a que abandonaran el viejo continente
europeo en busca de fortuna cientos de miles de personas. Tal resultó ser el
caso de miles y miles de españoles que se asentaron en Iberoamérica, y en menor
medida en otras colonias españolas por el mundo, como Filipinas, Guinea
Ecuatorial, etc.
Además esos movimientos migratorios, que
fueron asentándose en los nuevos territorios, beneficiaron a las sociedades de
recepción y descargaron a las sociedades de partida, normalmente por la falta
de trabajo en estas, lo cual posibilitó la búsqueda de la vida honrada a
cientos de miles de personas.
Sin embargo, como si quisiéramos olvidar un
importante factor de la historia del mundo, especialmente del nuestro más
próximo, y ahora resulta que cuando el continente africano, parte del asiático
y en cierta medida Sudamérica, están en dificultades económicas por importantes
atrasos respecto del primer mundo tecnificado, con dificultades que les lleva a
comprometer la propia subsistencia a no pocos, así como el derecho de prosperar
en la vida, planteándose la emigración a otros lugares de ese primer mundo,
resulta que les cerramos las fronteras para que no accedan –viéndolos como
competencia, o peligro a la seguridad nacional-, en una acción insolidaria al
tiempo que inhumana, profundamente inmoral –por principios de simple
humanidad-, como profundamente injusta, pues emigrantes fueron nuestros
ancestros, y con la crisis económica empiezan a serlo de nuevo nuestros
compatriotas.
Es cierto que una economía a escala, salvo
que esté en fase de alza, difícilmente puede asimilar de forma estable y dar
trabajo regular de forma indefinida. Pero no es menos cierto, que no podemos
dar la espalda al drama de la inmigración que calificada de ilegal se juega la
vida en pateras cruzando el mar, en manos de mafias de gente desalmada.
Como tampoco la solución es policial, de
refuerzo de fronteras, ni como la hipócrita propuesta británica de ofrecer
navíos de la “royal navy” para impedir el acceso de pateras, con la condición
que ninguno de los inmigrantes recogidos en alta mar, fuera trasladado a suelo
británico.
Acaso haya llegado la hora de que tanto la UE
como la misma ONU generen un foro de estudio y diálogo para adoptar urgentes
medidas que acometan estos grandes flujos migratorios, dado que si los mismos
en forma de avalancha descontrolada, pueden comprometer la estabilidad interior
de algunos países de destino, no es menos cierto que la necesidad y la
injusticia clama una urgente solución, que posiblemente pase por regular estos
movimientos migratorios en sus grandes flujos, al tiempo que se reconsidere la
colaboración de ayuda humanitaria al tercer mundo, con planes económicos de
desarrollo local más o menos estables que les permita vivir dignamente,
asegurándoles una estabilidad política y económica necesaria para ello, de
forma que ni las élites económicas ni las políticas de estos países sigan
aprovechándose de la ayuda internacional en menoscabo del conjunto de sus
poblaciones, mediante corruptelas y Estados títere que suelen ser asidero de
canallas, terroristas, asesinos y ladrones de todo tipo. ¡Hay que intervenir en
los territorios de origen!, algunos de los cuales, tras la descolonización han
sido “Estados fallidos” o dictaduras criminales de uno y otro signo, que ahora
están siendo aprovechados –especialmente en el norte y centro de África por
bandas asesinas que so pretexto del fundamentalismo islámico imponen la
anarquía y el crimen genocida.
Mientras tanto no se acometa una decidida
política multilateral en ese sentido, seguiremos asistiendo al drama de la
inmigración y a la recogida de víctimas en el mar como la que días pasados se dio
en las cercanías de la costa italiana de la isla de Lampedusa, que utilizan
como escala las mafias de la inmigración ilegal, con sus barcos patera con
origen en la caótica Libia.