Por si fuera poco el daño que está provocando la actual crisis económica en España, esta viene a recrudecerse con dos sucesos que la agravan, por un lado la guerra civil Libia con la subida del precio del petróleo, con lo que ello supone de inmediata subida de los productos, y encarecimiento del coste de la vida; y por otro lado, la muy probable subida de los tipos de interés en la zona euro, provocados por el repunte inflacionista de la economía germana, en proceso de despegue de la crisis, lo que también supondrá un agravamiento de la situación de muchos particulares hipotecados hasta las “trancas”.
Así con estos malos augurios, además de la subida del número de parados, iniciamos un mes de marzo en el que nuestros políticos, siguen deshojando la margarita para dar respuesta a las urgentes demandas estructurales y energéticas de nuestra economía.
Ya que una nueva crisis petrolífera en la actualidad, nos generaría un agravamiento muy pernicioso a la economía española, aunque la experiencia nos diga que este tipo de crisis aunque agudas, no suelen ser muy duraderas pues también afectan negativamente a los países productores del crudo. Pero que con su ocurrencia cíclica, y por su carácter caduco, ya debería de haber movido a los gobiernos a diseñar políticas energéticas alternativas al petróleo.
En nuestro país, se apostó por las energías alternativas, que pese a las subvenciones, no dejan de ser poco eficientes, en relación con los costes de su producción, en parte subvencionados por un Estado que no puede seguir manteniendo este sistema de subvenciones, al que se lanzó tras la demonización de la izquierda sobre la energía nuclear, la que parece revelarse como la competitiva de futuro, si bien no exenta de importantes complicaciones y no menores peligros.
Por su parte, mientras el gobierno socialista no deja de presentar medidas de ahorro circunstanciales, y en algunos casos anecdóticas; el PP a través de la FAES ha presentado un trabajo que cuestiona el modelo energético español, con el fin de promover el conveniente y necesario debate nacional sobre el modelo energético a seguir; pero sea lo que sea, la decisión última, debería de ser rápida, segura, competitiva y sostenible.
En cuanto a la subida de intereses, es algo que le puede venir bien ahora a Alemania, pero desde luego que no a España. Pero lamentablemente este tema será decidido por los euroburócratas y europolíticos, sobre los que Alemania ejerce un liderazgo decisivo, y consecuentemente se tomará en consideración su situación antes que la española. Pero esto no es sino una consecuencia de la cesión de soberanía a favor de la UE, lo cual supone un grave error para la gobernación española; puesto que ya no hay una UE homogénea política, económica y socialmente. Nunca lo ha habido, salvo aproximaciones, actualmente con la crisis muchísimo menos. Y en consecuencia lo que viene bien a uno o varios países de la UE viene mal a otro u otros. Por consiguiente, este considero que es otro debate que España tiene que tratar en su interior, como lo han hecho otros países, sin llegar a posiciones de euroescepticismo, hemos de ser más realistas con nuestra situación y posibilidades, centrando más una pretensión en la antigua y provechosa idea de “mercado común”, antes que propiamente UE (= confederación estatal, formalmente no declarada), en la que además, a la hora de la verdad, ni hay una hacienda común, ni una seguridad común, ni una defensa común, ni como seguimos viendo, tampoco una política exterior común. El caso del conflicto libio, de nuevo lo muestra.
Así que si España quiere salir de su actual crisis, y no sólo económica, habrá de plantearse también este proyecto, junto con el autonómico, para no perder su propia esencia nacional, su identidad secular, y sobre todo fijar el rumbo que le corresponde en esta nueva etapa mundial. Pero para esto, también se hace necesario en España políticos de alcance, con altura de miras, en función de los intereses del Estado, antes que el propio interés partidista o personal. Pero de todo esto, parece que hoy por hoy, no andamos cerca, aunque los acontecimientos nos vayan arrastrando.
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