El Ministro García Margallo desde
que se encargó de la “cartera de exteriores” está coleccionando una serie de
incidentes diplomáticos, a cual de mayor entidad, que pone de manifiesto su
inadecuación para llevar la política exterior española, como ya pusimos de
manifiesto desde el mismo día de su nombramiento. Así incidentes con Argentina,
Bolivia, Venezuela, Marruecos –en el caso del listado de indultos-, y ahora con
el Reino Unido, por el contencioso de Gibraltar, hacen un elenco de affaires que
nunca debieron darse en los torpes y broncos términos planteados, para
finalmente tener que envainársela.
El caso argentino con la expropiación
a una empresa petrolífera española de su propiedad en petróleos argentinos, que
motivó una fuerte contestación del Ministro Margallo contra el gobierno
argentino, con amenazas de represalias, que hizo que se montara una bronca
entre los gobiernos español y argentino, elevando la tensión diplomática con
mutuas amenazas, pronto cesaron y quedaron en nada, o más bien, en la
continuación de la iniciativa expropiatoria argentina, frente a las amenazas
gubernamentales españolas de Margallo, que como un bisoño se entregó a una
lucha dialéctica que no pudo concluir en hechos, dada la existencia de
importantes intereses económicos de grandes empresas españolas en el país del
cono sur americano. Aparte, que el canciller español debe de atender a los
intereses generales de España en cualquier acción exterior que emprenda, pues
éste no es el gerente de la empresa expropiada –que en definitiva entraña
intereses particulares, por muy española que sea-.
Por su parte, el caso venezolano –aún
vivo Chávez, como después de su óbito-, la locuacidad de Margallo le llevó a
reprochar acciones de política interior venezolana, que ya sabemos que no es un
ejemplo de democracia, pero que atizó
innecesariamente la sensibilidad política del gobierno bolivariano, como
sucedió también con su ofrecimiento para mediar en el proceso electoral último
entre el partido chavista y la oposición, que motivó el duro y ácido rechazo
del presidente Maduro al canciller español y a su gobierno.
Como también fue de enorme
torpeza el incidente con el vuelo del presidente boliviano Evo Morales, en que
actuó rendido a la seducción yanqui para hacerles el trabajo sucio, y del que
tuvo que pedir perdón al presidente Morales.
Y
si faltaba poco, ha bastado una intolerable acción del
británico-gibraltareño Picardo hundiendo bloques de hormigón en aguas de la
bahía gibraltareña para evitar la pesca costera a los pescadores españoles de
la zona, para que de nuevo Margallo saltara como un resorte reactivando las
demandas soberanas españolas en la Roca, activando medidas paralelas de presión
en el control fronterizo, anunciando la implantación de una tasa fronteriza, la
acometida contra los barcos gasolineras gibraltareños, la lucha fiscal que
evite la consolidación como paraíso fiscal de la colonia, etc; para
seguidamente, empezar un descenso de la escalada verbal con invitación a mediar
a la UE (que ya ha avisado de la ilegalidad de varias de las medidas propuestas
por el gobierno español: imposición de tasa fronteriza, la acción contra los
barcos gasolinera, y los controles fronterizos), pues de las propuestas de
atajar el paraíso fiscal gibraltareño cada vez se oye hablar menos. O sea, que
nada de nada, otra vez.
Así con tales ejemplos, que son
hechos de “arrancada de caballo, y parada
de burra vieja”, no parece que los intereses españoles estén lo
suficientemente defendidos, sino por el contrario, aparenta cuanto menos una
imprudente acción cada vez que se arranca con una descarga histérica ante
cualquier incidencia de ámbito exterior que pueda tener una repercusión a España
o a los españoles, para después de la elevación del tono acabar asumiendo el “frenazo
y marcha atrás”, muy contraproducente en el ámbito de las relaciones
internacionales, pues quita solvencia, seriedad y credibilidad.
Por consiguiente, parece más que
necesario que el presidente Rajoy vaya planteándose el relevo en la cancillería
española del Ministro Margallo, pues como dijimos en su nombramiento, su
experiencia como eurodiputado no parece suficiente para regir la política exterior
española, ya que más allá de la UE existe mucho mundo con el que hay que
mantener unas fluidas relaciones diplomáticas que faciliten el entendimiento
comercial y político, así como el alineamiento exterior en intereses
internacionales que puedan ser comunes. Y sobre todo, como dicta el sentido
común –que no parece ser el más común de los sentidos-, no se debe comenzar
ningún conflicto si no se puede ganar o sostener con honra y razón. Algo que ya
tenían claro hasta los “Tercios de Flandes” en cuyas espadas lucía la leyenda “ni desenfundar sin razón, ni enfundar sin
honor”.
No atender a tales razones, da
lugar a actuar como el “gallo de Morón” (“sin
plumas y cacareando”).
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