domingo, 4 de agosto de 2013

NUEVOS PROBLEMAS EN LA COLONIA BRITÁNICA DE GIBRALTAR


La existencia colonial del Peñón de Gibraltar, en manos británicas, en pleno desarrollo  de la Unión Europea es un desorden geopolítico, y sigue siendo foco de conflictos bilaterales, pese a la normalidad de las relaciones diplomáticas entre España y el Reino Unido.
Al tiempo que el Reino Unido concedía la independencia a su colonia en extremo Oriente, Hong Kong, debería de haber dado el mismo trato al Peñón de Gibraltar, pues tal hecho es anacrónico en el interior de una Confederación de Estados como la UE, con participación como socios de las dos partes históricamente existentes del conflicto gibraltareño.
De manera, que es de esas cuestiones que de vez en cuando se reactivan, ante las dificultades que entraña un enclave geopolítico y fiscal, en el mismo Estrecho de Gibraltar, con las consiguientes dificultades de coexistencia con la vecindad española, en franca competencia desleal (por la ausencia de sistema impositivo de rigor), por la pretendida extensión territorial del escaso territorio del enclave, y la emergencia de una élite burguesa que pretende un status privilegiado de ciudadanía británica, junto con exención impositiva, y un acceso peculiar al gobierno político-económico de la ciudad, del que pretenden hacer una nueva Mónaco.
Por su parte España, en los momentos de mayor euforia europeísta, ha obrado con una ingenuidad internacional digna de mejor empeño, pues años atrás llegó a facilitar la vida de los habitantes del Peñón, y los propósitos británicos de perpetuar el enclave soberano al sur de España, que por su parte no han tenido la debida correspondencia británica, ya que a la relajación del control de la verja gibraltareña, y práctica normalización de la situación, se ha contestado por parte británica con una arrogante escalada de oprobios unilaterales, como su pretensión de querer extender las aguas territoriales con apresamiento de pesqueros españoles en la zona, la reparación  a miles de kilómetros de las Islas británicas de submarinos nucleares con el riesgo propio para el territorio español y sus habitantes, la acogida y protección de contrabandistas, y sobre todo de narcotraficantes en aguas del estrecho, que con sus planeadoras cargadas de droga cruzan los 14 kms que separan las orillas africana de la europea, y que en ocasiones, perseguidas por fuerzas policiales españolas se internan en aguas del Peñón y se cobijan en su interior sin la subsiguiente persecución, detención y castigo. Y sobre todo, porque el Peñón de Gibraltar es uno de esos “santuarios” internacionales para el dinero negro, sin gravámenes tributarios,  que facilitan el refugio de capitales y la labor de los evasores al fisco español. Circunstancias que no pueden ser vistas como amistosas, ni mucho menos, por parte de España, que ha facilitado las cosas, sin la esperada y deseada correspondencia británica.
Pero el último episodio de las autoridades gibraltareñas ha sido una auténtica felonía para el sector pesquero español de su vecindad, pues con el hundimiento en sus aguas de grandes bloques de cemento, impiden y dificultan seriamente la pesca de arrastre, lo que España no podía admitir sin respuesta. Y tal respuesta ha sido el incremento de los controles policiales en la verja gibraltareña, aplicando con celo la normativa europea de fronteras, con el consiguiente perjuicio por las grandes demoras que se han generado en tales controles fronterizos. ¡Es lo menos…!.
Otras acciones deberían de ser la acometida para impedir que capitales españoles vayan a refugiarse en territorio gibraltareño para eludir sus obligaciones fiscales, como también las medidas de restricción del espacio aéreo en el aeropuerto, y otras tantas, entre las que resultarían un nuevo cierre de la verja, conforme se estipuló en el Tratado de Utrecht, que es el que Gran Bretaña aduce para justificar legalmente su presencia en el Peñón de Gibraltar.
Todo ello, respondería a una posición de realismo político internacional del Gobierno español ante la indolencia y arrogancia de la “pérfida Albión”, que por las buenas no sólo no ha adoptado una actitud convergente de solución del conflicto, que incluso podría tener soluciones diversas en la acometida de la soberanía de la roca, sino que ha consentido la escalada de acciones inamistosas de rivalidad y conflictividad con España.


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