La resistida comparecencia del
presidente Rajoy ante el Congreso de Diputados para dar explicaciones sobre el “caso
Bárcenas”, y la sombra generada sobre la supuesta financiación ilegal del PP,
discurrió como era de esperar en una parca e interesada versión, que apenas
aportó luz a lo sucedido, convenciendo de oficio sólo a la bancada popular y a
su parroquia más fiel, pero que dejó a más de la mitad del país sin las
pretendidas aclaraciones sobre el affaire Bárcenas, lo que probablemente pese
como una losa sobre la acción política del propio gobierno y su partido.
En su conjunto, la comparecencia
de Rajoy además de aportar, por primera vez, una confesión de culpa, al
reconocer su error por su crédula confianza en Bárcenas, más propia de un
cándido que de un político de su ejecutoria, sólo dio de sí un “armado
argumentario” que no acaba de aclarar los ángulos aún oscuros del caso, pues se
limitó a negar la existencia de financiación ilegal en su partido, y la
existencia de una contabilidad B, según el relato último de Bárcenas al juez,
tras su ingreso en prisión. Sin perjuicio de lo cual, vino a reconocer el pago
de lo que denominó “complementos salariales” a algunos miembros de la cúpula
del partido, respecto de lo que pareció una explicación a los “sobresueldos”
denunciados por el propio Bárcenas.
El resto de la intervención
presidencial fue un apocalíptico planteamiento que ofrecía una temerosa
disyuntiva entre él y el caos, dada cuenta el precario estado de la economía
nacional, en fase de conclusión recesiva y probable recuperación, cuyo cambio
de rumbo –según Rajoy- podría ser obra de una temeraria y precipitada política
de derribo gubernamental, pues según el mismo presidente, tal hecho afectaría
negativamente a la confianza que los mercados han vuelto a recuperar de España.
Ni que decir, que el resto de la
oposición (PSOE, IU, PNV,ERC, UPyD, etc.) pidieron la dimisión del propio
presidente del Gobierno, por entender que le afecta de lleno este affaire que
consideran de financiación ilegal, y por consiguiente, de haber ganado las
elecciones de forma ilegítima por trampas en la financiación y medios
propagandísticos de las mismas. Posición de la que se desmarcó curiosamente
CIU, aunque en el contexto político que viven los convergentes en Cataluña
enredados en el affaire análogo del Liceo, pretendieron “ponerse de perfil”.
Con todo, sea cual sea la verdad
judicial –que se consiga probar en los tribunales, en su momento-, esta
comparecencia fijaba el momento de buscar la “verdad” para tratar de depurar
responsabilidades políticas, que al parecer, la dinámica parlamentaria de la
mayoría absoluta probablemente impidiera, en lo que resulta una evasiva, que pudiera
facilitar el olvido y la superación del incidente, como también pudiera
arrastrar la duda más allá de lo deseado por el PP, llegando hasta las próximas
elecciones dentro de un par de años, y anegando la vida política por la sensación
de mafioseo y corrupción política sistémica que pueda tener la ciudadanía, que
emponzoñará la vida política.
Esto es algo que sólo el tiempo
desvelará, además de la posición de los partidos de la oposición, alguno de los
cuales tampoco está libre de “pecado” (“caso de los ERE´S” en Andalucía con
afectación directa al PSOE, y gobierno autonómico socialista), que resulta
redundante en esa sensación de “corrupción sistémica”. Lo que también
contribuye a que no sea si quiera recomendable una “moción de censura” (pues
además de que la aritmética de los votos de los escaños que favorecen
considerablemente al PP, impediría que prosperara), tampoco como mecanismo
testimonial de crítica y alternativa de recambio resulta nada atractivo que el
que fuera vicepresidente del gobierno socialista de Zapatero, que tan negativa
gestión política llevó a cabo, sea ahora la alternativa a Rajoy, pues además no
ha demostrado liderar el proyecto socialista, y todo esto junto con la
afectación del “caso de los ERE´S” hace poco o nada atractivo el proyecto que
pueda llegar a plantear, por el descrédito político que también arrastran.
Quizá lo más sensato, incluso para el PP –al que puede salirle “el
tiro por la culata”, especialmente si Bárcenas reacciona con nuevos ataques de
sinceridad y aporta la luz que falta en este asunto-, hubiera sido la dimisión
de Rajoy y la cúpula del PP de los últimos 20 años, con el tránsito a primera
línea de una nueva generación de políticos del PP que hayan estado al margen de
las responsabilidades de este affaire, y en el mejor de los casos –para mayor
respeto al cuerpo electoral- convocar elecciones anticipadas y que el pueblo
depure las responsabilidades políticas a que hubiere lugar, además del supuesto
fraude de haber ganado unas elecciones (con programa oculto) postulando unas
medidas, para acabar llevando a cabo otras.
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