Llegamos a un nuevo periodo electoral en nuestro país en unas
condiciones extraordinarias, que lo hacen hasta cierto punto novedoso, por
cuanto que parece desmoronarse el tradicional bipartidismo en el que se venía
asentando la gobernanza española desde la transición evocando, en cierto modo,
la histórica restauración monárquica canovista de finales del S. XIX y
principios del XX.
Ese
bipartidismo representado por el PP y el PSOE (que venía a aglutinar a las
sensibilidades políticas de derecha –más conservadoras- o de izquierda – más
progresistas-), cuyos máximos dirigentes pronto descubrieron allá por los años
ochenta del siglo pasado, que en España las elecciones se ganaban por el
“centro” político, e hicieron grandes esfuerzos ideológicos y de comunicación
para aparentarse “centrados” (enfatizando el PP ser “centro derecha” y el PSOE
“centro izquierda”).
En el
momento actual, en que el PP –más allá de su discurso electoralista
autojustificativo- ha cogido la bandera del neoliberalismo (en concordancia con
el stablishment político-económico de la UE), y el PSOE ha perdido su identidad
en la práxis política en la que no le queda apenas margen que adaptarse a la
marcada vía del neoliberalismo económico, han emergido nuevas formaciones
políticas que tratan de recoger el desencanto de ambos grupos políticos antes
hegemónicos, y de paso dar un nuevo tratamiento político, unas nuevas
propuestas (acaso no tan novedosas en la práctica), y como el gran “caladero de
votos” estaba en el “centro político”, también se autodefinen de centro y se
reivindican como tales.
Así en ese
punto encontramos a dos formaciones políticas (nacidas en el contexto
comentado): CIUDADANOS y UPyD, que tras debatir sobre una posible fusión o
coalición electoral han acabado por rechazar tal hipótesis, y concurren con
propia marca y por separado a las elecciones.
Empezando
por el más antiguo, UPyD que liderado por la ex socialista Rosa Díez, se creó
como reformulación socialdemócrata ante un PSOE sin rumbo (de la época de
Zapatero) y concitó la simpatía de sectores de la intelectualidad de nuestro
país, tratando de combinar una ideología “liberal radical” (afrancesada –
ilustrada) con una de tipo socialdemócrata, que ideológicamente le posicionaría
en el espectro político de “centro izquierda”, dentro de un paradigma político
hipotéticamente comunitario – social, habiendo hecho una discreta y presentable
labor de oposición (teniendo en cuenta la poca representación política
alcanzada)en la que han emprendido acciones judiciales en los grandes casos de
corrupción política y financiera, con un planteamiento de Estado-Nación claro
en defensa de los derechos de la ciudadanía, así como de un Estado-Social y
Democrático (según definición constitucional), habiéndose vertebrado en todo el
territorio nacional en el que tiene estructura y organización.
Por su parte
CIUDADANOS, liderado por Albert Rivera, viene a ser una reedición de un
proyecto inicialmente autóctono (circunscrito a Cataluña, que no por ello
catalanista, ni catalán en su posterior extensión territorial), viene a ser una
reformulación pragmática del PP apelando a la defensa de las clases medias, de
una ciudadanía desencantada, que se ubica en un escaso programa político de
porte liberal (de hecho pactó con el pequeño partido liberal: CDL, que se ha
integrado en sus filas), en el que se desliza la idea de cierto desplazamiento
de la política a la gestión (es decir: centrar la política – lo político en una
eficaz gestión de lo público), como si la política (la comprensión de lo
público, del Estado, de la justicia, de la democracia, de la igualdad, de la
ciudadanía) fuera poco menos que literatura de clase (de políticos para
políticos), poniendo énfasis en la gestión de lo público como el núcleo de
interés ciudadano (como si la gobernanza de las instituciones públicas fueran
parangonables a la de una comunidad de propietarios). Además, por su
improvisación al salto nacional, carece de vertebración territorial. Algo que
no aparenta importancia, pero que la tiene y mucho, pues de la comprensión del
mundo, de lo público y privado, derivarán posiciones políticas como la de
primar servicios públicos o reducirlos (apostando por el Estado de mínimo de
porte liberal), etc.
En cualquier
caso, dicho esto a modo meramente enunciativo, pues su desarrollo daría para un
análisis mucho más extenso, habrían de ser los ciudadanos responsables de su
presente y futuro, los que escudriñaran los programas, los talantes y las
acciones para que su voto sea una decisión personal y responsable, de madurez
democrática.
Consecuente
con lo dicho, resulta la observación de las nuevas encuestas electorales que le
dan una caída en intención de voto al bipartidismo, en tanto que recogen una
espectacular subida de formaciones como la de CIUDADANOS, que supuestamente
recogería votos en el caladero de desencantados de centro y derecha
(especialmente del PP), porque digan lo que digan sus representantes, esta
formación política está siendo claramente identificada en el paradigma
liberal-conservador (derecha) por parte de la mayoría de la ciudadanía, lo cual
les presenta como una alternativa clara al PP, acaso una reedición del PP que
incapaz de hacer su propia regeneración política interna, se la van a hacer
desde CIUDADANOS, con los que posteriormente cabría la alta posibilidad de que
se establecieran pactos políticos y hasta de gobierno.
Sin embargo,
UPyD no ha despegado electoralmente como hubiera sido de prever, puesto que la
aparición de PODEMOS (en la izquierda, con sus planteamientos de
transversalidad política, junto con una discreta reformulación del PSOE con
Pedro Sánchez) e incluso con algunos trasvases a CIUDADANOS (por la derecha),
le están dificultando su progresión en el abanico de las opciones políticas
españolas, ante lo que habría de redefinir mejor su posición y exponerla con
mayor claridad. Si bien, en un horizonte más o menos inmediato no apreciamos su
posible encaje o entendimiento político ulterior con otras fuerzas, ya que es
menos previsible que en el caso de CIUDADANOS, a la vista de la actual
situación.
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