Ahora que el bipartidismo político
está en crisis, también hace crisis el “régimen bisindical” (CCOO-UGT) que
desde la transición ha jalonado la vida socio-económica española, dándose una
considerable desafección con caídas de militancia.
Así en los últimos seis años el
descenso ha sido espectacular, por su parte, UGT ha perdido 230.560 afiliados
(un 19,7%), en tanto que por otra parte, CCOO ha perdido 262.009 afiliados (un
21%), con los consiguientes descensos de ingresos por cuotas de afiliación y
pérdida de entidad e influencia en la vida socio-económica, algo que un
sindicato difícilmente puede asumir dado que la entidad del número de sus
afiliados es lo que le da la fuerza de su representación para la negociación
colectiva y demás actuaciones en defensa de los intereses de los trabajadores.
Tal situación es harto significativa
y especialmente grave en un contexto de crisis económica en la que los
trabajadores están padeciendo los estragos de la misma, con pérdida importante
de empleo, y sobre todo con la acometida de la progresiva pérdida de derechos
sociales que fueron ganados con anterioridad, hasta el punto de cuestionar el
propio “Estado Social” (o de bienestar) y su propio sistema de prevención social.
Pues la conjunción de ambos factores
(crisis económica y desafección sindical) resulta letal para las garantías sociales de los trabajadores,
al tiempo que pone de manifiesto que la acción sindical en España, y particularmente
la llevada a cabo por los dos grandes sindicatos UGT y CCOO, no sólo ha
resultado ineficaz, sino que posiblemente haya sido muy mejorable, y por ende
sumamente criticable, al haber ido perdiendo su labor de defensa de los
trabajadores, en razón de un progresivo incremento de la burocracia sindical de
porte cada vez más institucional con intereses propios distintos de los de los
trabajadores, dado que han funcionado como empresas intermediarias de servicios
(formación, turismo, viajes, seguros, ocio, etc.) con preferencia a la atribuida
acción sindical de empresa, a pie de obra, junto a los trabajadores y por
ellos.
El actual modelo sindical basado en
la hegemonía CCOO-UGT ha traído consigo la indeseable burocratización del
sindicalismo, su institucionalización y con ello la emergencia de intereses
propios de la misma institución que interfieren y deforman la defensa neta de
los intereses de los trabajadores, lo que les hace ineficaces en la lucha por
el mundo del trabajo, y lo que es peor, de dudosa credibilidad por la clase trabajadora,
que se siente atendida parcialmente –en la medida en que la defensa de sus
problemas no comprometan los intereses institucionales y estratégicos de la
propia organización sindical-. A tal punto, ha llegado que con su
institucionalización (financiación pública incluida, son vulnerables a la
presión externa, especialmente de un Estado providente, que en manos de
cualquier gobierno puede hacerles menguar en sus reivindicaciones sociales,
como parece haber sido el caso).
Por consiguiente, ahora que se cuestiona
el apalancamiento del bipartidismo en la política, también se cuestiona el
propio apalancamiento del sindicalismo hegemónico (CCOO-UGT), debiendo dar paso
a alternativas que rompan un statu quo de reparto de papeles sociales, para que
la defensa del mundo del trabajo –tan gravemente mermado en los últimos años-
se presente con mayor autenticidad y convicción. Pues ese sindicalismo
hegemónico (CCOO-UGT) desde el punto de vista de la institucionalización en el
sistema político ha llegado a desempeñar el hueco de sindicalismo burocrático
tutelado de la vieja Central Nacional Sindicalista (la CNS del franquismo),
aunque se aduzca que es otro planteamiento, es cierto, pero la actual deriva
institucionalizadora y burocrático-dependiente de CCOO-UGT evoca el
posicionamiento de “sindicalismo del régimen” que en aquellos años tuvo la CNS.
Y para ese viaje, no hacen falta alforjas. ¡Qué diría Marcelino Camacho, o
Nicolás Redondo de la deriva burocrática de sus respectivos sindicatos!.
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