La guerra civil en Siria, junto
con el creciente hostigamiento sobre el Estado de Israel por parte de Irán, y
los conatos de enfrentamiento con yihadistas radicales procedentes de Egipto en
el Sinaí, está dando lugar a una escalada prebélica en la zona.
El prolongado discurso belicista
y antisionista del Estado persa, que ha declarado en varias ocasiones su
pretensión de echar a los judíos al mar, en un juego de hostilidades contrarias
al Derecho Internacional y a la convivencia pacífica entre los Estados, ha
supuesto que los persas acojan una equívoca defensa del islamismo radical
chiita –facción no mayoritaria del islám- para alcanzar el desarrollo de su
armamento nuclear y procurar cierto grado de liderazgo en esta caliente zona
clave en la geoestrategia mundial.
El transcurso del tiempo, con
fallidos controles internacionales de la carrera armamentística nuclear iraní,
junto con la indecisión de la Administración Obama, han llevado a que el Estado
persa se encuentre concluyendo su fase de culminación y transformación como
nueva potencia nuclear, lo que conlleva un importante peligro por el
desequilibrio geopolítico de la zona tan sensible, sobre todo por la manifiesta
hostilidad iraní hacia el Estado de Israel, en lo que pretende justificar su
política armamentística y disimular su pretensión de convertirse en un país
influyente en la zona de medio oriente.
Por consiguiente, no es extraño
que el Estado hebreo –única democracia moderna al modo occidental de la zona-
haya tenido que precaver nuevamente ante tanta hostilidad de la vecindad, al
punto que en los últimos días se están alcanzando significativas medidas
gubernamentales que plantean un ambiente prebélico, de la mano de la concesión
de poderes extraordinarios a su jefe de gobierno Benjamín Netanyahu, lo que
unido a la adopción de medidas de seguridad civil y provisiones armamentísticas
hace que la escalada de tensión esté llegando a un punto de acción militar,
para frenar las amenazas iraníes que Israel no se toma en vano.
Además resulta significativa la
reciente visita de Hillary Clinton a Turquía –aliado de la OTAN en la zona- que
aunque ha tenido un reciente incidente diplomático con Israel, sin embargo es
una pieza clave en ese escenario geoestratégico de alta combustión, lo que hace
pensar que así Turquía mantendría su posición pro occidental olvidando pequeñas
diferencias pasadas con el Estado hebreo. Pues ni a Israel, ni tampoco a Turquía
le interesa el crecimiento belicista de Irán, y mucho menos su perniciosa
influencia en el conflicto civil sirio, cuya resolución cada vez parece más
inclinada hacia una victoria insurgente, si bien genera serias dudas sobre el
grado de tensión que podría añadir si se hicieran con el poder radicales
islámicos –algo no del todo desdeñable, según las confusas informaciones
procedentes de Siria-.
Pero si EEUU e Israel no toman
cartas en el asunto del armamento nuclear iraní, pronto contaremos con un nuevo
Estado nuclear especialmente hostil hacia Occidente, y lo que representa, con
mayor influencia desestabilizadora en la zona de Oriente Medio, crecido desafiante, lo que entraña un alto riesgo
para la paz mundial, y sobre todo para la geoestrategia de la sensible zona
petrolífera que podría conllevar un nuevo problema económico mundial. Ello sin
contar con el potencial incremento de conflictos locales, latentes en los
últimos años como los de Palestina, Líbano, e incluso Egipto –con el giro
político que ha tomado, y las tensiones entre el poder político y militar
actuales-.
Por consiguiente, ante la cada
vez más inoperante ONU –incapaz de tomar la menor decisión, si quiera por
humanidad en el conflicto civil sirio, por los vetos ruso y chino-, tendrá que
intervenir EEUU junto con la UE y la OTAN para parar el belicismo iraní con su
pretensión de ser potencia nuclear. De lo contrario, tendremos una
peligrosísima escalada de violencia en la zona con graves repercusiones
mundiales. Así las cosas, y sin perjuicio de considerar derechos pretéritos del
pueblo palestino, en el momento actual, el Estado de Israel supone un auténtico
valladar en Oriente Medio, de avanzadilla de las democracias occidentales, en
un mundo árabe que culturalmente aún no ha conectado con la filosofía de las
libertades individuales y públicas, y menos aún con su práctica.
Consecuentemente, Occidente no debería dejar en la soledad al Estado hebreo –cuya
cultura también tiene su origen en Oriente, pero sin embargo, ha sido capaz de
evolucionar hacia la modernidad en su conjunto- y cuya situación actual tiene
su fundamentación en las normas y acuerdos internacionales. Aunque haya tenido
que responder violentamente ante acciones terroristas armadas contra su
seguridad y la de sus ciudadanos.
Así convendría que la Comunidad
Internacional hiciera ver su firme disposición al mantenimiento del orden, y su
decidido compromiso por la paz y el desarme, junto con la defensa determinante
de los derechos humanos, para lo cual algunas naciones árabes habrían de evolucionar
más en prácticas democráticas respetuosas con las minorías, dejando las
teocracias en la historia, para acabar de entrar en la civilización del S. XXI.
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