La nueva ley de educación del ministro Wert
representa un nuevo intento de instrumentalizar políticamente la educación
según una finalidad ideológico-político, que en este caso es claramente un
instrumento de “cierre social”.
La educación ha sido una de las escaleras sociales
más utilizadas para la movilidad social en nuestras sociedades avanzadas, pues
el hecho de formarse un currículo académico de cierta entidad llegaba a
garantizar un buen empleo, y consecuentemente ello solía suponer un ascenso
social.
En las sociedades industriales y postindustriales la
movilidad social se correspondía con el grado de mérito social conseguido, a
diferencia del método que se utilizaba en la antigua sociedad que por medio de
la adscripción social cada persona permanecía vitaliciamente en el estado
social que correspondía al de su nacimiento, pues el mecanismo de cierre social
era férreamente custodiado por una aristocracia nobiliaria que no permitía el
ascenso social.
De tal modo, que el mérito vino a ser un adecuado y
conveniente mecanismo de ascenso social en una sociedad cada vez más dinámica
entre las distintas clases sociales, a lo que contribuía decididamente el grado
de formación que el individuo tuviera para acceder a un mejor empleo. Pero con
el transcurso del tiempo, y la puesta en práctica de las políticas de igualdad
de oportunidades –mediante sistemas de ayuda social y de becas de ayuda al
estudio- el acceso a la educación, que era fundamental para el ascenso social,
se fue haciendo cada vez más generalizado, con la consiguiente inflación de
titulados y el incremento de las dificultades de acceso a los mejores empleos –cada
vez más disputados, y cada vez más difíciles de conseguir-.
Acaso sea por este motivo último, en el que tal
dificultad de acceso a los mejores empleos –que llegaron a democratizarse por
el acceso masivo a la enseñanza superior- se ha considerado que habría de
corregirse y en tal objetivo se ha trabajado en el diseño de un currículo académico
más complejo, con mayores rigores de acceso y mantenimiento, especialmente en
lo tocante a poder acogerse al sistema de becas, para el que los requisitos se
han elevado al extremo de limitar el mismo a cuantiosos contingentes de jóvenes
estudiantes, que por necesidades económicas familiares habrán de abandonar su
formación universitaria, lo que acabará favoreciendo el acceso de los
económicamente fuertes a los grados académicos y sus especialidades (tanto en
las discretas Universidades Públicas, como en las costosísimas Universidades
Privadas, normalmente más favorecedoras de la promoción interna de su
alumnado), y ello conllevará que se relajen las tensiones de acceso a los
puestos de trabajo más preeminentes al bajar la presión del número de
candidatos, de los que se habrán descolgado claramente los económicamente más
débiles.
Y así de esta manera, se vuelve a dar una “nueva
vuelta de tuerca” al “cierre social” que impediría por dicha vía el ascenso
social. Toda una maniobra que parece de diseño, y que es sumamente injusta pues
vulnera el principio de igualdad de oportunidades que se encontraba en la base
de todo el sistema educativo nacional.
Ciertamente es indignante que la educación, fundamento de una sociedad libre, fuerte, no manipulable, se haya convertido, como todo, en moneda de cambio. Podrida es la ley Wert, y podridos los manipuladores encubiertos.
ResponderEliminarConozco personalmente el caso de una chica muy valiosa, de excelente expediente académido, pero familia humilde, que se va a ver tristemente afectada por esta maldita ley, a no ser que su madre, haga horas extras laborales (si es que puede encontrar trabajo), o ella misma, dedique su valioso tiempo a dejarse explotar en trabajos basura.
NO HAY DERECHO, PORQUE EL DERECHO A LA EDUCACIÓN QUEDA VULNERADO SI EL SEÑOR WERT (que significa "valor" en alemán) DE-VALÚA nuestra sociedad a los límites de la esclavitud.