Tras la jornada electoral,
concluida la larga campaña propagandística de las opciones en liza y vistos los
desiguales resultados que arrojan las urnas, cabría hacer un análisis sereno y
concienzudo de estos resultados que reflejan una dispersión del tradicional
voto en diversas fuerzas políticas –algunas de ellas de nueva creación- y dan
lugar a un Congreso fragmentado sin claras mayorías, que obligará a dialogar
para hacer las necesarias componendas que se traduzcan en políticas concretas
de gobierno, como se corresponde al sistema parlamentario que rige nuestro régimen
constitucional.
Ante esta realidad, no parece muy elegante confundir a la
ciudadanía reclamando la formación de gobierno para el grupo más votado (que es
la minoría mayoritaria, dado que ninguno ha logrado mayoría absoluta), y en razón
a las reglas del juego democrático del sistema parlamentario (que elige
diputados –no gobierno-) habrán de ser los diputados los que traten de generar
una mayoría estable de gobierno en el seno de la cámara legislativa para la
generación del ejecutivo. Y tal proceder –guste más o menos- es el que responde
al sistema constitucional que se pactó en la transición, del que ya se sabía
que conlleva épocas de mayor estabilidad e incluso mayorías absolutas y épocas
de inestabilidad por la ausencia de tales mayorías, que han de generarse con el
ejercicio paciente de diálogo y subsiguiente negociación para lograr acuerdos. En
los primeros casos, se le critica por los “rodillos” de gobierno en los que una
mayoría en el gobierno da la espalda a la oposición, hasta su casi total
anulación (que apenas puede operativizar su labor constitucional de control de
gobierno, dada la frágil división de poderes del Estado con la que se construyó
y desarrolló el sistema constitucional español de la transición); y por el
contrario, tenemos el polo opuesto, ausencia de mayorías y fragmentación
parlamentaria con débil gobernabilidad. Cuestión distinta es que se planteara
una revisión constitucional y un subsiguiente cambio hacia un sistema
presidencialista.
En tal marco constitucional, con una ley electoral que
prima a los dos partidos más votados (junto a la concentración del voto –en un
claro favorecimiento de nuestros ingenuos constituyentes, de los nacionalismos
separatistas, pues ni con eso se han contentado-), nos lleva a una injusta
hiper-representación política de los dos partidos más votados (de ahí que el
sistema electoral favorezca de raíz el bipartidismo) y a los partidos
nacionalistas (catalanes y vascos en permanente pugna soberana con el Estado
Nacional de España) que los posiciona la mayoría de las veces como árbitros
dirimentes de la formación del gobierno de España –del que paradójicamente pretenden
desvincularse-, lo cual ha sido nocivo para España y en los momentos actuales
puede resultar incluso letal.
Por consiguiente, la formación de gobierno en esta
situación tan fragmentada es muy complicada, requerirá mucha negociación,
humildad, generosidad de miras, etc., sobre todo si no se quiere “rendir plaza”
a los enemigos del Estado, cuyas condiciones para obtener su apoyo son en
principio y quizá de forma invariable, contrarias a la esencia misma de la Nación
Española. Lo cual, habría de prevenir a los próximos estadistas para un acuerdo
de Estado de urgente reforma de la Constitución (sobre su sistema de gobierno,
la legislación electoral, el sistema territorial del Estado y la defensa clara
del “Estado Social” –que parece estar en el fondo de este complejo resultado
electoral-).
Dicho lo cual, cabría reflexionar sobre el cambio
producido en la sociedad española para dar cabida a nuevos actores políticos en
el marco de una profunda crisis económica y política. Pues tal hecho revela,
que a una parte importante del cuerpo electoral no le han satisfecho las
soluciones dadas por los partidos tradicionales de gobierno (PP y PSOE), en el
caso de los socialistas por su trágico final –que negando la crisis, dejaron al
país al borde del colapso económico y hubieron de plegarse a los “poderes fácticos
mercantiles”-; y en el caso de los populares, por una gobernabilidad vicaria
(según los dictados de Bruselas y Berlín, que ha primado los intereses de los
acreedores de la deuda española a los propios españoles víctimas de la crisis
económica), que carente de sensibilidad social hizo recortes sociales (cuando más
necesarios eran los servicios públicos) y rescató económicamente a parte de la banca
española, condonando fiscalmente, también a grandes defraudadores fiscales,
manteniendo un sistema fiscal profundamente injusto y una arrogancia de
gobierno que le ha indispuesto con parte de los actores políticos de la oposición
y de los territorios periféricos en contestación (Cataluña, País Vasco, etc.),
que ahora le cierra puertas para los necesarios acuerdos de gobernabilidad.
Pero sobre todo, por la comprensiva –y hasta
condescendiente- actitud en relación con la corrupción política de ambas
formaciones, a una de las cuales se le ha colado hasta el “tuétano” la infección,
pese a su indecente disimulo. Todo lo cual, ha estado reportando a la ciudadanía
un “mensaje político pre-fabricado”, artificial, de poca convicción y solidez,
en definitiva poco creíble. De ahí la pérdida de votos de ambas formaciones y
del consecuente protagonismo en la vida política actual, que le obliga a
compartir espacio y poder político con nuevas formaciones que han surgido del “tremendo
enfado popular” por tal grado de “autismo político”, falto de coherencia y
sinceridad.
Y es que si al PP le envolvían sus casos de corrupción
nacional, madrileño, valenciano, etc; al PSOE le ocurría lo mismo con los ERE´S
de Andalucía. Pero sobre todo, ha sido su falta de reflejos políticos para
reaccionar con rapidez contra estos hechos, junto al distanciamiento de la
calle, que ha reflejado hasta insensibilidad en casos tan dramáticos como los
desahucios hipotecarios (sin dar alternativas sociales al problema de la
vivienda, que se reconoce como mero “adorno constitucional”, y lo que es peor,
negándose a un cambio de la ley hipotecaria que reconozca la “dación en pago”).
Sin embargo, viendo la génesis y trayectoria de las dos
nuevas alternativas en liza (CIUDADANOS y PODEMOS) habremos de convenir que son
dos soluciones de repuesto por la derecha y por la izquierda, respectivamente,
que obligará a PP y PSOE a definir mejor sus posiciones y a hacer apuestas políticas
más claras, dado que la ambigüedad habitual en la que han estado moviendo
(tanto por la derecha –el PP- como por la izquierda –el PSOE-) no da la
respuesta política que esperaba su base electoral, de sintiéndose abandonada ha
ido al reclamo de las nuevas formaciones.
Aunque tanto CIUDADANOS como PODEMOS habrán de ajustar
mejor sus posicionamientos, ya que mientras la primera ha jugado a un centro
izquierda para “pesca electoral” por el centro en ambos “caladeros” de derecha
e izquierda, su naturaleza política liberal le ubica indefectiblemente en un
centro derecha, lo que obliga al PP a recomponerse mejor en su ámbito de
derechas, o a fagocitar a la formación de Rivera, si sigue mostrando su
imprecisión neófita, falta de vertebración y compromiso ideológico (ya que no
puede ser un refugio de “fugas ambidiestras”), ni como aún se muestra un “partido
de aluvión” –mero cartel electoral-.
Por su parte PODEMOS –que también jugó al enmascaramiento
ideológico, con su inicial idea de “transversalidad”- tiene la facilidad de
llegar a los “desheredados” de la crisis, acaso analiza adecuadamente la
situación política y social (pues no le faltan expertos sociales en sus filas),
pero su génesis asamblearia puede darle algún que otro problema de liderazgo,
además de que para recomponer la izquierda española (que sería la gran empresa
que habrían de acometer) habrían de abandonar cierta “mitología de la épica
comunista” y girar hacia un “eurosocialismo” propio de los Estados del Norte de
Europa que asiente el “Estado del Bienestar” a todo trance y defienda a la
clase trabajadora de este país sin ambages y con dignidad.
De unos y otros depende su futuro próximo en la escena
política española y sobre todo el destino de los españoles que ya va siendo
hora que merezcamos justicia, dignidad, paz y respeto.
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