El trágico terremoto de Lorca, con casi una decena de víctimas mortales, dos centenares de heridos, y multitud de daños materiales, entre los que destacan la destrucción de un alto porcentaje de los inmuebles de la localidad, personas fuera de su hogar, durmiendo en viviendas de familiares, amigos, o incluso al relente de la noche, en los diversos campamentos de afectados erigidos en la ciudad, ha perjudicado ostensiblemente la normalidad de esta ciudad, comprometiendo seriamente su presente y su futuro.
Un simple recorrido por la ciudad muestra el alcance de la tragedia. Pues a las víctimas personales directas, que han resultado fallecidas o heridas, hay que añadir las víctimas de los destrozos en sus viviendas y medios de trabajo, que son una ingente cantidad de personas. De una u otra manera, podríamos decir que ha dejado afectada a toda la población, en mayor o menor entidad.
Algo que compromete económicamente de forma seria la solvencia de muchos de los afectados, que se encuentran sin casa o con ella muy dañada, y en muchos casos pagando sustanciosas hipotecas. Algo trasladable a los negocios de comercio, industria o de cualquier otro tipo. Punto en que se precisará algo más que palabras y buenas intenciones por parte del resto de la sociedad –políticos incluídos-. Gestos en los que se manifieste la solidaridad humana y la justicia social, concretados en ayudas económicas específicas.
No obstante, nos tememos –como se temen muchos lorquinos afectados-, que cuando pase este tiempo de conmoción, de ser el “foco público” de la actualidad, que ha llevado al lugar a dirigentes políticos de uno y otro confín; todo se quede en el trámite ordinario previsto para las catástrofes, y toda esta parafernalia de solidaridad se remita al estado de tramitación administrativa pendiente, con su frialdad, y su habitual lentitud. Especialmente, en unos momentos en que la crisis económica también ha hecho sus estragos en el país.
En este sentido, son de elogiar las declaraciones del Presidente Valcárcel afirmando que estos campamentos de acogida tengan un carácter de mera provisionalidad, y no se conviertan en campamentos de refugiados. Pues si se cumpliera este deseo del Presidente, será probablemente porque los acogidos en estos campamentos han sido convenientemente realojados en sus viviendas restablecidas, o en otras dependencias que hagan las funciones de vivienda, conformes a los requerimientos que la dignidad humana impone.
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