Este año,
el día de la hispanidad ha sido celebrado –como fiesta nacional- con la
habitual parada militar y subsiguiente recepción real en el Palacio de Oriente
en Madrid, en tanto que en Cataluña ha emergido una gratificante como inusual
manifestación de identidad hispana que ha reunido a varias decenas de miles de
personas en Barcelona, que aflora el silenciado sentimiento de identidad
española de gran parte del pueblo catalán, que se siente a la vez catalán y
español.
Tal hecho
es una “brisa de aire fresco” en la sofocación a que ha sido sometida cualquier
tipo de identidad no catalanista en Cataluña por parte del nacionalismo catalán
en el poder durante más de tres décadas, en que se han dedicado a invertir el
sentimiento popular en la dirección de un nacionalismo catalán secesionista
como discurso y propósito político que trata así de emerger de la mediocridad
de la oferta política que tiene la sociedad catalana.
Así de esa
forma el catalanismo político secesionista se evade de la realidad diaria de la
sociedad catalana, en cuanto a los problemas económicos de llegar a fin de mes
dentro de la grave crisis económica que estamos padeciendo, como también elude
sus responsabilidades políticas de casos de corrupción política que le
afectaron, para inocular una alta emotividad al pueblo catalán –que en gran
medida responde a un mito nacionalista, que a la realidad histórica- que en
nada contribuye a la pacífica gobernación desde la leal colaboración con el
resto de los pueblos de España.
Fruto de
ello, fue la multitudinaria manifestación catalanista del 11-S, festividad de
la diada catalana, que tuvo una amplia difusión y apoyo desde el poder
autonómico nacionalista de la Generalitat –según el diseño de CIU y ERC, con la
contemplación comprensiva del PSC- que en tono festivo y apariencia lúdica se
mostró el general sentimiento cultural catalán de gran parte de la ciudadanía,
aparentemente manipulada por la oficialidad nacionalista que rige una desleal
gobernación autonómica con el conjunto del Estado.
Por
consiguiente, esta manifestación de celebración de la hispanidad en Barcelona
aporta una novedosa iniciativa de hacer patente un silente sentimiento de gran
parte de la población catalana de sentirse catalán y español, que fue desterrada
de la esfera pública por el nacionalismo catalán. Y puede representar una
iniciativa a la que se sumen miles de catalanes, que hagan ver a los
nacionalistas la realidad plural de sentimientos e identidad del pueblo
catalán, y la necesidad de respetar una más que probable mayoría silenciosa –que
habitualmente no se pronuncia contra el nacionalismo secesionista, para
evitarse problemas de convivencia-, que haga factible una reconducción de la
cuestión catalana dentro del marco constitucional –como se corresponde a la
legalidad vigente- para el logro de una pacífica convivencia que provea por un
Estado fuerte en el contexto internacional, justo y solidario en el ámbito nacional.
Aunque no
es del todo probable que Artur Más rectifique en sus pretensiones
secesionistas, pese a esta manifestación de cohabitación catalana en el
interior de una España plural y democrática; por cuyo motivo, habremos de
esperar la deriva de nuevos acontecimientos, como la anunciada manifestación el
día de la Constitución, de este silente sector de la sociedad catalana, con que
pretenden hacerse valer y respetar por los nacionalistas ante la pretensión
secesionista de estos.
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