sábado, 22 de marzo de 2014

ADOLFO SUAREZ: “HOMBRE CLAVE DE LA TRANSICIÓN”


Adolfo Suárez González está batiendo su último combate en este mundo, lo que nos lleva a tenerle presente en estos momentos de su despedida, desde el recuerdo emocionado, por ser una de las personas claves en la transición política que rindió un extraordinario servicio a su País.
Hay que recordar que Suárez era un hombre joven que venía del interior del propio régimen franquista, en el que había emergido de la mano de otro importante personaje del mismo, Fernando Herrero Tejedor, que siendo gobernador civil de Ávila lo reclutara para servir juntos en sucesivos destinos políticos de los años sesenta. Alineándose así en la corriente reformista del propio régimen franquista que era consciente que tras Franco no se podía perpetuar el franquismo –con una España políticamente dividida tras la guerra civil, y en un entorno internacional en el que no se admitía la concurrencia de ningún país que no fuera homologable democráticamente, especialmente en la ansiada CEE de entonces-.
Consecuentemente, en ese grupo del régimen, junto con otros demócratas del interior y del exilio, hubo de poner sus objetivos el nuevo monarca, que también emergía del mismo régimen, aunque tenía que homologarse según los parámetros políticos democráticos y del tradicionalismo monárquico según su propia legitimidad histórica que le correspondía al Conde de Barcelona en su exilio portugués. Toda una gigantesca operación de ingeniería política que se hubo de urdir en ese reducido ámbito para poder hacer un proceso moderno de transición política que no fracasase entre el inmovilismo del mismo régimen franquista –que no facilitaría la labor- y el ansia participativa de políticos ajenos a aquel con los que había que contar para normalizar la situación político-institucional del país. Siendo claves las figuras del Rey Juan Carlos, que asumió como propia tal necesidad de evolución política, el propio Adolfo Suárez, y sobre todo Torcuato Fernández Miranda, preceptor del Rey y figura clave del diseño político-constitucional de la transición.
Ni que decir tiene, que Suárez no era de las figuras destacadas de la pretransición que hubieran hecho albergar cualquier sugerencia que fuera este el que liderara el delicado proceso político, pues en la elección de presidente del gobierno de entonces, se le presentaba al Jefe del Estado una terna y este elegía entre los propuestos, llegando a ser propuesto Suárez en esa terna y elegido por el Rey, tras un gobierno inmovilista de Arias Navarro (que estaba en el sector más conservador del régimen, compatible con la monarquía) en el que Suárez figuraba casualmente como Ministro Secretario General del Movimiento (equivalencia del máximo comisariado político del “partido único” en el Consejo de Ministros), lo que hacía pensar en la idoneidad de su nombramiento para relevar a Arias, que dio con el titular de un importante medio de prensa: “¡Error, inmenso error!”. Así se percibió en los primeros momentos.
Posteriormente se supo que Suárez estaba en el grupo de los reformistas del régimen, siendo hombre capaz, astuto y dado a transacciones y acuerdos, que no había luchado en la guerra civil –dada su juventud-, que le hacía la persona idónea para convencer a los propios y ajenos, y sobre todo de seguir el guión trazado por Fernández Miranda junto al Rey.
Fueron años sumamente difíciles, en los que se dio el inédito hecho de que un régimen político se hizo voluntariamente el harakiri con la aprobación de la Ley de la Reforma Política, que fue aprobada mayoritariamente por las Cortes franquistas, a propuesta de Suárez, que daba paso al inicio de un proceso constituyente con convocatoria de Cortes generales a tal fin, dando pie a la progresiva legalización de todos los partidos políticos (incluidos los comunistas que generaron grave tensión en el régimen, con dimisión del ministro de marina, y cierto “ruido de sables”, ya que algunos militares acusaban a Suárez de haberles engañado con la Ley de la Reforma Política).
En tanto, mientras reformaba todo un régimen político y lo guiaba de la dictadura a la democracia, creaba su propio partido político (UCD), que aglutinó importantes figuras políticas del momento, en torno a la carismática figura política de Suárez, al que la ciudadanía confió la gobernación del país durante dos legislaturas. Pero las incongruencias internas de UCD, los personalismos de algunos de sus barones, aprovechando el desgaste político enorme que Suárez estaba padeciendo al liderar el fenómeno de la transición, con las propias tensiones entre los inmovilistas y los rupturistas del antiguo régimen, unido a una canalla acción terrorista de ETA, y a un considerable repunte de la crisis económica de mediados de los setenta, con una oposición socialista ávida de poder, llevó a Suárez a presentar su dimisión como jefe de gobierno.
Tal hecho no estuvo exento del abandono que padeció Suárez por parte de los poderes fácticos del país (ejército aún ideológizado, castigado por una fuerte ofensiva terrorista, y la banca ante un elevado índice inflacionista que llegó a rondar el 25% en algunos momentos, que obligaba a llevar a cabo duros e impopulares ajustes económicos, según se plasmó en los Pactos de la Moncloa cuyo artífice fue Enrique Fuentes Quintana, en el equipo económico del gobierno, junto con Fernando Abril Martorell), que acabó –como se sabe- en el torpe golpe de Estado del 23-F, justo cuando se votaba al relevo de Suárez en el gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo.
Después en la despedida, el Rey le condecoró ascendiéndole a la aristocracia con el rango de Duque, y durante algunos años intentó volver a la política activa con una reedición de su proyecto centrista, pues Adolfo Suárez, que era un hombre de gran olfato político sabía que la mayoría social del país estaba en el centro político, donde estaba el gran caladero de votos que otorgaba una desahogada mayoría para gobernar, dado que la gran clase media española se ubicaba políticamente en posiciones políticas moderadas de gestión y estabilidad del sistema político-económico que posibilitara trabajo e incremento de los niveles de vida de la misma, para lo cual tenía claro que había de distanciarse del conservadurismo políticamente tradicionalista y socialmente vinculado a una derecha tradicional, así como de las posiciones de izquierda convulsa, revolucionaria, entre cuyos extremos se tensaría la convivencia, tampoco aceptaba el libre mercado absoluto (actual dogma del neoliberalismo), pues consideraba que los mercados como la economía eran imperfectos y sus perniciosos efectos habían se estar sometidos a corrección política para evitar que dañara el interés general. Así postuló la economía social de mercado, que en posiciones centristas (democristianas o socialdemócratas –que a ambas ideologías acogió en UCD-) suponía uno de los postulados más elementales de la posición política para evitar la generación de grupos sociales marginados. Sin embargo, su vuelta a la política activa, tras el descalabro de la UCD y en plena efervescencia socialista en el poder, no tuvo la acogida electoral que Suárez hubiera merecido, lo que le llevó a retirarse definitivamente y vivir de forma privada y discreta, una vida que no estuvo exenta de sufrimiento por la tragedia que le acompañó en las enfermedades familiares.
Todo un caballero, en lo privado y en lo público, algo que no ha abundado desgraciadamente en nuestro país, ante las oleadas de corrupción política que han acompañado a uno y otro color. Y sobre todo, una persona que aunque ahora se sumen al duelo público muchos, probablemente no le hagan la justicia que en vida mereció, ante el ulterior abandono que progresivamente fue padeciendo de la propia clase dirigente.


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