Hay un
error común que es confundir la acción política con la gestión técnica, pues
aunque esta última sea conveniente herramienta de la agenda política, sin
embargo no es la política, no agota su ámbito de acción. Ni el político ha de
confundirse con un mero gestor o técnico, tal sería la figura del tecnócrata,
variable anómala de la democracia.
Decimos
esto, porque no pocas veces el pueblo habla de que a la política lleguen los
más capaces, y yo corregiría en el sentido de los más honrados, lo que tengan
más espíritu de servicio, que estén dispuestos a atender las demandas de los
ciudadanos y representarlos con honor y dignidad, con práxis ética.
Pues las
Instituciones Públicas ya tienen sus cuadros funcionariales de técnicos en las
diversas materias, que son los que aconsejan a los políticos, por eso los
políticos no deberían de invadir los puestos funcionariales –como lo están
haciendo en la actualidad-, ni los funcionarios deberían incorporarse –como técnicos-
a puestos de naturaleza política representativa, ya que ambas funciones son
diferentes en su origen y en su desempeño. Algo que ya puso de manifiesto Max
Weber en su conocida obra: “El Político y
el Científico” delimitando claramente ambas figuras en el desarrollo de
gestión de lo público.
Tal es
así, que en estos días cuando hemos conocido los resultados de la denominada “comisión
de sabios” que han elaborado una serie de propuestas para la reforma del
sistema fiscal español, por encargo gubernamental, comprendemos bien lo que
decíamos anteriormente, pues el científico aplica los conocimientos de una
ciencia, con su metodología de trabajo, y llega a unas conclusiones, que en
parte se pueden compartir, aunque lo que no parecen compartir ni la ciudadanía,
ni el gobierno, ni la oposición es la propuesta de incremento de la imposición
indirecta (pues proponen una subida generalizada del IVA al tipo máximo del 21%)
que acabaría por hundir el consumo, y con ello el comercio, y la propia
economía. Además de no respetar los principios impositivos de progresividad con
que habría de grabarse la imposición directa (especialmente las rentas del
capital, sociedades, transacciones bancarias, etc., de lo que por cierto no se
propone nada por esos expertos). Lo que nos lleva a hacer también la
consecuente crítica que posiblemente esos “sabios” estén contaminados ideológicamente,
pues han seguido un determinado rumbo ideológico como orientación de sus
análisis y propuestas, que de esta forma se nos tornan ociosas y desaconsejables
por insolidarias e injustas.
En
definitiva, no creemos que hayan aportado nada nuevo a lo que el equipo
económico del gobierno no supiera ya, salvo que haya sido el pretexto para
vender sus recetas neoliberales para seguir hundiendo a la clase media y
trabajadora, incrementar las diferencias sociales y acabar de hundir al país.
¡Para ese
viaje, no hacía falta alforjas…!.
Si
realmente se quiere gobernar para todos los españoles, como gusta decir a los
ganadores de las elecciones, habrían de olvidarse de esas recetas, y poner en
marcha la intuición política que ha de tener quien ejerce el liderazgo
gubernamental de un país para orientarse hacia un rumbo que sea justo, con
menor grado de sufrimiento social, y más equitativo, para eso están las
soluciones políticas de los que cuentan con el apoyo mayoritario de un pueblo
en su conjunto, que no necesitan ampararse detrás de una comisión de expertos
para promulgar medidas impopulares e injustas, conforme al recetario ideológico
de su peculiar parroquia política.
La ciudadanía no ha votado a ninguna comisión de expertos, sino a unos representantes para que defiendan sus intereses. ¡Que quede claro..!.
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