Las sanciones económicas
adoptadas por EEUU y la UE frente a Rusia por la participación que ha tenido en
el conflicto ucraniano, alentando y apoyando a los independentistas ucranianos
pro-rusos, que al parecer fueron los responsables del derribo de un avión civil
dando lugar a la muerte de casi 300 personas, no parece que vayan a salirnos
gratis a los ciudadanos de la UE, por la respuesta rusa en forma de
restricciones comerciales a productos de la UE y EE.UU.
En el ámbito que más directamente
nos afecta a los españoles, y en particular a los agricultores y ganaderos de
levante, van a ser unos de los principales agraviados por las restricciones
económicas rusas, que en forma de cancelación de compromisos y previsiones de
compras de productos agropecuarios españoles, va a infligir al sector un
estimable costo, que se añade al que se viene soportando por los efectos de la
crisis económica que venimos padeciendo desde hace varios años.
Tal hecho ha dado lugar a la
natural protesta de los afectados, que apelan a Bruselas para que la UE adopte
medidas paliativas sobre este revés económico, al tiempo que plantean
soluciones al gobierno español, que aún están por determinar, y a saber si
llegan. Con lo que nos encontramos en un caso nuevo de tensión Este-Oeste, que
recuerdan los de la pasada “guerra fría”, si bien ahora la confrontación pasa
del terreno político al económico (en vez del militar como era antaño), algo
que con ser también pernicioso, no deja de aparentar ser más civilizado.
De tal manera, que este caso pone
de manifiesto a la sociedad occidental que la lucha por los derechos humanos, y
por una legalidad internacional respetuosa con los territorios soberanos y sus
fronteras, tienen un costo, pues no sale de gratis, como no han salido de
gratis las conquistas históricas de derechos sociales y políticos.
En el caso ucraniano y ruso,
interviene además otro componente, que viene siendo igual de nocivo para la
estabilidad de los pueblos en Europa, que resulta del nacionalismo que exacerba
determinadas poblaciones por motivos étnicos, religiosos, o lingüísticos, e
irradia un odio sobre la diferencia de lo propio, imposibilitando la
convivencia multiétnica o pluricultural, y que ya fueron el combustible
violento que activó la guerra balcánica de la extinta Yugoslavia, entre otras.
Si además, como en el caso que
nos ocupa, hay una confrontación de intereses políticos y económicos, junto con
unas dudosas relaciones de vecindad mal resueltas por la segregación de las
Repúblicas de la extinta URSS, el asunto resulta aún más complejo y peligroso
para acabar en un conflicto –como realmente está detonando-, pues para Rusia y
sus intereses expansivos los ucranianos de origen y habla rusa que se encuentran próximos a su
territorio son terreno a abonar para sembrar el virus nacionalista que acabe
descomponiendo al vecino ucraniano, que además arrastra serios problemas
económicos y de gobernabilidad. Y de ello se deriva el indisimulado apoyo
militar a las milicias nacionalistas ucranianas prorrusas, con lo que Rusia
está conculcando la legalidad internacional de no intervención en conflictos de
otro país, al tiempo que con su apoyo militar sostiene una guerra más o menos
larvada en su patio trasero.
Y si además, sus sicarios
ucranianos, como parece, han derribado un vuelo civil internacional por error,
tal hecho es demasiado grave –junto a todo lo anterior- como para que la
conciencia de la sociedad internacional no haga un serio reproche al ambicioso
Putin, que sigue comportándose con el autoritarismo propio de su pasado
comunista, y no sólo no atiende a razones, sino que responde de forma
igualmente beligerante para con la Comunidad Internacional, especialmente
contra quienes ya han denunciado su perversa actuación y los dramáticos
resultados que está cosechando.
Ante esta situación no cabe más
que una opción, bien asumir los hechos como ajenos a la UE, y por consiguiente –sobre
la base de la real politic- no entrar en controversias con el gigante ruso y
seguir nuestros propios intereses comerciales; o por el contrario, advertir al
ambicioso ruso que no todo es válido, que ya ha cruzado la línea de lo permisible,
y que los muertos –especialmente los civiles inocentes de un conflicto que está
alentando- no salen gratis. Claro que en este último caso, nos encontramos que
él mismo también nos devuelve la jugada y nos pasa una dura factura, pero la
dignidad y la legalidad internacional –que posibilitan la paz en el mundo-
tienen un precio mayor que el coste que nos pueda repercutir con un cierre
temporal de mercados. ¡Todo tiene un límite, también en el terreno
internacional..!.
La humanidad tiene numerosos
casos de tibiezas y silencios cómplices que acabaron en tragedias humanitarias,
por el inmoral e ilegal desbordamiento de un determinado foco de poder
expansivo al que no se le puso coto en su debido momento. Pues, en definitiva,
como reza el famoso dicho del brigadier Méndez Núñez: “¡más vale honra sin
barcos, que barcos sin honra!”.
Si, Domingo, todo tiene un límite!. La dignidad y los valores humanitarios no son valor de mercado, ¡aunque para muchos lo sea!.
ResponderEliminarLas leyes de mercado son inmorales dentro y fuera del país, así que DEJEMOS DE VENDER VIDAS.