La dimisión de Alberto Ruíz Gallardón de la
política activa, abandonando el Ministerio de Justicia, su puesto de Diputado y
sus cargos políticos en el PP, en lo que anuncia como un abandono definitivo de
la política, está dando mucho que hablar, debido a que Gallardón era uno de los
activos políticos más notables de la derecha, con una brillante trayectoria
política –aunque no tanto en la gestión pública- en la que siempre manifestó
una importante ambición política, pero en la que no le faltaban importantes y
cada vez más numerosos enemigos políticos.
Gallardón, cuya vida profesional en la
política viene de lejos, de la mano de su padre y del propio Manuel Fraga
Iribarne, se inició como uno de los “cachorros” más preeminentes de la derecha
de la época de la transición, que con el tiempo fue evolucionando hacia
posiciones de gran pragmatismo político en el ánimo de alcanzar y mantenerse en
el poder.
Así con la reorganización de la derecha desde
AP al nuevo PP, con el nuevo liderazgo de Aznar, cuando empezaron a coger
parcela de poder institucional (tras la debacle de UCD, y el deterioro de un
PSOE de tres lustros de poder ) llegó a lograr la presidencia de la Comunidad
de Madrid, que pronto se le antojó poco, aspirando a la alcaldía de la capital
de España que logró seguidamente, donde ha realizado gran parte de su gestión
política, que aunque ha remozado Madrid, sin embargo la ha embarcado en una
inmensa deuda pública local sin precedentes.
Por otra parte, su egolatría y ambición
política le llevó pronto a colisionar con otros compañeros de viaje con los que
competía por el acceso a puestos clave del poder político, dando lugar a una
lucha fratricida con Esperanza Aguirre, a la sazón presidenta de la Comunidad
de Madrid durante años, y actual presidenta del PP madrileño, con ostensibles
enfrentamientos públicos y generación de grupos de secuaces enfrentados en el
PP madrileño, entre los seguidores de Gallardón y los de Aguirre, que tanto
daño han generado en la conveniente unidad y disciplina de partido en el PP
madrileño.
Ultimamente, con el acceso de Rajoy al
ejecutivo nacional, Gallardón no tardó en postularse como ministrable, pues la
alcaldía madrileña se le quedaba corta, y su ambición le llevaba a acercarse al
ejecutivo para abrirse camino en la política nacional, y posicionarse como
alternativa de poder al propio Rajoy, pero acaso su ambición política, su
intemperancia, quizá su falsa confianza en sí mismo y en su poder, le llevó a
presentarse como un “verso suelto”, de hecho su estrategia de imagen hizo que
se presentara habitualmente como liderando el “sector progre” del PP, quizá más
por estrategia política que por convicción buscando la proximidad al centro
izquierda para pescar en el electorado liberal progresista o incluso
socialdemócrata.
Sin embargo, esto último no le impidió asumir
recientemente –ya en el Gobierno- el rol más conservador del PP, promoviendo de
forma muy personal, la reforma de la ley del aborto, que tanta contestación ha
tenido en la izquierda, con su consiguiente reacción en la propia derecha más
conservadora, que ha hecho reflexionar a Rajoy en sus cálculos electoralistas,
para decidirse por prescindir de la anunciada reforma legal del aborto, ante lo
que Gallardón se ha visto desautorizado, políticamente abandonado y en gran
medida utilizado y quemado, ante lo cual ha tirado la toalla y abandonado una
prometedora carrera política, con sus luces y sombras, especialmente en la
gestión, pues si criticada fue su gestión municipal en el Ayuntamiento de
Madrid, no menos lo ha sido su paso por el Ministerio de Justicia, donde logró
enfrentarse a jueces, fiscales, y funcionarios de la Administración de
Justicia, por su ley de tasas judiciales, y también por su reforma de la
oficina judicial, que entre otras cosas ha entregado los registros civiles a
los registradores de la propiedad. Y es que haber aprobado las oposiciones a la
carrera fiscal no conlleva necesariamente tener una buena visión de las
necesidades de la Administración de Justicia, especialmente si apenas se ha
dedicado tiempo en su discurrir biográfico al ejercicio fiscal en los
Tribunales de Justicia.
De todas maneras, como en el caso de la
despedida política de Esperanza Aguirre, que comentamos que no creíamos fuera
definitivo, también nos cuesta trabajo reconocer en el portazo de salida de
Garllardón una decisión definitiva e irrevocable de terminar con una carrera
política que parece haber constituido el leiv motiv vital del mismo, ante lo
que pronto echará en falta su vocación vital política.
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