Hemos venido manteniendo que el PSOE tiene
pendiente su catarsis interna, su necesaria reflexión con la conveniente dosis
de autocrítica de errores y reformulación de su ideario político y
programático, que no es ajeno a la pérdida de rumbo de la socialdemocracia europea,
inmersa en el sistema demoliberal al que ha acabado adaptándose por puras
razones de pragmatismo político, que refleja su desconexión con sus bases
naturales ante su tibieza en la defensa del Estado Social, como han resultado
los casos de Hollande en Francia, Renzi en Italia y Zapatero con Rubalcaba en
España, de los que no se distancia tampoco el actual delfín socialista, Pedro
Sánchez.
Todo ello ha hecho emerger nuevas opciones
políticas, dada cuenta el malestar social por los recortes sociales y la
orfandad de amplios sectores de la sociedad que no se sienten representados por
políticos que se ponen de perfil ante los ataques a sus derechos sociales,
cuando no contribuyen activa o pasivamente a perpetrarlos, en razón al turno de
gobierno que corresponda.
Por eso, actualmente resulta tan difícil a
los socialistas esbozar unos postulados políticos de defensa social, y mucho
más evocar sus orígenes ideológicos laboristas y filomarxistas, pues tal ha
sido la evolución política de sus actuales representantes políticos, que
cualquier parecido con aquella realidad es pura coincidencia. Pues la sociedad
les ve como cooperadores necesarios (en nuestro actual bipartidismo) de un
determinado stablishment político-social y económico, que los de podemos han
identificado como “casta”, que tanto les ha molestado, pero que en realidad
podría también denominarse como elite política, en la que se han conjugado,
parecen estar a gusto y se han conformado con ello, especialmente con los
privilegios sociales, políticos y económicos que conlleva la pertenencia a esa
elite o casta, siendo los seguidores de la misma, habitualmente agraciados con
la pedrea en el reparto del poder político tras los procesos electorales. Ese
es el conformismo pragmático que puede ser el motivo de último de su crisis
política.
Pero entre tanto, la elite socialista en
nuestro país, sigue sin querer ver la realidad de un profundo cambio social que
se ha generado con la crisis económica, con los sufrimientos por los recortes
sociales, con la rabia por las injusticias, por los casos de corrupción
política del arco político, y porque el sistema del bipartidismo de la
transición, junto con parte de sus instituciones centrales y autonómicas están
seriamente tocadas por la falta de credibilidad social; y sin embargo, apuestan
por un pequeño giro, pequeño cambio político, más estético que de otra
naturaleza, sin hacer el análisis profundo que habrían de haber hecho para
poner soluciones, pues ya se sabe que a grandes males, grandes remedios. Pero,
no. Se han limitado a cambiar al Secretario General y su cúpula ejecutiva.
Así ante la patente falta de reflexión en
profundidad, se sigue manifestando en la superficialidad, en la epidermis de
los problemas, pues salvo en la propuesta seria de negociación política para
evitar la confrontación catalana, la mayoría de las propuestas de Sanchez no
dejan de ser ocurrencias, o al menos lo parecen. En pleno conflicto
internacional en Oriente Medio, que amenaza la seguridad en el Mediterráneo,
con la propagación del islamismo radical que está reclamando la reconquista de
Al Andalus (nuestra España), no se le ocurre otra cosa que proponer la
eliminación del Ministerio de Defensa. ¿Qué político responsable, o ciudadano
mínimamente sensato apoyaría tal parida?, ¿Quién defendería a España en caso de
cualquier conflicto armado?. Parece estar influido por el antimilitarismo
secular de una progresía ibérica irresponsable y utópica.
Pero por si esto fuera poco, propone que se
celebren funerales de Estado para las víctimas de la violencia de género. Según
esto, para que no se diera una discriminación positiva habría que proponer la
multiplicación de funerales de Estado por cualquier otro tipo de suceso con
resultado mortal que tuviera cierta extensión y entidad numérica anual, como
serían también los accidentes de tráfico, etc.
Además de las consabidas promesas de subidas
salariales al profesorado, con la implantación de un “MIR docente”, que da la
impresión que no resulta una medida muy madurada, pues no se dan más detalles de
procedimientos, costos de trabajo en prácticas, cuadros docentes-tutores de los
mismos, etc. Y sobre todo no se habla del alcance de la partida presupuestaria,
en tiempos en que su gobierno socialista de Zapatero hizo aplicó recortes
sociales y salariales (recordemos que bajó los sueldos a los funcionarios,
subió el IVA, eliminó deducciones del IRPF, congeló pensiones, y retrasó la
edad de jubilación, entre otras medidas). Por cuanto, su propuesta se nos
antoja un mero “brindis al sol” electoralista, algo que ellos mismos critican en
algunas de las propuestas de su adversario PODEMOS. ¡Qué casualidad!.
Aunque lo peor está por llegar, pues si
previsiblemente se cumplen los vaticinios de los sondeos electorales, puede que
el PSOE tenga en su mano la oportunidad de aliarse con el PP o con PODEMOS, y
llegado ese punto la decisión será muy compleja de tomar. Naturalmente, si
antes, el propio PSOE no coge la iniciativa política, reformula su posición
seriamente, y apuesta en firme por la defensa del “Estado Social”, caiga quien
caiga, y frente a quien sea (baronías, elites, castas, y demás prebendados) y
se decide por una verdadera regeneración democrática más abierta,
participativa, libre, y justa, presentándolo así ante la opinión pública sin
trampa ni cartón, recogiendo en primer lugar a los propios militantes
defraudados, que se crean de veras el proyecto y lo difundan a los cuatro vientos,
marcando liderazgo de alternancia auténtica, en vez de mero relevo temporal.
Sin embargo, la opción –que ha postulado
algún egregio barón socialista- de la coalición gubernamental PP-PSOE (a la
alemana), creemos que sería la defunción del socialismo español en formato
PSOE, pues el PP actuaría como el boxeador noqueado que abraza a su
contrincante para no caerse, aunque finalmente puedan caer juntos a la lona.
Además que sería tanto como reconocer que ni hay alternativa, ni la ha habido,
que todo ha sido un sistema de elites o casta con su correspondiente
alternancia. Algo que no se podría afirmar realmente en la transición, ni en
los primeros gobiernos socialistas, no así después, con la ruptura de la UGT de
Nicolás Redondo y los reajustes de la política económica de Solchaga y
sucesores.
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