Desde hace años nos encontramos con una doble vertiente de la Navidad, que probablemente conlleven dos formas de entender el mismo fenómeno, de una parte la celebración religiosa del misterio del nacimiento del Hijo de Dios, y de otra parte, la celebración social –que con ocasión de esta festividad, la de año nuevo y reyes- llevan a que en nuestro entorno social se realicen una serie de actos hedónicos y consumistas que nada tienen que ver con la rememoración religiosa del misterio religioso.
Por consiguiente podríamos hablar de una doble festividad navideña, la “navidad religiosa” que rememora el misterio del nacimiento del Mesías, que se celebra en familia, pues es ocasión de encuentro familiar, de valorar esta célula social básica, la paternidad, la maternidad, la filiación, los sentimientos de afecto y protección. Y sobre todo la consideración del misterio de la fe, de la persona de Jesucristo, que nos lleva a interrogarnos sobre el sentido de la existencia humana, dentro de la cosmovisión cristiana del mundo. Y que debería de llevarnos a cuestionarnos ¿quién es Jesús para nosotros?, ¿a qué nos convoca?, y ¿qué nos propone?. En definitiva ¿qué atractivo tiene su Evangelio para nosotros en el Siglo XXI?.
En esos planteamientos habría de horadar el cristiano, para tratar de enraizar su fe en su biografía vital, en orden a descubrir una fe liberadora, una luz que alumbra la existencia, y un camino que lleva al encuentro eterno con Dios, en un ámbito de paz y bien; consecuencias de la verdadera conversión a la fe cristiana, que debe ser respetuosa con cualquier ámbito de fenomenología religiosa, para poder vivir en plenitud la fraternidad humana y la filiación divina. Como es natural, todo ello resulta superador de una práctica religiosa natural, que también es necesaria si es consecuente, pero que no es la esencia de la fe, pues vivida de forma inconsecuente puede juzgarse inmadura, sensiblera, mojigata, cuando no hipócrita por incoherente con el propio mensaje evangélico.
La otra forma de vivir la festividad navideña sería la “navidad pagana”, o “navidad de sociedad”, desprovista de la raíz religiosa –o considerada esta de forma muy superficial-, que se sustenta en la celebración de unas fiestas que para el que no lo vive desde la realidad de la fe, ha de darle un contenido particular, para lo cual las nutre de grandes cenas y comidas de familia, amigos, empresa, o meramente sociales, donde el dispendio es grande, en pro del beneficio del placer de unas buenas viandas; junto con ello, el ritual que se sigue es puramente consumista y hedonista, llevando a la compra masiva o casi compulsiva, que llega a ser contradictorio con la propia esencia de la “navidad religiosa”, pues se plantea dentro del objetivo del “carpe diem” en el más puro vacío existencial. Aunque se acompañe de ciertos rasgos de tradición navideña, que en la mayoría de las veces llevan a un “sincretismo” aún más paradójico entre lo religioso y lo pagano, que acaban por desnaturalizar las dos formas de abordar estas fiestas.
Este año, acaso la crisis económica y social en la que estamos inmersos, puedan ser una buena ocasión para relativizar esas fiestas consumistas, meramente sociales y paganas, para reflexionar sobre el verdadero sentido de la Navidad, y empezar a considerar el misterio de fe que se acoge en estas fiestas. Algo así, pudiera ser un encuentro con Dios para quien así lo busque.
A todos, ¡Feliz Navidad….!. ¡Paz y Bien…!.
Yo también creo que existen navidades de diversas tonalidades, y somos responsables de la selección del tono, tanto en Navidad como en el resto de nuestra existencia.
ResponderEliminarDejarse llevar por el huracán consumista, equivale a asumir la inoperancia de nuestros sentidos para mirar, oir, tocar e incluso degustar el trago amargo de las otras navidades. También he escrito una entrada en mi blog acerca de navidades blancas y navidades negras.
Feliz Navidad,para todos, ¡permitámoslo!