La Cumbre Iberoamericana que se acaba de
celebrar en la ciudad española de Cádiz ha retomado el pulso de las cumbres iberoamericanas
–que en las últimas ediciones mantuvieron un nivel plano-, pues se ha
ejercitado la diplomacia española al punto de reactivar el liderazgo político y
moral de España sobre las naciones iberoamericanas.
Este evento bajo el patrocinio español
podemos calificarlo de casi exitoso, especialmente si lo comparamos con otras ediciones de los
últimos años en que se rozó el fracaso por la disgregación de líderes
sudamericanos y el escaso celo de la diplomacia española de entonces. Pero ya
va siendo hora que se plasmen en proyectos estables de desarrollo común y
abierta colaboración, más allá de la mera retórica que las acompaña.
En esta edición han estado representados a
nivel jefes de Estado o primeros ministros, casi todos los países integrantes
de estos eventos, con la excepción de Cuba –en proceso de inestabilidad
sucesoria del régimen de Castro-, Venezuela –con las conocidas dificultades de
salud del presidente Chávez-, y Argentina –como probable protesta por el
affaire de los gobiernos argentino y español en el caso de Repsol e YPF-. Lo
que no parece sea obstáculo a considerar exitoso el desarrollo y las
conclusiones de la cumbre.
La edición gaditana de estas cumbres ha sido
un excelente escaparate de España al mundo, reflejando –que por encima de las
graves dificultades de la crisis económica- nuestro país aún conserva un gran
potencial de crecimiento económico y social, lo que desde el lado sudamericano
se ha entendido convenientemente como una invitación a intensificar la
cooperación económica y política de los países participantes. Quizá sea una
obviedad que casi siempre se afirma, pero no siempre se llega a desplegar
totalmente en el orden práctico.
Sin embargo, en el momento presente en que
EEUU está en una situación de inestabilidad económica, y Europa se encuentra
sumida en una grave crisis económica que amenaza con el futuro de la UE por el
liderazgo egoísta centro-europeo, insolidario con los países más afectados con
la crisis, entre los que se encuentra España; y en que algunos de los países
latinoamericanos se encuentran en pleno despegue económico con estimables
cifras de crecimiento (Brasil, Perú, Ecuador, etc.), parece una estrategia
aconsejable incrementar la cooperación económica con Sudamérica, y acaso
volcarse menos en el proyecto europeo que apunta fracaso, y desprende sólo
insolidaridad y exigencias suicidas de recortes económicos.
Por consiguiente, parece razonable –que sin
renunciar al mercado común europeo, sólo a ese aspecto, en vez del proyecto
fracasado de UE- España se emplee políticamente en la gestación de un área de
especial colaboración con Sudamérica promoviéndolo activamente entre los
líderes políticos de ese ámbito –pese a la diversidad y complejidad política de
la empresa-, pero podría suponer un tirón económico importante para la mayoría
de los países de la zona, y una ayuda impagable para España en estos momentos
crucial dificultad que estamos viviendo.
El Reino Unido lo tuvo claro desde hace mucho
tiempo, y conforme a su especial espíritu pragmático creó la Commonwealth como
comunidad de países que en otro tiempo formaron parte de la Corona Británica,
estableciendo un régimen especial de relaciones entre todos ellos, que se
consideran especialmente unidos.
En tal línea podría ser muy aconsejable que
las tradicionales buenas relaciones de fraternidad hispano-sudamericanas vayan
más allá del verbo cálido y se plasmen en un proyecto estable de colaboración y
desarrollo mutuo, que podría combinarse con el desarrollo e integración en la
idea del proyecto de Mercosur plasmado de forma auténtica y real entre todos
sus integrantes.
Sólo de esa forma, tendrán auténticamente
sentido práctico este tipo de eventos entre ambos lados del Atlántico, que
además también integraría a nuestro vecino Portugal –que como España, se
encuentra en graves dificultades económicas, y ambos padecen la incomprensión
de Bruselas y Berlín-, que en una alianza bien entendida y astutamente dirigida
por un auténtico liderazgo político podría reactivar las economías ibéricas
junto con las fraternas latinoamericanas. Ejercitando con el tiempo, un
liderazgo internacional, del que actualmente carecen los países en cuestión.
Me parece una idea excelente la que aportas. Creo que Iberoamérica tiene mucho más que darnos que Europa, en todos los sentidos
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