El FMI alerta de la probabilidad
que España entre en deflación, señalándolo como un país de alto riesgo al
respecto, e instando al BCE a que adopte urgentes medidas monetarias, en unos
momentos en que el slogan de campaña del PP y de su gobierno es la aparición de
“brotes verdes” en lo que supondría una recuperación económica y consiguiente
salida de la crisis.
Grave mazazo para las
perspectivas electorales del PP, si se llegara a confirmar realmente la entrada
de España en deflación, pues su tranta político de acusación al anterior
gobierno socialista es que trajeron la crisis, no se enteraron de esta, e
incluso la agravaron con sus torpes medidas gubernamentales. Pero a partir de
ahora, se podría decir otro tanto del gobierno de la derecha española, en razón
a que prometieron una solución a la crisis económica, pero incumplieron su
programa electoral, han seguido una hoja de ruta marcada por Berlín y
supervisada por Bruselas, se ha incrementado el paro, se han recortado
servicios sociales, se han tensionado al extremo las relaciones sociales, se ha
perdido tejido productivo, y de tanto ayuno para pagar la deuda nos vemos
abocados a la deflación.
La deflación es una de las
situaciones gravemente temidas por gobiernos y economistas del mundo, porque
supone la caída generalizada de precios para poder vender, a extremos que hacen
ruinoso cualquier tipo de negocio que ha de exponerse a vender a precios de
costo de producción, con lo que la caída de la economía –por falta de ventas,
caída de producción, cierre de empresas y despidos- es la consecuencia de esa
diabólica espiral.
Las medidas habituales para
superar este estado económico pasan por disposiciones monetarias de devaluación
e incremento de dinero en los canales del sistema económico para incentivar el
consumo –que a su vez tire de las ventas, y estas de la producción, y estas del
empleo, y a su vez, de los salarios- en una espiral productiva que dinamice la
economía, y mueva el dinero para que se generen ganancias en todos los ámbitos
de la producción y con ello crecimiento económico y empleo. Por consiguiente
tal medida habría de tomarse desde el BCE –ya que España al ser miembro de la
UE, tiene delegadas esas competencias soberanas-. Siendo esto de importancia
actual, dado el momento preelectoral en que nos encontramos ante unos comicios
europeos que habrían de plantearnos el actual rumbo de la UE.
Una UE que tras presentarse como
un adelantado fruto de la prosperidad, bienestar y reforzamiento entre sus
miembros, así como un utópico y deseable logro de fraternidad entre los pueblos
de Europa; sin embargo, se ha tornado en una estructura político-funcionarial
permeable a los grandes lobbys de capital, donde el ciudadano sólo tiene una
consideración meramente retórica o nominal, pero en la práctica apenas peso
específico alguno. Como lo demuestra la actual configuración de la UE de
espaldas a la ciudadanía sufriente de Europa que privilegia al capital
(rescatando al euro, pero no a los desahuciados, ni a los parados); y una UE
que empieza a discriminar según el lugar de procedencia, en la que no se ha
dado la pretendida “convergencia europea” (norte-sur), que hace que se plantee cínicamente
la “Europa de dos velocidades”. ¡Una Europa ante la que los ciudadanos estamos
indemnes!.
Ahora pues, es el momento de
cuestionarse esa UE de los mercaderes, de los grandes capitales, insolidaria,
cicatera con los socios en dificultades, y que no aporta un plan económico para
sacarnos de la crisis (a modo de un nuevo “plan Marshall”). Ante lo cual, la
ciudadanía victimizada por todo ello, debería de ser menos complaciente, más
exigente y apostar por alternativas a ese modelo europeo que no nos contempla
nada más que para los recortes y el pago de la deuda.
Hay que decir, también que el
peligro de deflación, aunque afecta principalmente a España, no es el único de
los países europeos señalados por el FMI en riesgo, lo que conllevaría una
nueva espiral de crisis que podría generar importantes convulsiones sociales,
ante el descrédito de unas políticas económicas fracasadas y abiertamente
antisociales, que sólo se podrían mantener coyunturalmente, más allá de lo cual
puede conllevar un serio peligro para la convivencia social, en un ambiente ya
de por sí explosivo, cuya mera posibilidad haría que se estuvieran tomando ya
medidas urgentes para corregir la deriva económica hacia un periodo
deflacionario, ante el que cabría preguntarse: ¿sería una turbulencia económica
o una recaída en la propia crisis?. En cualquier caso, mala noticia. Y sobre
todo, mal que nos pese: ¡de brotes verdes, nada de nada..!
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