La victoria electoral de los
Hermanos Musulmanes en Egipto es un claro ejemplo de la involución política que
se está dando en algunos países de religión islámica, que viene a desplazar un
planteamiento político arabista de estos países, que buscan una identidad
cultural que haga de argamasa socio-política sobre la que estructurarse
superando el statu quo elitista –que en algunos casos es tribal-.
El mundo árabe resurgió, con la
configuración geopolítica de la descolonización tras la II Guerra Mundial, que
de la mano de líderes como el presidente egipcio Nasser generaron un arabismo
político laico, dentro de los no alineados aunque en proximidad a la órbita
soviética, tratando de generalizar un panarabismo en los países de la zona, que
alentó a estas sociedades a su peculiar progreso; si bien el fracaso del proyecto,
devino con prematura muerte de Nasser, las sucesivas derrotas frente a Israel,
que pusieron de manifiesto la falta de unidad de los países árabes; a lo que
habríamos de añadir la revolución chiita en Irán, la guerra del Líbano, y la
confrontación entre Iran e Iraq.
Todo ello fue síntoma de la falta
de unión de los árabes, y de las
dificultades de estas Naciones en alcanzar la modernidad que Occidente les iba
alentando, pero que ni su estructura política –habitualmente dictatorial, de
dominio de élites-, ni su estructura económica –que pese al petróleo, cuyas
rentas han sido repartidas de forma desigual- no ha conseguido un desarrollo
sostenible por falta de tejido industrial y falta de adecuada organización de
la producción agropecuaria, que ha dado lugar a importantes sectores marginales
de pobreza, y paro. Por consiguiente,
las sociedades de estas Naciones inmersas en estas estructuras antiguadas,
incluso culturalmente recelosas de la modernidad que les presenta Occidente,
han buscado su propio modelo de identidad y reorientación, y lo han encontrado
en la tradición religiosa del Islam.
Pues los grupos religiosos
siempre están presentes en las sociedades, y en estas especialmente con
añoranza de un pasado épico de conquista y expansión en base a la inicial
motivación religiosa; por lo que ante una situación decadente con sucesivos
fracasos en el litigio con Israel, se ha extendido cierto complejo que se
pretende superar recurriendo a valores religiosos, y a una historia épica
triunfal. Junto a ello, en esas sociedades con altos índices de marginalidad,
la caridad religiosa que han venido practicando organizaciones como la de los
Hermanos Musulmanes –para remedio inmediato, y subsiguiente proselitismo- ha
hecho el resto.
Así junto al islamismo religioso,
e incluso cultural, ha emergido un islamismo político que con un planteamiento
simplista de base religiosa y altamente populista se ha ido realizando una
labor constante que ha logrado el calar en la mayoría de esas sociedades, como
ha sido también el caso de Egipto, Marruecos o Libia, si bien en cada uno de
estos países el grado de implantación es diferente, pues en Marruecos se
conservan las tradicionales instituciones sociopolíticas de la monarquía alauí
que harán de natural contrapeso al avance del islamismo.
También en Egipto, tradicional
aliado de Occidente en las últimas décadas, tendrá que aquilatar bien sus
políticas internas y externas, por ser Estado clave en la estabilidad de
Oriente Medio, además que los militares –parte de la élite gobernante,
desalojada por las urnas- de hecho siguen detentando un importante poder
fáctico.
Con todo, consideramos que la
apuesta de estas sociedades por el islamismo no deja de ser un síntoma del
hartazgo y la desesperación que padecen. Aunque, más allá del populismo en su
versión de tradicionalismo religioso de sus postulados, del diagnóstico de la
anterior situación, y de la caridad momentánea, probablemente no tengan muchos
más puntos de encuentro con la mayoría de sus votantes, a los que difícilmente podrán
cumplirles las promesas de bienestar y justicia, pues tampoco parece que tengan
la solución para ello. Si bien, no deja de ser un movimiento pendular que en el
mundo árabe suele oscilar entre el “arabismo laico” y el “islamismo político”, de forma
que cuando uno crece el otro decrece, y viceversa.
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