Acaba de hacer público el
Ministro de Defensa de España la probabilidad de la reducción de los efectivos
militares españoles que participan en misiones militares de paz en el
extranjero, por obvias razones de necesidad económica al tener que reducir
España drásticamente sus presupuestos, en los distintos ámbitos y el militar no
podía ser menos, especialmente en lo referente a la participación de las tropas
españolas en misiones internacionales.
El propio ministro Morenés reconocía
que esa reducción era una necesidad económica insoslayable para España, dada la
crisis económica que padecemos, pero afirmaba que podría conllevar un alto
coste político. Se entiende que en la esfera internacional, por lo que
supondría dejar de asumir los compromisos internacionales que habitualmente
España ha venido teniendo de forma eficaz y leal con la Comunidad
Internacional. Algo que ya ha anunciado el Presidente francés, Hollande, sin
tener el grave problema económico que tiene España.
Pero no se acompleje el ministro
Morenés al verse obligado a tener que abandonar los compromisos militares de
apoyo internacional, por no poder hacer frente a los cuantiosos gastos del
mantenimiento de tropas desplazadas fuera de España en zonas de conflicto
armado. Poco puede reprochar la Comunidad Internacional a España su falta de
generosidad, pues en conflictos militares latentes como el de Afganistán, en que
España colabora con una importante participación de efectivos militares, ha
sufrido a lo largo de los años de la misión la pérdida de casi un centenar de
miembros de su milicia. Por tanto, es un hecho palpable la generosidad española
y el compromiso fiel en el apoyo a la conclusión del conflicto afgano, y las
bondades de la paz en dicha región sobre el tablero estratégico internacional.
No menor fue la participación de
España en el conflicto bélico de los Balcanes, que aunque aún queden algunos
pocos efectivos españoles en la zona, su misión concluyó hace un par de años,
con un importante costo para España.
Otro foco de conflicto en que
España viene participando de forma decidida es el del Líbano, zona de alta
tensión en que era imprescindible contribuir a las labores de apaciguamiento,
mediante la interposición y eliminación de terrenos minados; en un área crucial
para asegurar la paz en Oriente Medio –foco de tradicionales enfrentamientos-.
Y aún tiene participación militar
España en la operación Atalanta de vigilancia y prevención ante la piratería
marítima en aguas del Índico próximas a la costa somalí, en que España
participa habitualmente con una fragata y un patrullero, además de la dotación
de un par de aviones de vigilancia, que han venido llevando una eficacísima
labor de seguridad en el tránsito marítimo y pesquero de la zona.
Por consiguiente, un repliegue de
todos esos efectivos militares por obvias razones económicas, resulta
entendible por cualquiera, razonable y aconsejable. Especialmente si el precio
alternativo es el cierre de servicios sanitarios, docentes o ayudas sociales
ineludibles por humanitarias para con nuestros nacionales que están agotando el
subsidio de desempleo –que también se pretende recortar- para poder subsistir a
esta dramática situación de crisis.
Consideramos que con las actuales
misiones en vigor, según lo comentado, no necesitamos hacer memoria de otras
importantes misiones militares en que también ha participado España en otro momento en diversos lugares del mundo,
pues la disposición y generosidad española a la colaboración internacional es
palmaria, incluso por encima de las propias posibilidades económicas –como en
el momento presente-, pero también España ha mostrado más generosidad con la
Comunidad que otros países de mayor potencial económico, dado que no ha dudado
en otorgar continuo tipo de cuantiosas ayudas a países subdesarrollados o en
vías de desarrollo. Como decisiva e importante ha sido la colaboración española
en caso de catástrofes naturales en numerosas ocasiones y casos. Y no menor ha
sido su colaboración en el pago de los gastos de la ONU, en que hasta hace
pocos años venía a ocupar uno de los primeros puestos en su contribución
económica de este Organismo internacional, muy por encima de su posición económica
en el contexto internacional.
Por consiguiente, no dude el
ministro Morenés que España tiene un largo y acreditado palmarés de solidaridad
y lealtad internacional, que le ha hecho digna de confianza y aprecio en el
contexto internacional. Sin perjuicio de reconocer que en el ámbito
internacional prevalecen los criterios de la “real politic” que hace que los
intereses nacionales predominen sobre el idealismo de cualquier procedencia,
para evitar pecar de ingenuidad. Pero el menor reproche o duda, puede tener una
amplia y contundente respuesta por el Gobierno de España.
Y además, resulta que las
paradojas de la vida ponen al rescatador en posición de víctima y de demanda de
ayuda, siendo el actual momento de España que requiere reequilibrar su
presupuesto y hacer viables sus cuentas, con una reestructuración de su
economía –no menor, aunque requiere una puesta a punto, para volver a recobrar
la importancia antes alcanzada, pero de forma más sostenible que hasta ahora-.
Es el momento en que España tiene que concentrar sus fuerzas para abandonar la
crítica situación presente. E incluso es el momento de que la Comunidad
Internacional tenga con España, al menos un mínimo de generosidad de la que
España ha tenido con su vecindad mundial. Especialmente sus socios europeos,
asumiendo que la solución de la UE o es de conjunto o previsiblemente sucumbirá
por cicaterías individualistas y nacionalistas que comprometen el proyecto
común europeo.
E incluso aplicando la
racionalidad y el realismo político a esta situación, cabría decir que ahora
tomen el relevo en estos despliegues militares, aquellos países del primer mundo
que tienen buenos resultados económicos y no suelen participar con efectivos
militares en misiones de paz internacionales; acaso los mismos, que impasibles
observan y critican el debacle económico italiano, español, portugués e
irlandés, sin tener el menor gesto de generosidad aprobando los famosos “eurobonos”
o articulando medidas anticrisis y contra la especulación financiera. Pues no
es soportable, ni económica, ni éticamente, que España esté “sacándoles las
castañas del fuego” en la contribución a la paz y estabilidad internacional, y
estos no muevan ni un dedo en evitar que los especuladores arruinen a España.
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