Fenómenos
como la profunda crisis económica, la crisis política con ruptura del pacto
constitucional que posibilitó la transición por parte de los nacionalismos
secesionistas clásicos y emergentes, y el fracaso del modelo autonómico de
Estado, lleva a considerar que en conjunto estamos inmersos en una auténtica
“crisis de Estado” de profunda gravedad y amplia complejidad.
Es así que
en esa situación parece que todo se tambalea, que no sabemos si podremos pagar
las deudas públicas y privadas, que además se reivindica la secesión catalana
por el propio gobierno autónomo y se augura otro tanto con la vasca, todo se
torna provisional, inseguro, de una extrema gravedad.
Y así uno
se los graves síntomas de la actual descomposición española se puede ver en el
caso del reajuste empresarial de Iberia, la que fuera compañía aérea de
bandera, ejemplar en su crecimiento y desarrollo que tuvo a su cargo diversas
filiares entre las que destacaron hasta Aerolíneas Argentinas, en tiempos de
progreso y atinada gestión de la Compañía aérea española, que creció hasta
situarse entre las primeras del mundo, con enlaces aéreos con casi todos los
países del mundo.
Sin
embargo, su evolución emprendió un camino de descenso, de forma incomprensible,
y el imperio aeronáutico de Iberia empezó a decaer. Hasta el punto que se
negoció una alianza, integración o compra de la misma por British Airways, que
ha condicionado claramente su futuro, ya que ha perdido su divisa con la que nació
y además queda expuesta a las fluctuaciones de la economía como compañía
subordinada a la de sus nuevos dueños ingleses.
En definitiva, todo un símbolo de la crisis, pero lamentablemente en un contexto superior de “crisis de Estado”.
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