Ante la profundidad de la crisis económica,
social y política, que estamos viviendo, en la que las políticas neoliberales
tampoco aciertan a sacar a los países de la crisis que el propio sistema
capitalista las ha sumido, el líder del
PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, se ha dirigido a los líderes socialdemócratas
europeos para pedirles una reacción, una reformulación de sus políticas, para
poder erigirse como alternativa a la tremenda crisis que amenaza al propio
sistema político y económico de algunos países de la Unión, entre ellos España.
Además de esta forma intenta también
Rubalcaba quitarse de encima el “san Benito” que le pusieron a los socialistas
de ser los responsables de tan colosal crisis, que el PP iba a arreglar tan
pronto llegara al poder, porque se trataba de una cuestión de confianza en el
Gobierno de España. Discurso no sólo falaz, sino que se demostró absolutamente
incierto con el paso de los meses, y la actuación de un nuevo gobierno –en este
caso, del PP que ganó con mayoría absoluta abrumadora- pero que se quedó
prácticamente colapsado entre los anuncios de medidas de reforma y las que
seguidamente rectificaba o simplemente dejaba de aplicar, o los propios cambios
de política entre las anunciadas electoralmente, especialmente en materia
impositiva, o en los recortes de servicios sociales.
Pero no deja de ser una acción –la de
Rubalcaba- que con aparentar cierto interés, no debería quedarse en mera
cosmética, ya que se le podría volver como un boomerang. Pues además, Rubalcaba
tiene una gran contestación interna en el propio PSOE que va perdiendo peso
político e influencia territorial, de forma inusitada hasta el presente.
Habiendo llegado a cosechar su formación los peores resultados de su historia
reciente. Quedándole aún el Gobierno de Andalucía y Asturias, logrados por
mayoría simple y de forma no muy estable.
Por consiguiente lo que viene a plantear
Rubalcaba a sus colegas socialistas europeos, es algo que también tiene que
hacer él mismo en su propia casa, conseguir un auténtico liderazgo político –que
no ha logrado-, presentando un programa
político creíble, que recoja el clamor de la calle, de las clases media y
trabajadora del país, que son los que realmente están pagando la crisis
económica –por pura decisión ideológica de un PP entregado a las tesis
neoliberales-. Un programa que habría de recuperar su originaria ideología
laboralista-obrera, poniendo énfasis en la defensa del “Estado del Bienestar”
(en fase de derribo por el PP), volviendo a recuperar la concertación social,
que se respete la ley y los convenios colectivos, que se ajuste el
hiperdimensionamiento de la burocracia política –que hasta ahora ni el PP ni el
PSOE han mostrado interés en ello-, que se promueva una auténtica
democratización de las Instituciones Públicas, Partidos Políticos y Sindicatos,
abandonando el sistema de “control” por los aparatos de los mismos, que ha dado
lugar a la gestación de la “clase política actual” desentendida del clamor
ciudadano.
Habría que considerar que la Socialdemocracia
europea, también en crisis haberse adaptado a un sistema de alternancia en el
poder, postulando políticas centristas, cada vez más escoradas a la derecha,
por pura aceptación del desarrollo del mercado en la configuración actual que
le ha dado el capitalismo, y en tal situación, apenas se aprecian diferencias
de proyecto político entre la derecha neoliberal y la socialdemocracia
descafeinada que se nos oferta.
La socialdemocracia europea –y entre ella el
PSOE- si quiere presentar una alternativa creíble, habrá de hacer seriamente
sus deberes, empezando por reflexionar sobre sus raíces y sentido, aspirando a
recuperar un profundo sentimiento social que defienda a la clase trabajadora,
para lo cual habrá de presentar un programa alternativo para dar respuesta a
las tesis neoliberales, en vez de adaptarse al marco ideológico y de hecho, con
el sólo matiz de postular la defensa de los servicios públicos. Eso por sí sólo
sería totalmente insuficiente y errado.
Ha de plantear una regulación del mercado,
mediante la implantación legal de controles financieros que eviten la gran
estafa mundial que dio origen a esta crisis. Establecer un marco fiscal
progresivo y justo (eliminando las Sicav), regular un marco laboral de mínimo
infranqueable sobre los derechos laborales y sociales de los trabajadores,
evitando el deterioro que se ha producido, y en definitiva refundando un “Estado
del Bienestar” que lleguen a blindarse en nuestras Constituciones nacionales.
Pero para ello hace falta liderazgo, valentía
y honradez política. El primero se gana con un discurso claro y decidido; la
segunda se expone diariamente en la defensa pública de las propias
convicciones; y la tercera se demuestra cuando se abandone el maridaje entre la
política y la gran empresa, pues no pocos políticos acaban retirados como
consejeros de empresas con cuantiosas retribuciones. Y los propios partidos
políticos suelen ser rehenes de la banca por débitos de créditos electorales y
de diversa índole. Todo lo cual, impide lo anterior.
Por consiguiente, si Rubalcaba no quiere o no
puede cumplir esos requisitos de partida, podría empezar por olvidarse de convocatorias
europeas ad hoc; y desde luego, debería dar paso a otra gente del Partido
capaces de articular una política coherente justa, alternativa real de defensa ante las tesis liberalizadoras y
desreguladoras que están en el origen de toda esta ruina.
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