En
el común sentir de cualquier afectado por una investigación judicial se puede
entender el ansia de pasar página sobre tan desagradable evento. Pero en el
caso que nos ocupa, que el máximo representante de la Casa Real que representa
la Jefatura del Estado haga público ese tipo de deseos, a diferencia del común,
representa una inquietante posición frente a lo que supone y ha de suponer la
independencia judicial en España, y que realmente la ley sea idéntica para
todos los españoles, cualquiera que sea su coloración sanguínea.
Quizá
hubiera sido más acertado, o callar sobre el tema, o si de referirlo se
trataba, apelar a una pronto esclarecimiento y depuración de responsabilidades
–en el caso que las hubiere-. Sin embargo, al no hacerse con ese detalle de
obligada delicadeza respetuosa con la necesaria imparcialidad judicial, refleja
cierto nerviosismo por una cuestión que puede estar desgastando la credibilidad
de la institución monárquica, a la que contribuiría decisivamente cualquier
tipo de cierre en falso, o precipitación de esta investigación judicial. Pues
supondría la constatación de la falta de independencia judicial, y la quiebra
constitucional del “Estado de Derecho”.
Por
consiguiente, ¿qué pretende Spottorno con este tipo de declaraciones?, y sobre
todo, ¿qué quiere la Casa Real: qué pase de ellos este “cáliz”?. ¡Imposible sin
una razonable y profunda explicación!. Y si ha de conllevar consecuencias
jurídico-penales, entraría dentro de la asunción de las responsabilidades que
cualquier ciudadano que conculcara la ley habría de tener que soportar.
Y
si se tiene prisa, uno de los caminos es contar al juez toda la verdad, sólo la
verdad y nada más que la verdad, y en esto, no parece que los afectados hayan
obrado abiertamente con la verdad por delante, a tenor de lo que se ha ido
conociendo en los medios de comunicación.
Pero
estos deseos públicos, si además los unimos a los incomprensibles informes de
los peritos de hacienda (sobre los que han mostrado su perplejidad hasta la
Asociación Profesional de Técnicos de Hacienda), en el sentido de mantener una
insólita interpretación que favorece a Urdangarín, y de la propia posición del
mismo Fiscal, que no ve ilícito penal, frente al minucioso trabajo del
solitario Juez, hace que la inquietud llegue a cualquier ciudadano cabal, que
vuelve a sentirse súbdito.
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