Una multitudinaria manifestación, convocada
por PODEMOS, ha tenido lugar en el centro de Madrid, en el mismo lugar en que
arrancó el movimiento de protesta del 15-M frente a la crisis y a la gestión
pública de la crisis de los gobiernos del PSOE y del PP, en el que la clase
media y trabajadora ha sufrido los mayores efectos de la crisis económica que
está dando lugar a una crisis social (por el incremento de las diferencias
sociales en nuestro país, y la ruptura del pacto social de la transición), y a
una crisis política por la ruptura del entente de facto PP-PSOE que pone en
cuestión el bipartidismo y abre inciertos horizontes políticos.
La
espontaneidad de la gente sufriendo las injustas y dolorosas consecuencias de
la crisis económica que llevó a concentrarse en la puerta del Sol en un
movimiento espontáneo, que tuvo eco internacional, que fue inicialmente
ignorado y posteriormente denostado por la oficialidad de la clase política
gobernante, hasta el punto que alguna destacada política les retó en el sentido
a que si querían aportar ideas o defender sus propuestas se organizaran como
partido político y se sometieran al voto ciudadano, en lo que probablemente
jamás pensara que le fueran a coger la palabra. De forma que con el discurrir
del tiempo, gran parte de esa fuerza espontánea de ciudadanía que protestaba en
la calle y pedía alternativas a las políticas en vigor, se ha acabado de
organizar en una nueva formación política –que desmarcándose de las
tradicionales- ha hecho un diagnóstico certero de la situación económica,
política y social del país, saltando a la arena política con una nueva
metodología más participativa y democrática que la empleada habitualmente por
los partidos tradicionales.
Aunque
cuestión distinta es que sus propuestas políticas sean las más acertadas para
tratar los problemas de nuestro país, lo cierto es que han dinamizado una vida
política que cada vez se iba alejando más de la ciudadanía, de las bases sociales,
interferida por grupos de presión e interés, e incluso por los propios
intereses de una elite política de los grandes partidos de la transición (PP y
PSOE) que no coincidían con el sentir popular, e incluso con una IU
ensimismada, doctrinariamente dogmática, que no estuvo a la altura de las
circunstancias (pues Anguita fue el único que lo vislumbró, pero se anticipó
una década y no fue entendido por los suyos), y que a lo sumo ha aspirado a ser
la bisagra del PSOE allá donde le ha hecho falta. Desdibujándose la izquierda
política, dejando en la orfandad a la izquierda social, que por fin se vuelve a
reorientar políticamente.
Si
nuestra democracia hubiera alcanzado la madurez que no tiene, si se fuera
respetuoso con quien piensa de forma distinta, nos habríamos ahorrado
tantísimas descalificaciones interesadas como las que han hecho los partidos
del establishment político actual a un PODEMOS dialécticamente combatiente con
un sistema “democrático semicerrado” en el bipartidismo que ha gobernado sin
apenas oposición, y con escasa trasparencia y control estas tres décadas, pero
que se ha mostrado incapaz de solucionar las quiebras sociales derivadas de una
crisis grave, en la que los intereses particulares no han coincidido con los
generales, a los que no se ha dado pleno respaldo. De forma que en ese
ambiente, de semiopacidad, se ha dado gran parte de la corrupción política que
por sí misma descalifica una forma de entender y hacer política.
Ahora
la propia dinámica social, expresada reiteradamente desde la calle, impone
importantes cambios, más allá de reformas cosméticas o escaparatistas. Y así el
discurso de PODEMOS ha ido calando en una ciudadanía defraudada con la clase
política tradicional, que ya no goza de la confianza que tenía antes, y que
tendrá que hacer verdaderos esfuerzos –incluida la necesaria renovación de sus
respectivas elites, junto a un impulso más participativo y democratizador de
sus propias organizaciones- para recobrar el crédito perdido.
Pero
sobre todo, se hace necesaria una profunda reflexión sobre el planteamiento
actual de la izquierda en España (como también en Europa), dado que la tibieza
de la socialdemocracia para contener al capitalismo especulativo en defensa de
la clase media y trabajadora, y de los propios “Estados del bienestar” le ha
llevado al progresivo desafecto de gran parte de sus habituales votantes, dado
que esa socialdemocracia ha llegado a dejarse embriagar por los aires
neoliberales y se ha alejado cautelosamente de sus propias convicciones de
izquierda o centro izquierda, dando lugar a la emergencia de nuevas formaciones
políticas –que sobre el pragmatismo y el realismo de abordar directamente las
cuestiones, eluden etiquetarse políticamente- y apelando a la transversalidad
evitan calificarse de izquierdas, lo que tampoco parece aconsejable
especialmente si pretenden una continuidad política, más allá de una coyuntural
participación en momentos críticos.
A
partir de lo cual, habrán de ir mostrando claramente su programa político –como
los demás- para ganarse el aval de la ciudadanía, más allá de la muestra del
enfado, de lo que no ha funcionado correctamente, y de llegar a convenir una
importante reforma política, parece llegado el momento de empezar a exponer
propuestas concretas con sus correspondientes aplicaciones políticas y junto a
ello un debate ideológico necesario entre los dos grandes modelos actuales en
democracia (el modelo conservador, de porte liberal, que en el último cuarto
del pasado siglo se reactivó en las corrientes conocidas como “neoliberales”,
de marcada defensa de las libertades públicas, reducción del Estado y reducción
tributaria, entre otras; y el modelo progresista de izquierdas, en una doble
interpretación: la socialdemócrata, de fortalecimiento de servicios públicos,
control financiero de la economía, protección social, justicia social y reparto
equitativo de la renta, etc; o el propiamente social-comunista más
estatalizador, de primacía de la igualdad y control político de la economía).
En ese abanico hemos de decidirnos los españoles, y aún los europeos, pues la
UE actual se ha escorado excesivamente sobre el modelo neoliberal, con abandono
de las posiciones socialdemócratas que trajeron la paz y la estabilidad
socio-económica. Otras fórmulas no parecen muy compatibles en nuestro entorno.
Consecuentemente,
con la manifestación de hoy arranca un largo y complejo proceso político en
nuestro país, que en este año se enfrenta a elecciones diversas, en diversas
convocatorias (elecciones andaluzas, elecciones locales y autonómicas,
elecciones catalanas, y probables elecciones generales), y en el que puede que
tengamos ocasión de verificar los diferentes alcances esbozados, que esperemos
sea para bien del país.
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