La muerte de Santiago Carrillo Solares, ex secretario general del PCE y ex
diputado, ha tenido un amplio eco en el foro político y en los titulares de
prensa de la actualidad nacional, eclipsando por unas horas las habituales
noticias de la crisis económica y la retirada de la Presidenta madrileña de sus
cargos públicos.
Santiago Carrillo se ha marchado,
casi centenario, con una historia de novela –especialmente la concerniente a su
papel en la Guerra Civil, su posterior actividad en el exilio y su reentrada en
la vida política española-; pues su biografía posterior es mucho más conocida
para el gran público.
Resultando muy controvertida su
participación en la Guerra Civil,
que en razón de su cargo político comunista se le atribuyó una importante
participación en uno de los hechos execrables de la represión comunista en
Madrid, como fue la matanza de Paracuellos del Jarama, que según lo
históricamente datado resultó ser el producto de una saca carcelaria en virtud
de la cual, presos políticos de derechas, tradicionalistas, falangistas,
católicos y afines, eran calificados de antirrevolucionarios, disponiendo su
eliminación física. Si bien, la historia recoge idéntico tipo de comportamiento
criminal en ambos bandos beligerantes en la contienda civil; aunque ello ni
exonera las responsabilidades -enjuiciadas y no- que hubieran podido existir en
los dirigentes de ambos bandos, ni le quita gravedad a ese tipo de hecho
criminal. Carrillo nunca reconoció ningún tipo de responsabilidad en tales
hechos, y no ha llegado a demostrarse esta fehacientemente, por lo que siempre
quedará la duda.
En la España de Franco, Carrillo
era un personaje siniestro, perseguido. Hecho injusto si se ceñía a sus ideales
políticos. De hecho la auténtica oposición al régimen franquista radicaba
básicamente en el PCE en el exilio y en dos personajes del mismo (Dolores
Ibarruri –“la pasionaria”- y Santiago Carrillo) pese a existir otros personajes
importantes como Lister y el Gobierno Republicano en el exilio mejicano –distinto
y distante del PCE de Carrillo-.
El exilio de Carrillo en países de la órbita soviética, y su
residencia en Rumanía como huésped del odiado Ceacescu, siguió siendo un “exilio
dorado” pues era de la elite política comunista y desde luego no parece que
viera nunca la miserable vida que reportaba ese “paraíso” al pueblo confinado a
vivir forzosamente en un régimen totalitario y liberticida como lo fue el
comunismo.
De su estancia en París con la
proximidad a Berlingüer, y la revolución de mayo de 1968, no sabemos si por
convicción –a raíz de una evolución del pensamiento y de la constatación del
fracaso del régimen totalitario comunista del Este de Europa-, o por puro
pragmatismo –porque en la biografía de Carrillo hay bastante de pragmatismo
adaptativo y posibilista-, editaron un nuevo comunismo de rostro humano, más
democrático, participativo y no totalitario con su planteamiento del “eurocomunismo” (aproximación o más
bien reedición del socialismo europeo, aprovechado el alineamiento de este en
la socialdemocracia), si bien este nuevo planeamiento generó tanto escepticismo
como nuevos seguidores. Pero esta fórmula ayudó tanto a Carrillo como al nuevo régimen democrático a llegar a un
provechoso, razonable y justo entendimiento, que conllevó la legalización del
PCE en España, con unas condiciones previamente pactadas que descafeinaban
tanto el formato que llegó a tropezar con parte de sus bases -especialmente las
históricas- en el reencuentro tras cuarenta años de dictadura interior y exilio
exterior.
¿Fue Carrillo esa figura política imprescindible para el retorno de la
democracia, que tanto se glosa en el día de hoy?. No cabe duda que fue
decisiva su colaboradora y adaptativa actitud, y por consiguiente, se pudo
llegar a un más que pragmático acuerdo de cerrar la tragedia de la Guerra Civil
y mirar al futuro con una nueva España democrática libre y con amplitud
participativa; y naturalmente contribuyó a reconducir a la izquierda más
activista y mejor organizada, evitando conflictos políticos, sociales y de
orden público. Por consiguiente, hay que reconocerle el papel que jugó en pro
de la normalización democrática de la vida española, e incluso de democratizar
una ideología comunista –cuyos referentes totalitarios no la hacían un buen
compañero de viaje en la nueva democracia española-.
De su etapa de diputado hay que reconocerle su actividad parlamentaria,
sus dotes oratorias singulares, su olfato político, la contribución al
movimiento obrero con la inestimable participación de otro histórico comunista,
Marcelino Camacho, que llevaron a su
sindicato de la órbita filocomunista, CCOO, a liderar el sindicalismo
adelantando al histórico UGT, de ámbito socialista, liderado por Nicolás
Redondo, que tuvieron el acierto de llevar a cabo la unidad de acción sindical,
en años especialmente duros en las áreas política, económica y social.
Siendo muy significativa su
valiente actitud en el nefasto episodio del 23-F, que tan gran reconocimiento
le valió, tanto a él como al General Gutiérrez Mellado y al Presidente Suárez.
Sin embargo, pronto el liderazgo del viejo político comunista
empezó a cuestionarse en el seno de su propio partido, apareciendo la nueva
formulación de IU –en la que se diluyó el PCE- por estrategia del marketing
electoral, sobre todo con la caída del bloque comunista del Este de Europa. A
partir de lo cual, vinieron las críticas internas –que se hacían externas-, los
reproches personales entre camaradas, y el alejamiento de Carrillo de la vida
política activa, aunque no dejó de participar en tertulias radiofónicas y en
actos afines, haciéndose cada vez más patente el alejamiento de su colectivo, e
incluso en cierta medida de algunos postulados ideológicos. Sin embargo, sus
antiguos compañeros lo han despedido con la dignidad que les merece un político
histórico relevante, aunque alguno no haya disimulado el distanciamiento. Lo
que paradójicamente lleva a que hayamos apreciado incluso más calor humano en
su obituario de formaciones de derechas que en algunos de sus excompañeros.
¡Así es la vida..!.
Aunque en términos generales, se
ha cumplido lo que habitualmente se dice, que ante un fallecimiento suele haber coincidencia generalizada en el
recuerdo benévolo sobre la persona que marcha. Sin embargo, creemos
conveniente reconocer que en la extensa e intensa biografía de Santiago
Carrillo concurren tanto luces como sombras, que en su día la historia
iluminará con más claridad y mejor perspectiva. ¡Descanse en paz…!.
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