Según la Guardia Urbana de
Barcelona, cerca de un millón y medio de manifestantes han participado en la “Diada
Catalana” de este año, con una sustancial elevación del dintel nacionalista
disolvente, o más claramente independentista, que es el giro que ha tomado el
nacionalismo catalán burgués, frente al otro nacionalismo catalán abiertamente
independentista y republicano de Esquerra Catalana.
Así con el progresivo incremento
de la demanda autonómica el catalanismo desleal al Estado español, llega al fin
de su trayecto, en el que no le queda más que asumir su status autóctono en la
política autonómica y española en general, dentro de este ambiguo “Estado de
las Autonomías”, o incluso avanzar formalmente ante una delimitación federal
del Estado –que sería lo más lógico, dadas las circunstancias, y que no vendría
a representar necesariamente más autonomía para Cataluña de la entregada hasta
este momento-, o seguir en la deriva separatista para jugar –ante la debilidad
política y económica española actual- a la creación de un Estado Catalán –al modo
balcánico- en una UE desorientada y confusa en el rumbo a seguir.
Esta último planteamiento supone
una falta de cooperación institucional en España, que llega a la deslealtad, lo
que representa una grave deriva en los planteamientos de la burguesía catalana
que sustenta CIU, para distanciarse electoralmente del PP catalán –cada vez más
próximo en la disputa electoral-, y sobre todo remover los sentimientos catalanistas
frente a una supuesta opresión centralista de Madrid –que en la actualidad es
inexistente-, y que sólo se saca a relucir de forma torticera e ilegítima para arrastrar
la emotividad irracional popular en pro de unos planteamientos insolidarios y
de confrontación con el resto de los territorios del Estado.
Para ello, no se ha dudado en
hacer un montaje histriónico y populista por parte de los políticos más
significativos, de cara a la fiesta catalana del 11 de septiembre, en que so
pretexto de esa inventada opresión, se aprovecha y tantea en la debilidad
actual del Estado, y se da a entender que los problemas de la crisis económica
se resolverían por la vía de la independencia, dado que entre otras cosas, se
deja caer la falacia de que Madrid esquilma a Cataluña con sus impuestos de los
que no revierte la parte que estos políticos dicen que es justa y se les debe.
Algo que no se corresponde con la realidad, pues las inversiones del Estado en
Cataluña superan las que aquel realiza en otras autonomías, no menores.
No obstante, montado el
espectáculo y soliviantada la calle, el nacionalismo catalán –especialmente CIU-
“enseña músculo” al Gobierno central, al tiempo que le recuerda su petición de
pacto fiscal al modo foral vasco-navarro (que dicho sea de paso, son una
reminiscencia histórica, que en la España constitucional, deberían de haberse
derogado por desiguales e injustos con el resto de los territorios del Estado),
pero que bien le sirve al Gobierno de Artur Mas hoy por hoy. Y así
sucesivamente, hasta la extenuación, seguirán pidiendo y pidiendo, incluso en
los peores momentos como los actuales en que el Estado se juega su futuro
interno e internacionalmente.
Sin embargo, lo que no se
entiende es que CIU tenga con el PP un pacto en Cataluña, y cómo se puede
mantener ese apoyo del PP catalán ante unas actitudes políticamente desleales,
insolidarias, y no cooperativas con el resto del Estado. ¡Otra asignatura
pendiente de las muchas que ya viene arrastrando Rajoy!.
Por último, sólo constatar una
vez más, el profundo fracaso político del modelo constitucional de “Estado
Autonómico” que debería de revisarse, al hilo de los reajustes constitucionales
que ya se van demandando para hacer más moderno, eficiente y justo este País;
pues este modelo fruto del consenso constitucional, tras ser desarrollado, las
minorías nacionalistas con las que se pactó han sido las primeras en romper el
consenso constitucional para apostar por aventuras independentistas, y jugar a
un irredentismo nacionalista permanente que suele ser perturbador de la vida
política y económica española, y que se ha demostrado económicamente
insostenible, políticamente ineficaz, y socialmente injusto.
Todo lo cual, requiere una rápida
y drástica respuesta del Estado, abriendo un nuevo periodo constituyente que
promulgue una nueva Constitución, o reforme la anterior, elaborando un proyecto
de Estado viable, permanente y fuerte, incluso en la fórmula federal, pero que
suponga un federalismo cooperativo (a modo del de los Estados Unidos o
Alemania) en que ningún territorio cuestiona el Estado, ni este se entromete en
los definidos cometidos de los territorios, ni se den solapamientos de
competencias que entorpecen la vida social y económica, como sucede en el
actual formato de “Estado Autonómico”. Pero para ello, no se puede dejar nada a
la improvisación, ni a la almoneda política, ya que en tal caso, volverían los
comportamientos desleales para sacar partido y mejoras a costa de los demás.
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