Mª Dolores de Cospedal,
Presidenta de Castilla la Mancha y Secretaria General del PP, una vez más ha
puesto el dedo en la llaga del recorte institucional que requiere España, pero
que el Gobierno de Rajoy no se atreve a acometer, pese a las exigencias cada
vez más claras de la UE y el BCE para acceder al cuantioso préstamo de rescate
que necesitamos.
Y es que Cospedal –que parece
adoptar el rol de “poli malo”- se ha pronunciado por la necesidad de reducir
los diputados de los parlamentos autonómicos, incluso de que sus servicios sean
gratuitos para las arcas públicas. Sin que sepamos, por tanto, si este es el
planteamiento autóctono de la Presidenta de Castilla la Mancha, o por el
contrario es un “globo sonda” que –como Secretaria General del PP, y
posiblemente de acuerdo con Rajoy- lanza para tratar de conocer el grado de
aceptación o rechazo que la propuesta tiene en la opinión pública.
De entrada, la reacción de la
clase política instalada (PP y PSOE) no ha sido favorable –como era de prever-,
pues unos por razones de pérdida de supuesta legitimidad representativa al
reducir el número de diputados, y otros por razones de que la gratuidad podría
ser selectiva con los que se dedicaran a la política, dado que al no ser
retribuida podría quedarse sólo en manos de las clases sociales mejor situadas
económicamente.
Sin embargo, ambos argumentos se
nos antojan falaces, el primero –de disminución de representatividad por
reducir el número de diputados regionales- no tiene el menor fundamento, ya que
de hecho la imposición de la conocida “disciplina de voto” en los grupos
parlamentarios hacen que el control sobre los diputados, por parte de su propio
partido sea ferreo, de forma que lo que el grupo parlamentario determina eso es
lo que sus diputados votan, con lo cual bastaría la existencia de un solo diputado
cuyo voto tuviera el valor de la representación proporcional que ostente, según
el porcentaje de voto obtenido en las elecciones.
Pero como no creemos en la “disciplina
de voto” por ser perniciosa en muchos casos para los intereses de los
ciudadanos (por ejemplo, recordemos la votación sobre la política hidráulica de
trasvases, en que los territorios tenían intereses diferentes, que no se
tradujeron adecuadamente en las votaciones de los grupos políticos); por
consiguiente, consideramos que si algún argumento de defensa del número de
diputados existiera sería el que deviniera de la implantación del “diputado de
distrito” que tuviera contacto directo con su población, y representara los
auténticos intereses de la misma en la Cámara legislativa. Pero esa figura, de
la que se ha hablado mucho, no existe en nuestro país. Por lo que la reducción
del número de diputados podría ser asumible sin merma representativa alguna.
En cuanto a la otra razón en
contra, la gratuidad del cargo, viene de la mano del rechazo que nuestra
sociedad –especialmente en estos momentos de paro y crisis- tiene de la figura
del político profesional, y sobre todo del mal ejemplo dado por muchos de ellos
que compatibilizan su trabajo habitual con el cargo político, generándose una
situación efectiva de pluriempleo que ha tenido un efecto perverso, además de
poco sensible al drama del paro creciente, de los sueldos menguantes, de los
recortes sociales y del subempleo general del país.
Por consiguiente, parece que la
propuesta ha venido a señalar uno de los ámbitos de reajustes que el Gobierno
de Rajoy está eludiendo desde que llegó al poder, pues ni la anunciada reforma
municipal la ha puesto en marcha. Y estas manifestaciones de la Secretaria
General del PP apuntan a ese ámbito de reforma, donde habrán por seguir con la
supresión de las Diputaciones Provinciales, evitar las duplicaciones de cargos
públicos en los ámbitos nacionales autonómicos y local, y otras tantos ajustes
institucionales de porte político-administrativo, así como de Fundaciones y
Empresas Públicas, más que prescindibles que han proliferado por miles en
nuestro país, siempre antes de tocar las pensiones, y volver a rebajar el
sueldo a los empleados públicos, o seguir reduciendo servicios públicos
esenciales como la Educación o la Sanidad.
Aunque lo extraño es que lo pida
Cospedal, que ha venido compatibilizando retribuciones diversas
correspondientes a sus diferentes cargos públicos, eso es lo que hace el
planteamiento aún menos creíble de que se vaya a llevar a cabo.
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