La actualidad española presenta un turbulento
y oscuro horizonte de presente y aún de futuro, pues la crisis económica ha
desatado de nuevo viejos demonios en la sociedad española, de forma que,
aprovechando la profunda crisis política que arrastra consigo la precariedad
económica nacional, se han planteado dos de las tres principales cuestiones que
llevaron a los españoles a la confrontación civil del pasado siglo.
Efectivamente, cuestiones que parecían
resueltas, como la “cuestión social”,
o más o menos consensuadas como la “cuestión
territorial”, emergen sobre la realidad española tornándola de
incertidumbre, conflictividad y crispación.
Así como si se tratara de un maléfico
destino, los españoles –que nos congratulábamos hace tres décadas en haber
hecho una transición ejemplar desde la Dictadura a la Democracia- resulta que
venimos a tropezar en las mismas piedras de antaño, que tanto nos dividieron y
tan graves y trágicas consecuencias nos produjeron.
En cuanto a la “cuestión social”, soportada sobre las relaciones político-sociales
interclasistas, por la progresiva integración de las clases trabajadoras en una
gran clase media, iniciada tras el desarrollismo franquista, y consolidada en
plena democracia, especialmente con el desarrollo constitucional de la
legislación socio-laboral, y demás coberturas sociales que dieron contenido a
la definición constitucional de considerar a España como “Estado Social de Derecho”,
así como la institucionalización del sindicalismo en su labor de mediación en
los conflictos laborales y sociales, facilitaron que la vieja “cuestión social”
que venía a representar la particular lucha de clases entre el capital y el
trabajo en la España decimonónica y del
primer tercio del siglo XX, vino a encauzarse con la sensatez del consenso
constitucional, y un generoso a la vez que justo desarrollo legislativo en la
década de los ochenta del pasado siglo.
Sin embargo, la solución dada por vía de la
instauración del “Estado del Bienestar”,
atendiendo a criterios de justicia social, ha sido progresivamente revisada por
sectores más conservadores y liberales actualmente en boga, que lo venían
criticando de artificioso, inoperante y costoso. Razones, que parecen atender más a criterios
ideológico-políticos que a la propia realidad de las mismas, dado el
mantenimiento de este tipo de Estado en países nórdicos –que no han tenido el
menor problema con la crisis económica-, e incluso el propio Estado Alemán, con
importantes resortes públicos de ámbito social que genera un considerable
“colchón” social ante las desigualdades y ante las crisis.
Aunque ha bastado que llegue una crisis
financiera internacional –generada en el
ámbito bancario e ideológico, casualmente de los detractores del “Estado del Bienestar”- para que este
haya entrado en una situación crítica de rápido desmoronamiento y más que probable desaparición, contra la voluntad del
cuerpo electoral –que además ni siquiera ha tenido la oportunidad de
pronunciarse sobre el mismo, dado que en ningún momento se le ha dicho que se
fuera a liquidar, por parte del nuevo Gobierno-.
De tal forma que los recortes públicos –para
hacer frente a la crisis- se han orientado a podar masivamente el ámbito social,
so pretexto de que no nos podemos permitir sostener el actual “Estado del Bienestar”, sin que se
hagan otros intentos de recortes del gasto público significativamente
importantes como la duplicidad de las Administraciones Públicas y el cuantioso
número de cargos públicos retribuidos en nuestro país. Y además, pese a las
protestas públicas de las clases trabajadoras de este país, se ha hecho oídos
sordos, enarbolando la reciente mayoría absoluta obtenida en las urnas –aunque
no se planteó en ningún momento esta cuestión, ni mucho menos la orientación e
intensidad de los recortes del gasto público-.
Item más, se ha elaborado un proyecto de Presupuestos Generales del
Estado, con una reducción en la cuantía general de los mismos, que sigue
incidiendo en la misma orientación ideológica de recortes sociales; algo que
además, junto a la incertidumbre sobre el rescate económico de España,
subordinado a los intereses electorales del partido de gobierno en las
autonómicas vascas y gallegas, hace que tales presupuestos sean poco más que papel
mojado a la hora de considerarlos como auténtica “hoja de ruta” de la política
económica y hacendística española para el próximo año, en que probablemente se
abran las puertas de par en par a los burócratas europeos de la troika que
serán los que ilegítimamente decidirán por nosotros, o mejor dicho, contra
nosotros.
Por tanto, con el desmoronamiento del “Estado del Bienestar” se rompe de hecho el consenso constitucional sobre la “cuestión social”
que tanto trabajo costó encauzar, y trae sobre la actualidad un incremento
exponencial de la conflictividad social y política de imprevisibles
consecuencias.
Pero además, como dice el refrán: “donde no hay harina, todo es mohína..”, de
ahí que la “cuestión territorial”,
siempre latente, en los territorios con nacionalismos secesionistas, ha
aprovechado la oportunidad de la debilidad del Estado en plena crisis económica
y aún política, para azuzar el fuego de la disensión agudizando la crisis
política del Estado hasta el extremo de plantear explícitamente la
autodeterminación de Cataluña, en un abierto pulso al Estado; y de paso, ha
tenido eco –por vía de contagio- en el tradicionalmente agitado territorio
vasco, pues para no ser menos –en plena campaña electoral- el candidato del
PNV, Íñigo Urkullu, ha hecho una
apuesta por una Euskadi que "se mida con el resto de naciones como una
más, sin subordinaciones impuestas", con posibilidad de
materialización de "cualquier
proyecto político", y "sin
más ataduras que la libre decisión de la ciudadanía vasca".
Por consiguiente, asistimos al fracaso del consenso
constitucional en ámbitos tan extremadamente delicados como los apuntados de la
“cuestión social” y la “cuestión territorial”, que plantean el
desmoronamiento del Estado del Bienestar y la desmembración del Estado, algo
que requiere la urgente intervención de las
fuerzas políticas y sociales para volver a consensuar las soluciones
que, o bien restañen el marco constitucional, o bien se generen los acuerdos
precisos que cierren rápida y justamente las graves fisuras que amenazan tan
importante quiebra.
Por suerte, la tercera cuestión, “la religiosa”, ha sido resuelta producto del
creciente proceso de secularización de la vida pública; algo que no es baladí.
"A rio revuelto, ganancia de pescadores". Con grandes y empozoñados anzuelos nos han pescado. Pero de esta realidad que tan veridicamente describes, pocos, muy pocos son conscientes. El anzuelo ha de dolerles, como a tí y a mí, pero tienen MIEDO, miedo a la protesta, a perder los mínimos derechos y recursos que les han quedado.
ResponderEliminarAyer, en Sto Domingo, en la Feria de la Solidaridad (ONGs), túve el honor de hablar con un grupillo bastante numeroso de jovencitos, y ante mi petición de movimiento, lucha, protesta, algunos contestaban: ¡uno sólo no puede cambiar el mundo!. Mi respuesta fue: "un grano no hace granero, pero ayuda al compañero". Necesitamos mucha unión, de todos,jóvenes, mayores y más mayores para evitar que ocurra lo que nuestros políticos se han empeñado en hacer: destruir la clase media, y dividirnos, aumentar las divisiones, para así VENCER.