Los resultados
de las elecciones vascas y gallegas aportan como resultado el incremento de la
tendencia de voto nacionalista, especialmente en el País Vasco donde los 2/3
del voto son de tal procedencia, lo cual unido al anunciado proceso de
separatismo catalán –que acabará atrayendo al vasco- y ante las inminentes
elecciones catalanas, hacen del futuro de España algo más que un concepto
discutido y discutible –según se expresó Zapatero-.
El
nacionalismo catalán y vasco, de porte indisimuladamente separatista, ha
conseguido un gran paso con este triunfo electoral, sólo comparable con la
manifestación de la diada catalana del pasado septiembre, que revela que está
ganando importantísimos apoyos en la sociedad, lo que le da una fuerza política
que nunca ha llegado a tener, que en modo alguno va a ser desaprovechada por
los líderes autóctonos, especialmente en estos momentos de gravísima debilidad
del Estado español para acometer sus ideales independentistas.
De hecho ha
calado bien el discurso victimista de opresión centralista, de señalar el
origen de los problemas sociales y económicos en el centralismo de Madrid, que
impide el desarrollo natural y la gran potencialidad de crecimiento económico
del pueblo catalán y vasco –siguiendo con el falaz discurso, que ha prendido en
la simplicidad de una sociedad acostumbrada en los últimos decenios a pedir más
y más cotas de autonomía, sin que el Estado pusiera fin a tan creciente
pretensión, so pretexto de resolver así el problema de los nacionalismos
secesionistas con sustanciosas concesiones, que sólo han servido para mayores
exigencias posteriores-.
Entre tanto,
¿qué fuerzas políticas han hecho una política abierta de la “Nación Española”?.
Más allá de UPyD con un discurso claro, coherente y valiente, prácticamente nadie.
De entre los
partidos nacionales de gobierno (PP y PSOE) apenas hemos visto que articularan
un discurso claro de defensa de la “Nación Española”, acaso un poco más el PP,
pero con ambigüedades y cálculos dialécticos dada su política contraria con la
inmersión lingüística en la Comunidad Valenciana, Baleares y Galicia, en la que
ha venido a asumir una posición política equivalente a una especie de “nacionalismo
burgués” –que no puede ejercer en el País Vasco y Cataluña porque ya tienen su
propia formulación en CIU y el PNV-. Entre tanto, el PSOE ha jugado a una política
posibilista allá donde se le ha presentado la ocasión de alcanzar gobierno,
coaligándose con el nacionalismo separatista donde les ha convenido (caso del
tripartito catalán de tan nefastos resultados político y de gestión pública), o
llegando a un acercamiento iluso a los violentos abertzales para facilitar un
equívoco proceso de paz –cuando policialmente se habían conseguido importantísimos
logros-.
Ante tales
posicionamientos, el pueblo que no es tonto, o se desmoviliza –por pura
desmoralización personal ante tanto “pasteleo” incongruente, tanta jugada a
corto plazo-, o acaba apostando por otras alternativas que le llevan un mensaje
más claro y diáfano, especialmente si le prometen el arreglo de sus problemas
económicos, de paro, y si se señalan las causas de tales males fuera de allí;
pues se buscan soluciones radicales (a veces las que sean, a la desesperada)
ante problemas graves que no aparentan vayan a solucionarse pronto por el
camino habitual.
Así, a los
catalanes, vascos y gallegos ya les han dicho los nacionalistas donde están sus
problemas diarios (de paro, de deuda pública, etc.), señalando la torpeza de un
Estado en crisis que naufraga diariamente. Pero, ¿alguien les ha dicho lo
contrario y se lo ha planteado de forma clara y precisa?, ¿alguien les ha
explicado las ventajas de pertenecer a España, a un proyecto que ha sido
históricamente importante, y que puede volver a serlo recuperándolo entre
todos?, ¿alguien ha puesto algo de racionalidad, más allá de la emotividad de
la tierra que les vio nacer, o de una lengua autóctona que se habla en unas
cuantas poblaciones y valles?.
Incluso en
estos graves momentos de viabilidad de la Nación Española, cabría lanzar una
pregunta para búsqueda de la sinceridad de los actores políticos españoles,
¿desde las propias Instituciones del Estado se ha sido leal con España?, ¿o se
han cruzado algunos límites que comprometerían gravemente esa lealtad debida de
los propios Órganos del Estado?.
El Gobierno de
un Estado no sólo corresponde al Poder Ejecutivo, sino a todos los poderes del
mismo y a sus Instituciones, desde las que no siempre se ha tenido un
comportamiento ejemplar y claro con la “Nación Española”. Han sobrado ambigüedades
incapacitantes, indecisiones, especulaciones filosóficas; y ha faltado una
decidida acción política en defensa de la “Nación Española”, sin ambages, con
claros límites infranqueables en un Estado de Derecho.
Luego, “de
aquellos polvos, estos lodos”.
Faltan pocas
semanas para las elecciones catalanas, acaso alguien desde las más altas
Magistraturas del Estado tendría que hacer ejercicio de su defensa. Queda
escaso margen. Pues cruzado ese rubicón –que presumiblemente tienen ganado los
nacionalistas, por todo lo expuesto- la dificultad será máxima para cualquier
arreglo, y el guión independentista estará plenamente servido para Cataluña y
País Vasco, pues por fortuna Galicia no ha alcanzado la fuerza electoral de los
otros territorios. ¿Y entonces, qué haremos….?.
Naturalmente,
en este panorama de profunda crisis de Estado (política, económica, social y de
identidad nacional), que nadie piense que vamos a tener fácil la financiación
europea, para la que también habrá que entregar el “timón de la nave” española
que quede. Y de ahí a la neo-esclavitud…..
Aún resuenan
los ecos de aquella afirmación nacional en que se decía con convicción común
por parte de los españoles de buena voluntad que “España era una, grande y
libre”. Lamentablemente no lo podemos decir en los tiempos actuales.
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