lunes, 22 de octubre de 2012

EL TRIUNFO NACIONALISTA VASCO AÑADE PRESIÓN AL ESTADO



Los resultados de las elecciones vascas y gallegas aportan como resultado el incremento de la tendencia de voto nacionalista, especialmente en el País Vasco donde los 2/3 del voto son de tal procedencia, lo cual unido al anunciado proceso de separatismo catalán –que acabará atrayendo al vasco- y ante las inminentes elecciones catalanas, hacen del futuro de España algo más que un concepto discutido y discutible –según se expresó Zapatero-.
El nacionalismo catalán y vasco, de porte indisimuladamente separatista, ha conseguido un gran paso con este triunfo electoral, sólo comparable con la manifestación de la diada catalana del pasado septiembre, que revela que está ganando importantísimos apoyos en la sociedad, lo que le da una fuerza política que nunca ha llegado a tener, que en modo alguno va a ser desaprovechada por los líderes autóctonos, especialmente en estos momentos de gravísima debilidad del Estado español para acometer sus ideales independentistas.
De hecho ha calado bien el discurso victimista de opresión centralista, de señalar el origen de los problemas sociales y económicos en el centralismo de Madrid, que impide el desarrollo natural y la gran potencialidad de crecimiento económico del pueblo catalán y vasco –siguiendo con el falaz discurso, que ha prendido en la simplicidad de una sociedad acostumbrada en los últimos decenios a pedir más y más cotas de autonomía, sin que el Estado pusiera fin a tan creciente pretensión, so pretexto de resolver así el problema de los nacionalismos secesionistas con sustanciosas concesiones, que sólo han servido para mayores exigencias posteriores-.
Entre tanto, ¿qué fuerzas políticas han hecho una política abierta de la “Nación Española”?. Más allá de UPyD con un discurso claro, coherente y valiente, prácticamente nadie.
De entre los partidos nacionales de gobierno (PP y PSOE) apenas hemos visto que articularan un discurso claro de defensa de la “Nación Española”, acaso un poco más el PP, pero con ambigüedades y cálculos dialécticos dada su política contraria con la inmersión lingüística en la Comunidad Valenciana, Baleares y Galicia, en la que ha venido a asumir una posición política equivalente a una especie de “nacionalismo burgués” –que no puede ejercer en el País Vasco y Cataluña porque ya tienen su propia formulación en CIU y el PNV-. Entre tanto, el PSOE ha jugado a una política posibilista allá donde se le ha presentado la ocasión de alcanzar gobierno, coaligándose con el nacionalismo separatista donde les ha convenido (caso del tripartito catalán de tan nefastos resultados político y de gestión pública), o llegando a un acercamiento iluso a los violentos abertzales para facilitar un equívoco proceso de paz –cuando policialmente se habían conseguido importantísimos logros-.
Ante tales posicionamientos, el pueblo que no es tonto, o se desmoviliza –por pura desmoralización personal ante tanto “pasteleo” incongruente, tanta jugada a corto plazo-, o acaba apostando por otras alternativas que le llevan un mensaje más claro y diáfano, especialmente si le prometen el arreglo de sus problemas económicos, de paro, y si se señalan las causas de tales males fuera de allí; pues se buscan soluciones radicales (a veces las que sean, a la desesperada) ante problemas graves que no aparentan vayan a solucionarse pronto por el camino habitual.
Así, a los catalanes, vascos y gallegos ya les han dicho los nacionalistas donde están sus problemas diarios (de paro, de deuda pública, etc.), señalando la torpeza de un Estado en crisis que naufraga diariamente. Pero, ¿alguien les ha dicho lo contrario y se lo ha planteado de forma clara y precisa?, ¿alguien les ha explicado las ventajas de pertenecer a España, a un proyecto que ha sido históricamente importante, y que puede volver a serlo recuperándolo entre todos?, ¿alguien ha puesto algo de racionalidad, más allá de la emotividad de la tierra que les vio nacer, o de una lengua autóctona que se habla en unas cuantas poblaciones y valles?.
Incluso en estos graves momentos de viabilidad de la Nación Española, cabría lanzar una pregunta para búsqueda de la sinceridad de los actores políticos españoles, ¿desde las propias Instituciones del Estado se ha sido leal con España?, ¿o se han cruzado algunos límites que comprometerían gravemente esa lealtad debida de los propios Órganos del Estado?.
El Gobierno de un Estado no sólo corresponde al Poder Ejecutivo, sino a todos los poderes del mismo y a sus Instituciones, desde las que no siempre se ha tenido un comportamiento ejemplar y claro con la “Nación Española”. Han sobrado ambigüedades incapacitantes, indecisiones, especulaciones filosóficas; y ha faltado una decidida acción política en defensa de la “Nación Española”, sin ambages, con claros límites infranqueables en un Estado de Derecho.
Luego, “de aquellos polvos, estos lodos”.
Faltan pocas semanas para las elecciones catalanas, acaso alguien desde las más altas Magistraturas del Estado tendría que hacer ejercicio de su defensa. Queda escaso margen. Pues cruzado ese rubicón –que presumiblemente tienen ganado los nacionalistas, por todo lo expuesto- la dificultad será máxima para cualquier arreglo, y el guión independentista estará plenamente servido para Cataluña y País Vasco, pues por fortuna Galicia no ha alcanzado la fuerza electoral de los otros territorios. ¿Y entonces, qué haremos….?.
Naturalmente, en este panorama de profunda crisis de Estado (política, económica, social y de identidad nacional), que nadie piense que vamos a tener fácil la financiación europea, para la que también habrá que entregar el “timón de la nave” española que quede. Y de ahí a la neo-esclavitud…..
Aún resuenan los ecos de aquella afirmación nacional en que se decía con convicción común por parte de los españoles de buena voluntad que “España era una, grande y libre”. Lamentablemente no lo podemos decir en los tiempos actuales.

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