Se ha celebrado en Murcia la manifestación
del 1º de mayo con cierto incremento de
participación respecto a la tónica habitual de los últimos años. Pero este
incremento es poco significativo en relación con el conjunto de la población.
Pues ¿qué cabe pensar de una sociedad que en la que no se movilizan ni siquiera
los parados el día del trabajo?.
Aunque pensando en un concepto amplio, el
mundo del trabajo no sólo conlleva la defensa del empleo, sino también de las
justas relaciones laborales (salarios, condiciones de trabajo, seguridad y
salud laboral, formación profesional, incentivación, pensiones, y en general
las acciones sociales que se derivan de la relación de empleo). Y este año todo
este ámbito se ha resentido enormemente con recortes sociales que el gobierno
ha puesto en marcha, so pretexto de salvar una economía que lejos de responder
se hunde cada día más, porque la terapia empleada no es del todo acertada, ya
que la economía responde a fenómenos de mayor complejidad que los recortes de
gasto público, y aquellos sin embargo apenas se han llegado a abordar.
Por consiguiente, da la impresión que toda la
política de recortes sociales, tal como se ha venido planteando en nuestro
país, e incluso en el entorno europeo (Italia, Irlanda, Portugal y Grecia)
responden a criterios más ideológicos que propiamente económicos, ya que con la
excusa de la crisis se han llevado por delante, prácticamente el “Estado del
Bienestar” ante el pasmo social que atónito y cabreado, pero con gran pasividad
e individualismo asiste al discurrir de los acontecimientos.
De manera, que este año era importante, para
cualquier observador o especialista en estudios sociales, valorar la respuesta
ciudadana en forma de movilización ante una fecha histórica del 1º de mayo, en
que ya no sólo los desempleados, sino los pensionistas, los usuarios de la
sanidad, de la educación y demás servicios públicos, en definitiva el común de
la ciudadanía de las clases media y trabajadora que son las que están pagando
la crisis, se movilizaran, acudieran a las manifestaciones del día del trabajo
y manifestaran pública y libremente su parecer sobre estas políticas de
derrumbe del “Estado social”, que se ha quedado en la Constitución como un
simple “brindis al sol”, y que en una de estas reformas se lo llevarán por
delante también.
Sin embargo, en concreto en el caso de Murcia
(dejando de lado la optimista cifra dada por los organizadores, de 25000
personas asistentes, que también se nos antoja escasa por las razones que
venimos exponiendo) la estimación más adecuada a la realidad quizá sea la que
oscila entre los 10.000 y los 15.0000 participantes. Ante lo que hemos de
concluir, que se trata de un ¡fracaso..!, en las condiciones de emergencia
social que estamos viviendo.
Según esto en una Región con algo más de un
millón de habitantes apenas el 1% se habría manifestado en defensa del trabajo
y de los derechos sociales. ¡Desolador…!
Ni los parados (que son en la Región unos
220.000), ni los pensionistas, ni los padres de familia trabajadores que ven recortados
sueldos, becas, y demás ayudas sociales han aparecido por allí más allá de lo
meramente testimonial. ¿Acaso ha enraizado en Murcia el individualismo
insolidario?, el “sálvese quien pueda”. No ha sido la tónica habitual de la
sociedad murciana, siempre abierta y generosa. O ¿nos hemos aburguesado y lo
que no va conmigo no me interesa?. Eso mismo podrían decirlo los demás, en caso
de que se extendiera un individualismo egoísta e insolidario.
En este mundo, parece mentira que aún no
hayamos aprendido la lección, todos nos necesitamos (hoy por ti, mañana por
mí), y en esta situación de emergencia nacional que supone un paro tan
exagerado y una economía en caída libre, se esperaría otra conducta de la
ciudadanía.
Puede que haya quien, desengañado de la
actual realidad política y sindical, no quiera saber nada de nada. Pero eso es
un grave error. Es cierto que no siempre están acertados, que no siempre hay
los mejores interlocutores en este tipo de instituciones, pero no es menos
cierto, que la democracia requiere este tipo de organizaciones para su normal
funcionamiento, y la ciudadanía tiene en ellos los cauces de participación.
Aunque en esto haya mucho que mejorar y enmendar, pues los partidos como los
sindicatos han de hacer su particular transformación para ser más abiertos, más
participativos y democráticos. Todo ello redundaría en mejora de la vida
pública, en la que se incluyen los intereses sociales de las clases media y
trabajadora que actualmente están sufriendo los mayores embates de la crisis y
de las medidas anticrisis. Si bien, eso sería objeto de otra profunda
reflexión.
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