José Mª
Aznar accedió a ser entrevistado por uno de los canales privados de televisión
en España, en unos momentos especialmente delicados para el país en general y
en particular para su Partido, y no tuvo el menor rubor de meterse por en medio
en el malestar de los barones del PP, que cuestionan la política gubernamental
de Rajoy, para reivindicar autenticidad programática en la acción de gobierno,
y acabar amagando con volver al primer plano de la política nacional.
Esta
posición de Aznar –que ya tiroteaba desde su trinchera de la FAES- no ha hecho
sino dividir al PP, entre los que no estando de acuerdo con Rajoy y el desgaste
político que viene acumulando se están mostrando nerviosos por el potencial
retroceso electoral que pueden llegar a sufrir en los próximos comicios, y los
que siendo cargos públicos y más directamente conforman el aparato de poder del
Partido, se ven en la obligación de corresponsabilizarse de las políticas de
recortes de Rajoy.
Pero en
estos momentos, en que cualquier persona cabal y leal a sus compañeros de
Partido haría las objeciones que tuviera que hacer –y le permitieran- en el
foro interno de la propia organización, para no trasladar a la opinión pública
divisiones ni fisuras, que pudieran llegar a erosionar la acción de gobierno
aún más de lo que ya la deterioran los efectos de las políticas de recortes;
sin embargo, Aznar en su engolamiento político y personal, no se siente
afectado por tal tipo de objeciones, y como si estuviera por encima del bien y
del mal, como si fuera auténticamente por libre, o lo que es peor, como si se
tratara de una cuenta pendiente con Rajoy, va y hace su particular crítica y se
acaba por postular como alternativa.
Peor no le
ha podido sentar a Rajoy y al sanedrín de Génova –tanto a los fieles a Rajoy,
como los que en estas cuestiones ven la incomodidad e inoportunidad de tener
que posicionarse en una potencial guerra interna-. Algo inaudito, pues Rajoy
está donde está, y accedió a la presidencia del PP por obra y gracia de José Mª
Aznar, que se dio el gusto de nombrarse sucesor político. El mismo que ahora
parece cuestionar.
Así hoy hay
quien llega a hablar de deslealtad de Aznar con su Partido, y especialmente con
su sucesor Rajoy –al que está claro que ni respeta, ni valora-, aunque parece
más adecuado calificar esta actitud dentro del tradicional “narcisismo
político” que envuelve a Aznar, cuyo mito político se ha creído el primero el
propio expresidente.
De aquella
época del PP triunfal ya han caído algunas mitologías, como la de Rato que
llegó a considerarse el artífice del progreso económico español del momento,
que sin embargo posteriormente pasó por el FMI con más pena que gloria,
retirándose súbitamente antes de tiempo –sin haberse enterado de la llegada de la
gran crisis económica-, y que recolocado por sus amigos en Bankia (acabó como el “rosario de la aurora”, como es sabido). También de aquella época
son los nombramientos de los amigos de Aznar (Blesa en Bankia, y Juan
Villalonga, en Telefónica, Jaume Matas en la Comunidad Balear, y Zaplana en la
Comunidad Valenciana).
Además que
el éxito económico del gobierno de Aznar se basó esencialmente en un primer
ajuste de los gastos públicos (para lo que contó con la eficaz ayuda del
hacendista prof. Barea), la venta de empresas públicas del Estado (con las que
hizo caja, pero se perdieron del patrimonio nacional), del recalentamiento del
sector inmobiliario, y de una fase alcista en la economía internacional. De la
concurrencia de esos factores vino el resurgir hispano de principio de siglo,
que no fue ni equilibrado, ni sostenible, y que acabó por estropearse con la
torpe gestión económica de los gobiernos de Zapatero, hasta caer en la actual
sima, fruto de torpezas y opciones erróneas de los gobiernos del PSOE y PP.
Claro que
ante esto, la solución de Aznar pase por bajar los impuestos –cuando hay un
déficit público, y no se recorta el aparato político del Estado, más que en los
servicios públicos y a los empleados públicos- nos parece contradictorio,
porque supondría acabar de hundir al Estado (en todas sus vertientes: central,
autonómico, local e institucional). Dadas las circunstancias, más bien parece
que lo que hace falta es fortalecer las arcas del Estado (subiendo los
impuestos que están descaradamente bajos, como son los que gravan el capital),
y por otro lado, apremiar a la banca para que cumpla su función pública de
prestamistas, y ponga en circulación las cantidades de dinero en crédito que
necesita actualmente nuestra economía para evitar el actual colapso, y si de
paso se suprimen las Diputaciones Provinciales, las Asambleas Autonómicas o el
Senado, y demás Instituciones Públicas inútiles por duplicadas, se acabaría de
redondear la auténtica receta de la que no habló Aznar, como tampoco dio explicaciones
cuando le preguntaron por el tema de los “sobresueldos” en el Partido del que
él fue presidente, ya que se espera de él algo más que la negativa a su propio
cobro.
Aun así,
considerando una mala faena y una deslealtad a los suyos por el tono y contenido
del mensaje del expresidente, no creemos que ese amago de volver a la primera
línea política lleve mucho de verdad, por cuanto él mismo ya llegó, estuvo y
para él triunfó –retirándose en la cumbre, aunque las urnas le dieron un
inesperado revés fruto de sus particulares iniciativas de aparecer en primera
línea de la coalición de la guerra de Irak-; y las segundas partes pocas veces
fueron buenas, especialmente en los actuales tiempos de escasez. Amen que –a
poco que se hagan las cuentas- económicamente a Aznar no le interesa volver a
la Moncloa. Raro sería que diera auténticamente tal paso.
Por
consiguiente, habría que interpretar sus declaraciones más en el contexto del
propio PP, para consumo interno, en el que claramente trata de influir y de
sentarse en la cátedra que dejó vacía Fraga con su muerte, lo que de hecho ha
logrado, pero parece que necesita recordarlo periódicamente.
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