Se ha producido un estimable ruido mediático
que se hacía eco de las protestas por el fichaje de Irene Lozano por parte de
Pedro Sánchez, el actual líder socialista, que de esta manera incorpora a su
proyecto a una de las más fustigadoras críticas de su partido –en la línea de
su ex maestra Rosa Díez al abandonar el PSOE y fundar UPyD-, de forma que en la
actualidad políticos socialistas y del partido magenta de Rosa Díez coinciden
en sus aceradas críticas contra la ex Diputada.
Respecto
de las críticas de despedida, desde UPyD, no parecen muy elegantes las frases
que le dedica por ejemplo el diputado Gurriarán en twitter, pues han de asumir
que cualquiera pueda cambiar de criterio político, o redireccionarlo hacia
organizaciones que se puedan encontrar más afines a las sensibilidades
políticas de cada quien en determinados momentos, pues eso es un libre
ejercicio de responsabilidad personal de cada quien, que se siente más o menos
identificado con un determinado proyecto o con otro, que además con el tiempo
los proyectos evolucionan o se oxidan. Además tal situación fue la que llevó a
la fundadora de UPyD a abandonar el PSOE y fundar la nueva formación política,
que de inicio captó la atención de muchos ciudadanos que no vieron consolidarse
un proyecto político que parecía interesante para superar la esclerosis del
bipartidismo español.
Pues
en realidad, la hazaña que hizo Rosa Díez de abandonar un proyecto político
centenario con solvencia y raíces, por una supuesta cuestión ética de
discrepancia acaso más en la acción que en el planteamiento propiamente
ideológico, sin embargo se ha ido sofocando con el transcurso del tiempo, acaso
por la incapacidad de Rosa Díez de liderar su propia creación, haciéndola más
plural, abierta y participativa, pues se ha ido deshaciendo de forma paulatina
en sucesivos abandonos de significativos militantes que decían verse
constreñidos por el férreo dominio del aparato de Díez y sus afines. En
definitiva, vino a reproducir aquello que criticaba y que dio razón esencial a
lanzar su nuevo proyecto, lo cual le ha hecho entrar en una espiral
autodestructiva, que Irene Lozano trató de salvar con una propuesta alternativa
que perdió en un Congreso doméstico de la formación magenta.
De
otra parte, con referencia a las críticas socialistas tienen a mi entender una
doble justificación, por una parte, porque Irene Lozano hizo gala de una
crítica directa de denuncia de la crisis del “bipartidismo instalado”, que
lejos de presentar una alternativa política y un aire nuevo al deterioro
político-institucional, parece resignarse a que le llegue el turno ordinario de
gobernanza, en el que sigue idéntico patrón de comportamiento, de forma que la
ciudadanía no aprecie diferencias sustanciales de propuestas ni comportamientos
reales entre el PP y el PSOE una vez llegan al poder. Acaso las
descalificaciones que hizo gala Lozano fueran injustas o exageradas, pero
representaban el sentir de un estimable sector de opinión pública, que en
esencia fue lo que justificó la emergencia política de UPyD.
Pero
más allá de ese matiz, dialécticamente superable por una supuesta evolución del
PSOE –que entendiendo la crisis del bipartidismo decidiera salir de la misma
con ánimos y planteamientos nuevos y renovados-, parece que Pedro Sánchez ha
hecho un buen fichaje político, dado que Irene Lozano ha defendido su escaño
con un trabajo digno, y puede que le sirva a Sánchez para demostrar la
evolución del PSOE, aunque actualmente algunos viejos socialistas se rasguen
las vestiduras por los embates de Lozano desde UPyD, hecho en el que no es la
única ya que otros fichajes recientes del socialismo español han abandonado sus
antiguos planteamientos políticos desde los que litigaban con el PSOE como es
el caso de Diego Garrido o Rosa Aguilar –ambos provenientes de IU-. Más bien,
parecen mostrarse quejosos, por las facciones internas enfrentadas aún a Pedro
Sánchez como es el caso de Tomás Gómez,
o Fernández Vara siempre atento a apuntarse al “populismo interno” (al que
durante décadas se dedicó Alfonso Guerra con sus notables réditos para mantener
baronía), pero que en realidad revelan el malestar del militante que aspira a
cargo, al que maniobras como estas le revientan sus particulares ambiciones
personales.
Ahora
bien, creemos que aún siendo bueno el fichaje de Irene Lozano por el PSOE sería
muy deseable que este respondiera (como se dijo de Gabilondo) a un auténtico
deseo de renovación, de sacar al partido de la endogamia interna –ahora quejosa-
y abrirlo de verdad a la sociedad, que cada vez es más exigente en su
participación democrática y en los estilos de hacer política. Si bien, con todo
ello asumido, Pedro Sánchez debería de haber guardado esas formas nuevas más
participativas que pretende hacernos ver, al menos dejando constancia de la
aprobación de la militancia, no tanto en la incorporación a su proyecto
político, cuanto al acceso a las listas electorales, especialmente en el lugar
destacado que se le ha reservado.
Y
sobre todo, nada de que Irene Lozano es una transfuga, pues no ha cogido el
escaño logrado en las listas y con los votos de UPyD y se lo ha llevado al
PSOE, sino que dejando su escaño logrado por UPyD, dándose de baja en este
partido, ha accedido a la invitación del Secretario General socialista a
integrarse a trabajar como independiente en su proyecto político, formando
parte destacada de la próxima candidatura. En ello, ¡nada que objetar!.
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