domingo, 13 de abril de 2014

REPÚBLICA Y REPUBLICANISMO EN LA ESPAÑA ACTUAL



En el 83º aniversario de la proclamación de la II República, en que los nostálgicos de aquel régimen (entre ellos algunos de los herederos directos de los que perdieron la Guerra Civil), intelectuales y ciudadanos en general que rememoran el aniversario y acaso anhelan ese tipo de régimen, cabría preguntarse sobre el alcance real del republicanismo en España.
Para empezar, habría que distinguirse entre una ideología republicana y un sistema de Estado y gobierno republicano, este último suele acoger el primero, aunque ello no obstaría para que existiera una ideología republicana como propiamente igualitaria de fomento de una ciudadanía proactiva, participativa, con unos derechos constitucionales y sociales que procuren el equilibrio social, político y económico de los ciudadanos, algo que se completa perfectamente con un planteamiento democrático de la vida política.
Por otro lado estaríamos ante un sistema político (un sistema de gobierno) republicano en que el Jefe del Estado sería un presidente de la República elegido periódicamente por el cuerpo electoral del país, que asumiera la misión que le es propia a un Jefe del Estado en un sistema constitucional moderno.
Hasta ahí parecería que, ni el republicanismo como ideología, ni la República como forma de Estado habría de escandalizar a nadie, más allá de unas ideologías contrarias a la igualdad ciudadana (de porte habitualmente aristocrático) que han permeado hasta sistemas constitucionalistas a la sombra de la evolución de la propia monarquía constitucional, o de otro tipo de intereses oligárquicos de porte económico que ni ven bien, ni van a asumir voluntariamente un Estado Social que equilibre las diferencias económico-sociales de las modernas sociedades postindustriales. Por consiguiente, es un régimen, una modalidad de gobierno que cuenta con sus detractores de inicio, por la mera colisión de intereses.
Más allá de ello, se encuentran los pocos que sobrevivieron la tragedia fratricida de la Guerra Civil, así como sus descendientes más o menos directos, cuyas experiencias negativas  de aquella República en la que se desarrolló una revolución social (en forma de guerra civil), como tiempo antes tuvo Inglaterra, Francia e incluso Rusia, le resulta un recuerdo cuando menos incómodo o inquietante.
Luego en nuestro país a día de hoy, sobre la cuestión republicana, hay una extendida diferencia de opiniones y sentimientos encontrados, si bien propiamente no sean por sí mismos determinantes de ninguna opinión mayoritaria, pues la ciudadanía en general no parece tener conformada opinión sobre el particular, propio de que los partidos políticos de la transición generaron un consenso constitucional en torno a la implantación de una monarquía constitucional en la que entró de forma más o menos vergonzante hasta el PCE, y en consecuencia, no es una cuestión que se haya postulado seriamente por ninguna fuerza política de las representativas.
Acaso haya una decepción social sobre la actual monarquía por los escándalos en que se han visto envueltos algunos de sus miembros, y sobre todo porque se ha caído el pacto tácito protector de la prensa española sobre la institución monárquica, con lo cual sus errores y problemas propios se han divulgado y el pueblo ha empezado a quitarle el aura casi mágica con los que los investía anteriormente, empezando a considerarlos mortales y por ello, a meterlos en la dialéctica propia de la crítica política común. De donde se podría inferir que sus mayores enemigos son los miembros de esta institución que la han puesto en riesgo por sus graves errores.

Ahora bien, consideremos por un momento la hipótesis  -poco probable a día de hoy- que un día pudiera cambiar el sistema de gobierno y la ciudadanía se decidiera por un régimen republicano. El presidente de la República habría de ser elegido entre nuestros políticos, sería lo propio, y tal como está socialmente desprestigiada  la clase política no parece que sea muy atrayente el planteamiento por onírico que resulte. Actualmente cabría preguntarse por candidatos como Felipe González, José Mª Aznar, José Luís Rodríguez Zapatero, o algún otro personaje más o menos de ese perfil público. ¿Lo creen atrayente?. Como diría un paisano: “¡para ese viaje, no hacen falta alforjas….!”. Así de cruda es la realidad, salvo que los españoles compremos alguna otra utopía de las que se prodigan por ahí. ¡Pero para eso, también hay que tener mucha fe…!. En tanto que actualmente la desconfianza en la clase política es nota dominante en la sociedad española.

No hay comentarios:

Publicar un comentario