miércoles, 26 de marzo de 2014

EL SOBERANISMO CATALÁN NO PARARÁ EN SENTENCIAS


La unánime sentencia del Tribunal Constitucional que declara inconstitucional la declaración soberanista del Parlamento Catalán y propone un referéndum en Cataluña sobre la independencia de este territorio, no parece que vaya a parar al soberanismo catalanista, dado que no es cuestión jurídica la que se está lidiando –aunque también comparte un perfil de referencia constitucional-, sino puramente político, como la misma sentencia lo ha expuesto de forma manifiesta.
Efectivamente, el derecho regula los aspectos jurídicos de la convivencia política, pero no se agota en el mismo la acción política; pues ni todo lo puede prever el derecho, ni tampoco es inamovible ante la voluntad general de la población, sea la española en su conjunto, o sea la catalana en su especificidad.
Ante un problema político como es la definición del Estado, su identidad y su integridad territorial, tenemos la cuestión inicialmente resuelta en el pacto público que supuso la Constitución de 1978 hoy vigente, que reconoce que la soberanía nacional corresponde al pueblo español, y delimita el ámbito del Estado, al tiempo que lo define. Por consiguiente el fallo judicial del Tribunal Constitucional –que  por demás es unánime, en las distintas sensibilidades socio-políticas de sus magistrados- decreta la inconstitucionalidad de la declaración soberanista del Parlamento catalán, pues la soberanía es de toda la ciudadanía española, no sólo de la catalana, según el texto constitucional. Luego jurídicamente no cabe otra interpretación que la que ha dado el alto Tribunal, le guste o no a los secesionistas catalanes.
Por consiguiente, esta sentencia no dice nada que no supiéramos, ni tampoco era inesperada en sus términos. No cabía en Derecho otro pronunciamiento que ese. Pero como agudamente recoge en su texto, hay cosas que no competen al Derecho, pues van más allá de su ámbito y previsión, en una sabia advertencia al poder político para que gestione políticamente el problema –que no es jurídico sino político-, ante el que no puede que llegue un momento en que no quepa sólo argumentar en términos juridicistas de mera constitucionalidad, sino en términos netamente políticos, con una aproximación al diálogo con aquellos que no se sienten cómodos en la actual estructura del Estado, para buscar soluciones políticas de consenso, que posiblemente aún quepan entre una sumisión y una separación.
El problema no lo es tal en tanto que los apoyos sociales al soberanismo se mantengan en porcentajes escasos de población catalana, pero empezará a serlo cuando esos porcentajes de los descontentos con la actual situación se vayan incrementando significativamente en relación con su propia población catalana. De manera, que sabiendo que la decisión constitucional pasaría por una mayoritaria determinación de la ciudadanía española, y no valdría que esa mayoría se diera sólo en Cataluña. No es menos cierto, que se generaría un grave problema político si ese sentimiento independentista lo abrazara una significativa mayoría catalana, ya que por más que diga la Constitución esta no rige sentimientos, ante lo cual ¿qué cabría hacer?, ¿imponer manu militari la sumisión y el acatamiento forzoso constitucional?, ¿asumir el hecho independentista en contra de la voluntad de la mayoría española?. En todo caso, la fractura social estaría servida entre Cataluña y el resto de España, e incluso en el interior de la misma Cataluña (ya que no sería previsible, dado el actual estado sociopolítico de la sociedad catalana, la asunción soberanista de forma unánime, sino todo lo contrario, habría una grave fractura social, en la misma población catalana).
Ante esa eventualidad, cabe preguntarse ¿qué está haciendo el gobierno de España, más allá de negar la mayor?, ¿está tejiendo un plan de aproximación para que el significativo número de catalanes que no se encuentran a gusto en España, puedan cambiar su impresión de forma voluntaria?, ¿o cree que es un tema meramente jurídico?, ¿y después de unos meses será de orden público, o militar?. La más que probable previsión es que como llegue al ámbito de problema policial o militar el margen de solución aceptable se cierra, y entraríamos en una peligrosísima espiral donde el victimismo vende bien internacionalmente y la batalla podría perderse dado el comprobado grado de hipocresía de la política nacional e internacional.
Por tanto, ¿nadie está trabajando en una solución política, articulando vías diplomáticas e imaginativas que reconstruya el desencuentro generado?. En una entrevista televisiva el ex presidente Felipe González ya alertaba sobre esta cuestión y urgía esta aproximación política, justo en una línea análoga a la que señala el propio Tribunal Constitucional; algo que probablemente fuera más o menos asumido desde el gobierno catalán –dado el órdago a la grande en el que se ha metido con esta cuestión-, ante la incertidumbre que genera para la normal convivencia española y la estabilidad requerida para acabar de salir de la actual crisis económica. Y sobre todo, porque políticamente sería un error llevar el pulso hasta el final, en lo que pudiera ser un auténtico choque de trenes, ya que no sería bueno que del mismo resultaran vencedores y vencidos, sembraría un futuro aún más incierto e incordiante.

En consecuencia, esperemos que Rajoy no espere que le hagan su trabajo otras instancias de poder, y acometa el problema con la seriedad y la diplomacia que un desencuentro de esta magnitud requiere, especialmente conociendo los antecedentes históricos al respecto, y se ponga presto a trabajar incluso con la necesaria intervención del Jefe del Estado para dar una solución negociada que reconcilie a la parte de catalanes actualmente incómodos en este formato de Estado, y al resto de ciudadanos del Estado que no vivimos una realidad muy diferente a la de aquellos, y que quisiéramos seguir compartiéndola entre todos para hacer de España un estado respetable y honorable fuera de sus fronteras, especialmente en la UE donde nos imponen draconianas condiciones que no siempre nos convienen.

sábado, 22 de marzo de 2014

ADOLFO SUAREZ: “HOMBRE CLAVE DE LA TRANSICIÓN”


Adolfo Suárez González está batiendo su último combate en este mundo, lo que nos lleva a tenerle presente en estos momentos de su despedida, desde el recuerdo emocionado, por ser una de las personas claves en la transición política que rindió un extraordinario servicio a su País.
Hay que recordar que Suárez era un hombre joven que venía del interior del propio régimen franquista, en el que había emergido de la mano de otro importante personaje del mismo, Fernando Herrero Tejedor, que siendo gobernador civil de Ávila lo reclutara para servir juntos en sucesivos destinos políticos de los años sesenta. Alineándose así en la corriente reformista del propio régimen franquista que era consciente que tras Franco no se podía perpetuar el franquismo –con una España políticamente dividida tras la guerra civil, y en un entorno internacional en el que no se admitía la concurrencia de ningún país que no fuera homologable democráticamente, especialmente en la ansiada CEE de entonces-.
Consecuentemente, en ese grupo del régimen, junto con otros demócratas del interior y del exilio, hubo de poner sus objetivos el nuevo monarca, que también emergía del mismo régimen, aunque tenía que homologarse según los parámetros políticos democráticos y del tradicionalismo monárquico según su propia legitimidad histórica que le correspondía al Conde de Barcelona en su exilio portugués. Toda una gigantesca operación de ingeniería política que se hubo de urdir en ese reducido ámbito para poder hacer un proceso moderno de transición política que no fracasase entre el inmovilismo del mismo régimen franquista –que no facilitaría la labor- y el ansia participativa de políticos ajenos a aquel con los que había que contar para normalizar la situación político-institucional del país. Siendo claves las figuras del Rey Juan Carlos, que asumió como propia tal necesidad de evolución política, el propio Adolfo Suárez, y sobre todo Torcuato Fernández Miranda, preceptor del Rey y figura clave del diseño político-constitucional de la transición.
Ni que decir tiene, que Suárez no era de las figuras destacadas de la pretransición que hubieran hecho albergar cualquier sugerencia que fuera este el que liderara el delicado proceso político, pues en la elección de presidente del gobierno de entonces, se le presentaba al Jefe del Estado una terna y este elegía entre los propuestos, llegando a ser propuesto Suárez en esa terna y elegido por el Rey, tras un gobierno inmovilista de Arias Navarro (que estaba en el sector más conservador del régimen, compatible con la monarquía) en el que Suárez figuraba casualmente como Ministro Secretario General del Movimiento (equivalencia del máximo comisariado político del “partido único” en el Consejo de Ministros), lo que hacía pensar en la idoneidad de su nombramiento para relevar a Arias, que dio con el titular de un importante medio de prensa: “¡Error, inmenso error!”. Así se percibió en los primeros momentos.
Posteriormente se supo que Suárez estaba en el grupo de los reformistas del régimen, siendo hombre capaz, astuto y dado a transacciones y acuerdos, que no había luchado en la guerra civil –dada su juventud-, que le hacía la persona idónea para convencer a los propios y ajenos, y sobre todo de seguir el guión trazado por Fernández Miranda junto al Rey.
Fueron años sumamente difíciles, en los que se dio el inédito hecho de que un régimen político se hizo voluntariamente el harakiri con la aprobación de la Ley de la Reforma Política, que fue aprobada mayoritariamente por las Cortes franquistas, a propuesta de Suárez, que daba paso al inicio de un proceso constituyente con convocatoria de Cortes generales a tal fin, dando pie a la progresiva legalización de todos los partidos políticos (incluidos los comunistas que generaron grave tensión en el régimen, con dimisión del ministro de marina, y cierto “ruido de sables”, ya que algunos militares acusaban a Suárez de haberles engañado con la Ley de la Reforma Política).
En tanto, mientras reformaba todo un régimen político y lo guiaba de la dictadura a la democracia, creaba su propio partido político (UCD), que aglutinó importantes figuras políticas del momento, en torno a la carismática figura política de Suárez, al que la ciudadanía confió la gobernación del país durante dos legislaturas. Pero las incongruencias internas de UCD, los personalismos de algunos de sus barones, aprovechando el desgaste político enorme que Suárez estaba padeciendo al liderar el fenómeno de la transición, con las propias tensiones entre los inmovilistas y los rupturistas del antiguo régimen, unido a una canalla acción terrorista de ETA, y a un considerable repunte de la crisis económica de mediados de los setenta, con una oposición socialista ávida de poder, llevó a Suárez a presentar su dimisión como jefe de gobierno.
Tal hecho no estuvo exento del abandono que padeció Suárez por parte de los poderes fácticos del país (ejército aún ideológizado, castigado por una fuerte ofensiva terrorista, y la banca ante un elevado índice inflacionista que llegó a rondar el 25% en algunos momentos, que obligaba a llevar a cabo duros e impopulares ajustes económicos, según se plasmó en los Pactos de la Moncloa cuyo artífice fue Enrique Fuentes Quintana, en el equipo económico del gobierno, junto con Fernando Abril Martorell), que acabó –como se sabe- en el torpe golpe de Estado del 23-F, justo cuando se votaba al relevo de Suárez en el gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo.
Después en la despedida, el Rey le condecoró ascendiéndole a la aristocracia con el rango de Duque, y durante algunos años intentó volver a la política activa con una reedición de su proyecto centrista, pues Adolfo Suárez, que era un hombre de gran olfato político sabía que la mayoría social del país estaba en el centro político, donde estaba el gran caladero de votos que otorgaba una desahogada mayoría para gobernar, dado que la gran clase media española se ubicaba políticamente en posiciones políticas moderadas de gestión y estabilidad del sistema político-económico que posibilitara trabajo e incremento de los niveles de vida de la misma, para lo cual tenía claro que había de distanciarse del conservadurismo políticamente tradicionalista y socialmente vinculado a una derecha tradicional, así como de las posiciones de izquierda convulsa, revolucionaria, entre cuyos extremos se tensaría la convivencia, tampoco aceptaba el libre mercado absoluto (actual dogma del neoliberalismo), pues consideraba que los mercados como la economía eran imperfectos y sus perniciosos efectos habían se estar sometidos a corrección política para evitar que dañara el interés general. Así postuló la economía social de mercado, que en posiciones centristas (democristianas o socialdemócratas –que a ambas ideologías acogió en UCD-) suponía uno de los postulados más elementales de la posición política para evitar la generación de grupos sociales marginados. Sin embargo, su vuelta a la política activa, tras el descalabro de la UCD y en plena efervescencia socialista en el poder, no tuvo la acogida electoral que Suárez hubiera merecido, lo que le llevó a retirarse definitivamente y vivir de forma privada y discreta, una vida que no estuvo exenta de sufrimiento por la tragedia que le acompañó en las enfermedades familiares.
Todo un caballero, en lo privado y en lo público, algo que no ha abundado desgraciadamente en nuestro país, ante las oleadas de corrupción política que han acompañado a uno y otro color. Y sobre todo, una persona que aunque ahora se sumen al duelo público muchos, probablemente no le hagan la justicia que en vida mereció, ante el ulterior abandono que progresivamente fue padeciendo de la propia clase dirigente.


sábado, 15 de marzo de 2014

LAS DIFERENCIAS ENTRE EL TÉCNICO Y EL POLÍTICO


Hay un error común que es confundir la acción política con la gestión técnica, pues aunque esta última sea conveniente herramienta de la agenda política, sin embargo no es la política, no agota su ámbito de acción. Ni el político ha de confundirse con un mero gestor o técnico, tal sería la figura del tecnócrata, variable anómala de la democracia.
Decimos esto, porque no pocas veces el pueblo habla de que a la política lleguen los más capaces, y yo corregiría en el sentido de los más honrados, lo que tengan más espíritu de servicio, que estén dispuestos a atender las demandas de los ciudadanos y representarlos con honor y dignidad, con práxis ética.
Pues las Instituciones Públicas ya tienen sus cuadros funcionariales de técnicos en las diversas materias, que son los que aconsejan a los políticos, por eso los políticos no deberían de invadir los puestos funcionariales –como lo están haciendo en la actualidad-, ni los funcionarios deberían incorporarse –como técnicos- a puestos de naturaleza política representativa, ya que ambas funciones son diferentes en su origen y en su desempeño. Algo que ya puso de manifiesto Max Weber en su conocida obra: “El Político y el Científico” delimitando claramente ambas figuras en el desarrollo de gestión de lo público.
Tal es así, que en estos días cuando hemos conocido los resultados de la denominada “comisión de sabios” que han elaborado una serie de propuestas para la reforma del sistema fiscal español, por encargo gubernamental, comprendemos bien lo que decíamos anteriormente, pues el científico aplica los conocimientos de una ciencia, con su metodología de trabajo, y llega a unas conclusiones, que en parte se pueden compartir, aunque lo que no parecen compartir ni la ciudadanía, ni el gobierno, ni la oposición es la propuesta de incremento de la imposición indirecta (pues proponen una subida generalizada del IVA al tipo máximo del 21%) que acabaría por hundir el consumo, y con ello el comercio, y la propia economía. Además de no respetar los principios impositivos de progresividad con que habría de grabarse la imposición directa (especialmente las rentas del capital, sociedades, transacciones bancarias, etc., de lo que por cierto no se propone nada por esos expertos). Lo que nos lleva a hacer también la consecuente crítica que posiblemente esos “sabios” estén contaminados ideológicamente, pues han seguido un determinado rumbo ideológico como orientación de sus análisis y propuestas, que de esta forma se nos tornan ociosas y desaconsejables por insolidarias e injustas.
En definitiva, no creemos que hayan aportado nada nuevo a lo que el equipo económico del gobierno no supiera ya, salvo que haya sido el pretexto para vender sus recetas neoliberales para seguir hundiendo a la clase media y trabajadora, incrementar las diferencias sociales y acabar de hundir al país.
¡Para ese viaje, no hacía falta alforjas…!.

Si realmente se quiere gobernar para todos los españoles, como gusta decir a los ganadores de las elecciones, habrían de olvidarse de esas recetas, y poner en marcha la intuición política que ha de tener quien ejerce el liderazgo gubernamental de un país para orientarse hacia un rumbo que sea justo, con menor grado de sufrimiento social, y más equitativo, para eso están las soluciones políticas de los que cuentan con el apoyo mayoritario de un pueblo en su conjunto, que no necesitan ampararse detrás de una comisión de expertos para promulgar medidas impopulares e injustas, conforme al recetario ideológico de su peculiar parroquia política.
La ciudadanía no ha votado a ninguna comisión de expertos, sino a unos representantes para que defiendan sus intereses. ¡Que quede claro..!.

domingo, 9 de marzo de 2014

¿ESPERANZA AGUIRRE LE DISPUTA LA ALCALDÍA A ANA BOTELLA?


Informaciones dignas de crédito apuntan a una guerra intestina en el PP madrileño por alzarse con la candidatura para la alcaldía de Madrid, señalando a Esperanza Aguirre como la que lidera la alternativa a la actual alcaldesa por sustitución Ana Botella, en lo que podría ser un duelo de titanes, pues conocida es la combatividad política de Aguirre y no menos conocida es la fuerza política del ex presidente Aznar que es lógico pensar que activaría toda su influencia para afianzar a su mujer.
Dicho lo cual, no podemos dejar pasar por alto la intrigante figura política de Esperanza Aguirre, quien tras de haber formado parte del gobierno con Aznar, y de haber desempeñado altos cargos del Estado, desembarcó en la presidencia de la Comunidad de Madrid, donde fue asentando un liderazgo personal, que antes no tenía desde puestos más técnicos y alejados de la ciudadanía, sin embargo el estar al frente del ejecutivo de la Comunidad madrileña le dio la oportunidad de mantener un contacto de proximidad con la población, algo en lo que Esperanza Aguirre cautiva a mucha gente con su desenvoltura y cercanía, no exenta de alguna que otra ocurrencia.
Pero más allá de esa cualidad, que aún le confiere un halo de triunfo por su populismo y carácter personal desenfadado, no se puede dejar de considerar algunos peculiares aspectos de su gobernanza de Madrid, de la que se quitó de en medio astutamente –so pretexto de una enfermedad- que no le ha impedido seguir estando presente en la actualidad política madrileña y nacional.
Incluso sus conocidas malas relaciones con  – el entonces alcalde de Madrid, y hoy ministro de justicia- Alberto Ruíz Gallardón, y la pugna que mantuvieron entre ellos con sus secuaces por el control del partido en la capital de España, no le hizo ningún favor, pues generó serias fisuras internas entre compañeros de partido, que se fueron complicando y haciendo bandos irreconciliables.
Además algunos de sus más próximos compañeros políticos se han visto afectados por sospechas de corrupción e incluso de posible involucración en la trama Gurtel. No pudiendo dejar de lado, en esa guerra de “cainismo político” el affaire no aclarado del supuesto espionaje político.
Sin embargo, entre tanto, Esperanza se mostraba como “verso suelto” con sus seguidores en el PP nacional, manteniendo el poder del PP madrileño (del que sigue ostentando la presidencia), y que pese a sus declaraciones de alivio por haber vuelto a la normalidad de la vida fuera de la política institucional, pocos creyeron en la sinceridad de esas palabras.
Pero también hay que recordar que la “lideresa madrileña” –como le llamaba algún sector de la prensa matritense- también mantuvo sus diferencias políticas con Rajoy, cuando insistiendo en soluciones liberales, este recomendó a los que así pensaran marcharse al partido liberal.
Por consiguiente, a sus habituales enemigos políticos internos –por coincidencia de intereses en el PP de Madrid- habría que añadir a aquellos que ni ideológica ni personalmente empatizan con Aguirre, y por si fuera poco, si emprende esta batalla por la candidatura de la alcaldía madrileña acabará enfrentándose a un auténtico poder fáctico del PP (Aznar y su séquito), nada despreciable para quien quiera seguir posicionado en un Partido como el PP en el que gobiernan los cuadros directivos (una elite política interna que controla todo el aparato de poder). Por lo cual creemos que esta maniobra requiere más de una pensada por parte de quien la intente, y especialmente si como dicen, lo está pretendiendo Esperanza Aguirre.

¿Y por qué el cambio?. Ante la sospecha de que Ana Botella –que no tiene ese tirón populista de Aguirre- y a la que no le ha acompañado el tino político y la suerte como regidora de la capital de España, parece que no lograría la mayoría absoluta, que sí parece que podría conseguir Aguirre. Aunque no le daría tanta credibilidad a esas posibles encuestas, dado que aún queda más de un año para el proceso electoral, y aún pueden suceder muchas cosas tanto en Madrid como en el contexto político nacional. Pero si esas informaciones son ciertas, el PP tiene una nueva turbulencia interna, a las ya existentes.