domingo, 29 de mayo de 2016

EL ATAJO VENEZOLANO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL ESPAÑOLA

        

            
                La deriva venezolana que le están dando algunos políticos españoles a la precampaña electoral revela lo que parece una estrategia de distracción sobre los graves problemas políticos, sociales y económicos que tienen que acometerse de forma seria por parte del futuro gobierno del Estado, así como de aquellas cuestiones internas especialmente referidas a la corrupción y mala gestión, que algunos quieren obviar por puras razones electoralistas.
        Por mucho que nos duela la situación política, económica y social venezolana, que afecta a españoles allí residentes (como en otros lugares también afectan los problemas locales a los españoles allí residentes), no deja de ser una cuestión interna de Venezuela, en cuyo ámbito político no parece nada diplomático ingerirse, debiendo ser los propios venezolanos los que decidan acerca de la solución a sus graves problemas internos.
        Cualquier acción política desde España –no convenida con las autoridades gubernamentales venezolanas- por muy colaborativa que se le presente no dejará de ser interpretada por aquellas como una ingerencia en asuntos internos de aquél país, y dada la hipersensibilidad de Sudamérica sobre el pasado colonial español podría verse como un gesto de paternalismo neocolonial que en nada contribuiría a las relaciones bilaterales. Algo en que tenemos el no lejano reproche oficial español al gobierno cubano, que costó no pocos problemas diplomáticos y que ha dado lugar a que España, en el actual momento de relativa apertura económica del régimen haya sido relegada a EEUU, Francia y otras potencias, teniendo grandes inversiones hoteleras en la isla caribeña además de una historia común recorrida fraternalmente.
        Pero además resulta patético que dirigentes políticos españoles (con todos los problemas de corrupción política, paro, crisis económica, crisis social de creciente pobreza, recortes sociales, recortes en libertades públicas por la ley mordaza, deportación en caliente de inmigrantes ilegales, etc., etc.) se erijan en modelos y profetas de las esencias democráticas y se enreden en trifulcas dialécticas con las autoridades venezolanas que sólo conducen al deterioro de las relaciones bilaterales y a exhibir con impudicia una hipocresía política que no parece tener límite en términos ético-políticos.
        Y sobre todo, ese empeño torticero de filibustería política de introducir en la agenda política española en época pre-electoral la problemática venezolana, no tiene la menor justificación, cuando tantísimos problemas afligen a la sociedad española (desde el hecho mismo de la propia unidad del Estado, su modelo territorial, el cambio constitucional, la reforma de la Constitución, la forma de gobierno, la decidida lucha contra la corrupción, la regeneración política con mayor democracia, participación y transparencia, la inmemorial necesidad de reforma de la justicia, la restauración del “Estado del bienestar”, el aseguramiento de las pensiones, el logro de la mejora del empleo y la reducción de los altos índices de paro, un adecuado diseño económico con su correspondiente sistema hacendístico y fiscal más justo, una auténtica cultura de Estado cooperativo con la correspondiente cultura de seguridad y defensa, la mejora del sistema educativo, etc., etc.).
        Es un mal síntoma que pudiera ser interpretado en clave interna española como un mero “postureo electoralista” o yendo más allá como una “artera maniobra de distracción pública” para no responder o comprometerse ante el votante español. En todo caso, aparenta cierta relegación del electorado al que después vendrán a pedirnos el voto.

        ¡Empiecen por respetarnos…., que estamos aquí, no en Venezuela!.

domingo, 22 de mayo de 2016

LA ESTELADA PROTAGONISTA DE LA FINAL DE COPA

           

         
             Las últimas ediciones de la final del torneo de la copa del Rey de fútbol viene poniendo como objeto principal el problema político secesionista catalán, dada la concurrencia en esta del FC Barcelona, que también ha sido asumido dentro del simbologismo catalanista como uno de los bastiones de identidad nacional triunfante.
            Ya se sabe que el deporte –especialmente si es de masas, o precisamente por eso mismo- suele ser arteramente utilizado por los actores políticos destacados de cada sociedad, así en la época de la dictadura franquista –algunas de estas celebraciones fueron utilizadas como signo identitario grupal y modo de encauzamiento de las emociones colectivas, con sus secundarios efectos enajenadores de una realidad no tan triunfante para esos mismos actores políticos que tratan de desviar la atención de las masas hacia un simbolismo que manipulado oportunamente acaba desbordando una irracionalidad masiva hacia una identidad victimista y cegadora de esa realidad que si se considerara con serenidad podría llevar a que la masa pasara a asumir con madurez un conveniente estatus de ciudadanía desde el que defender sus periclitados derechos sociales. Cambiando de ese modo el eje dialéctico de la política entre izquierdas y derechas (progresismo y conservadurismo) por un nuevo eje dialéctico (Estado frente a soberanismo autonómico-independentista).
            De esa forma el cambio de eje de la dialéctica política también cambia la agenda política, pues lo central ya no son tanto los derechos sociales (empleo, vivienda, educación, sanidad, dependencia, etc.), el reparto justo de la renta, la igualdad social, sino cuestiones como la soberanía de territorios regionales como “mesianismo político” con el que se le promete al pueblo que tras una difícil “travesía del desierto” lograrán una supuesta “libertad” en la  nueva “tierra de promisión”, algo realmente increíble en un mundo globalizado con nuestra pertenencia a varias sociedades internacionales (ONU, OTAN, UE, etc.), de las que de forma previsible, inicialmente se caería el hipotético Estado independiente. Todo ello, en vez de defender la realidad de los derechos de ciudadanía y de los derechos sociales pretendidos por esa ciudadanía para hacer realidad un Estado Social de Derecho, que con la crisis económica se ha deteriorado.
            Por consiguiente, en tales planteamientos de emotividad colectiva, sociedades como la catalana se ha dividido internamente de forma dramática, donde casi la mitad de la población ha asumido un “credo político nacionalista” que prioriza el territorio a la persona, los valores étnicos-lingüísticos y culturales prevalecen sobre derechos de ciudadanía constitucional, cuestionando el factor identitario hispano (pese a los concluyentes datos históricos, jurídico-constitucionales, etc.). Y lo mismo que en la antigüedad, ese fenómeno nacionalista identitario se ha llevado al mundo deportivo, con especial interés de la utilización de su gran equipo de fútbol al que tratan de imaginar e erigir simbólicamente triunfante en el contexto del Estado, y nada mejor para ello que la oportunidad escenográfica que facilita este acontecimiento deportivo cuyo trofeo lleva el nombre del mismo Jefe del Estado, para hacer una descarga emocional pública de tipo reivindicativo nacionalista. Cuestión, que aunque racionalmente tenga escasa explicación, desde el punto de vista emocional sí se explica, como también políticamente se percibe la estrategia.
            Sin embargo, sabido lo anterior, no parece muy acertado empezar por prohibir el uso de la bandera secesionista catalana (estelada) como lo hizo la Delegación del Gobierno en Madrid, pues además de la debilidad de la defensa jurídico-constitucional de tal prohibición, políticamente era de suponer que dicha prohibición generara efectos de boomerang al enfatizar el irredento victimismo catalanista incrementando el nivel de protesta entre estos y cierto grado de incomprensión por la prohibición por los auténticos demócratas, que al final acaban por rectificar la inicial determinación, con los perniciosos efectos que ello tiene en toda la población.
            Medidas como esa prohibición supone entrar en la fácil provocación, para terminar por rectificarlas y nuevamente oxigenar al catalanismo en su trazado guión rupturista con el Estado, ante lo que este tendría que generar políticas que –sin confrontación, ni entrar en la provocación- diseñaran unas políticas que defendieran el hecho nacional español frente al nacionalismo secesionista de forma más eficaz y democrática, subrayando los valores hispanos (sin menospreciar los autóctonos) que combinan con los territoriales en un proyecto común de Estado, para lo cual habría de buscarse un pacto de Estado entre los partidos mayoritarios que defendieran este planteamiento que fortalezca la idea del proyecto común de España (con sus políticas de integración, de seguridad exterior e interior, que no estén sujetas al “mercadeo del reparto del poder”, sino al interés común de España), junto a ello una labor de permanente diálogo con la ciudadanía de todo el Estado para ir fijando el rumbo de esas políticas de Estado. Si eso se realizara de ese modo por parte del gobierno del Estado y de los partidos más representativos del mismo, el lamentable espectáculo de la “protesta político-futbolera” con las esteladas al viento ante la máxima institución del Estado (con ser un grave síntoma político de fragmentación interna) no dejaría de ser una triste anécdota.
            Sin embargo, si nos fijamos en los antecedentes de nuestra historia reciente, cabría poca esperanza en albergar un cambio de rumbo en la política española donde todo ha girado en torno a una inicial confrontación que ha ido claudicando según la necesidad de apoyo del partido de turno (PP, PSOE) para formar gobierno en Madrid, y donde el propio PSOE tiene su particular problema interno de identidad política con su socio el PSC, que le ha llevado por derroteros de sutil ambigüedad en según qué momentos, que ahora se ve abocado a hacer una tardía propuesta federalista que requeriría la reforma constitucional un inadecuado momento de inestabilidad política en España como se ha demostrado en la imposibilidad de formar gobierno, lo que nos aboca a unas nuevas elecciones de incierto resultado, con una mayoría de izquierda neocomunista que defiende el referéndum de independencia catalanista.
            Lo dicho, lo de la estelada (aunque sea el síntoma de la disfuncionalidad política de nuestro Estado) no deja de ser una anécdota en el incierto horizonte político español actual. Donde, por cierto, la cuestión de la “crisis económica” sigue pendiente de resolver. Y si no atentos a la sanción de Bruselas…., y al dato indiscutible de que la deuda pública ha superado al PIB.

             ¡Mal, mal, ……., muy mal…!.

domingo, 15 de mayo de 2016

¿ EL 15 M FRACASA AL REENCONTRARSE CON UNA IZQUIERDA RECONSTRUIDA ?


            En este 15 de mayo de 2016, varios años después del espontáneo movimiento socio-político que arrancó en esta fecha y llevó a muchos indignados con el sistema económico y político a salir a las calles y plazas de las principales ciudades del país, bajo el grito de “no nos representan”, espoleados por una dura crisis económica que ponía de relieve la no menor crisis política y ética del país, que dio lugar al conocido movimiento del “15-M” que diversos sectores de izquierda han querido capitalizar y finalmente ha terminado estabulándolo.
            En este día, se hace necesario hacer memoria de lo que ese movimiento representaba, de sus causas y sus objetivos, así como de su evolución hasta su progresiva domesticación y dilución por el propio sistema que tanto criticaban.
            Al parecer la causa de la indignación era doble: de un lado una dura crisis económica derivada del injusto capitalismo desbocado –sin control legal ni político- que generó una gran “estafa planetaria” en circuitos crediticios y financieros virtuales que sólo tenían que ver con la realidad el grado de injusticia y desmesura con que se habían conducido con unas dimensiones globales que lo hacían aún más grave en sus perniciosos efectos dañinos. Aunque los líderes políticos –empleando la diligencia que no tuvieron para evitarlo- acudieron rápidamente al rescate de bancos, cajas de ahorros y demás entidades financieras, con el dinero de todos (que prometieron se recuperaría, sin que se haya verificado tal promesa inicial, de la que al parecer ya nadie se acuerda), mientras que la ciudadanía perdía por millares y millones sus empleos y con ello sus ingresos, a su vez sus casas hipotecadas y finalmente eran desahuciados (en muchos casos por los mismos que habían ayudado los gobiernos a ser rescatados). Así se dio la paradoja que la UE salió en defensa de su moneda (el sacro-santo “euro”), mientras a los ciudadanos de las naciones más duramente castigadas por la crisis se les imponían severas penas financieras (que sus propios gobiernos traducían en recortes en los servicios públicos esenciales, que cínicamente serían negados) con lo que la situación de progresivo empobrecimiento se fue dando en una diabólica espiral que sólo el tiempo ha ido remediando parcialmente –como si de un huracán u otra tragedia nos hubiera asolado-. Todo ese ambiente era el que nutrió la indignación de una sociedad que además veía cómo además la corrupción política llegaba a cotas inauditas, con muestras groseras de impúdica avaricia y desconsideración en no pocos de los políticos afectados, ante el cómplice silencio de los aparatos políticos (a diestra y siniestra, como si todos estuvieran en un vergonzante silencio autoculposo).
            En tal contexto se desencadenó el fenómeno de los indignados del 15-M, que salieron a protestar a las plazas públicas, concitando a miles de desheredados del sistema político y económico (el mismo que asume con indolencia cifras de paro del entorno al 20 y 25% como semipermanentes), el mismo que ha establecido una fácil y provechosa permeabilidad público-privada, con “puertas giratorias” en las que se habían acomodado los dos grandes partidos políticos de alternancia en el poder, junto con los partidos nacionalistas dominantes en territorios separatistas y los dos grandes sindicatos del sistema, cada uno con sus intereses.
            Pasó el tiempo y los indignados se fueron tranquilizando, hicieron su particular “terapia colectiva” en sus asentamientos públicos, donde el poder los toleró como una molestia menor a la espera que se fuera diluyendo con el transcurso del tiempo. ¡Lo que así sucedió!.
            Bastó que algunos supieran recoger arteramente el caudal político de la protesta, con una pública exposición de la queja, con un certero diagnóstico de la situación, e incluso con un lenguaje audaz e inteligente que calificaba de “casta” a la clase política oficial y señalaba las afrentas a las que había sometido a la parte más débil de esa sociedad, para que gran parte de los desheredados del sistema les siguieran “cual flautista de Amelín”. Y así surgió PODEMOS, nueva formación política, que pretendiendo alcanzar el poder evitaba su etiquetado político (hablando tibiamente de “horizontalidad”), cuando en realidad parte de su cúpula (ideólogos y promotores iniciales) comulgaban con el comunismo y habían abandonado el PCE e IU por considerarlos poco operativos en su formulación de una nueva estrategia de alcance del poder, única meta deseable –al decir de algunos de sus mentores- para lograr los pretendidos objetivos de un auténtico cambio socio-político, que apenas se atrevían a tildar de revolucionario. Si bien tuvieron el mérito político de aprovechar una estimable quiebra social en nuestro país que demandaba más justicia social y drásticas reformas políticas más participativas que al tiempo fueran regeneradoras del mal de la corrupción que también comprometía la gobernabilidad institucional del país.
            Pero sometido a las urnas el proyecto de PODEMOS (que también padece los efectos de su rápido crecimiento y aluvión de militancia), empieza a evidenciar un techo político en una orquilla entre el 15 y el 20% del voto, acaso por el excesivo protagonismo de su líder (que por otra parte, requiere apoyos de grupos afines autonómicos), por su inexperiencia de gobierno y su proclividad ideológica a fórmulas comunistas sudamericanas que han mostrado palmariamente su fracaso (en los órdenes político, económico y social). Y sobre todo, porque en el entramado de la UE un partido de izquierdas con un programa auténticamente socialista o comunista no tiene virtualidad práctica en el ámbito de la UE (donde la política monetaria es común al euro y la marca Bruselas, y en consecuencia la política económica y hacendística de los Estados miembros, lo que de suyo condiciona cualquier política por imperativo del guión europeo), como ya se ha mostrado con Siryza en Grecia y con los respectivos socialismos más moderados en Francia, Italia y Portugal. Luego o se apuesta por una auténtica revolución política y económica (que naturalmente nos pondría fuera de la UE), de inciertos resultados, o realmente, cualquier alternativa de izquierdas en un país de la actual UE apenas tiene margen para hacer auténticas políticas de izquierda, o al menos, apenas en el ámbito socialdemócrata (del anhelado “Estado del Bienestar”). Y tal es la tragedia de la izquierda europea en la actualidad en la UE, pues o traiciona a su electorado (asumiendo las políticas neoliberales de la UE) o traiciona a Bruselas y recibe las consiguientes sanciones y correcciones de la UE (por aplicar políticas socialistas de izquierda).
            Tal es el auténtico problema que tienen los partidos que se proclaman de izquierdas en la UE, y en particular en España, y eso habría de tratarse públicamente para que la ciudadanía española y la ciudadanía europea decida si realmente no hay otras alternativas a las que actualmente presenta la UE, o si por el contrario fuera posible otra UE más social y solidaria.
            Entre tanto, maniobras como las alianzas electorales de PODEMOS  e IU no dejan de ser intentos y estrategias de alcanzar poder (ese mismo que se criticaba en las plazas del 15 M) y que no sabemos si les dará opción de gobierno hasta tanto el pueblo soberano no se pronuncie. Pero no deja de ser una recomposición más de la izquierda en busca del necesario apoyo para alcanzar un poder institucional que se les resiste, acaso por la escasa convicción de sus resultados a la vista de las contradictorias políticas de sus homónimos en Grecia que llegaron al poder con un discurso que hubieron de abandonar doblegados y humillados por el imperativo del capital europeo (al que le bastó “recordarle la soga en casa del ahorcado”).
            Más allá de ese núcleo gordiano de la cuestión política-económica y social apenas tienen importancia los tradicionales postureos ideológicos que a pocos interesan ya.
            Por consiguiente, cabría preguntarse si el resultado del 15M es finalmente “UNIMOS PODEMOS”, reedición de la izquierda comunista que al parecer tampoco convence demasiado en sus propias formaciones donde el apoyo interno al constructo ha sido escaso y las contestaciones no se han hecho esperar.

            O por el contrario, ¿queda algún resto del 15M aún sin utilizar políticamente del que poder reeditar el movimiento de contestación pública y pacífica contra un sistema que se reinventa y crea antígenos continuamente para sobrevivir?.

domingo, 1 de mayo de 2016

TESTIMONIAL MANIFESTACIÓN DEL 1º DE MAYO EN MURCIA


         Escasa participación ciudadana ha generado la convocatoria de manifestación realizada por UGT, CCOO y el STERM con ocasión del 1º de mayo en Murcia, al punto que una agencia de noticias refiere una participación de “cientos de personas”, las que han discurrido en la mañana de este domingo por la Gran Vía de Murcia, con los carteles y slogans propios de las quejas y reivindicaciones del mundo del trabajo, que en la actualidad no son pocas.

            Por ese motivo, extraña la escasa capacidad de convocatoria –que de forma menguante- están teniendo en los últimos años los sindicatos considerados mayoritarios, precisamente en época de una grave crisis económica, política y social, en que más necesaria sería la existencia de unas organizaciones sindicales fuertes que defendieran los intereses de los trabajadores ante un gobierno –que emulando el contexto internacional, se pone cada vez más de perfil en las cuestiones obreras, cuando no recorta las ayudas a las mismas para ahorro de las cuentas públicas-.

            Acaso sean los defectos que han ido generándose en los comportamientos de las grandes centrales sindicales, propias de su progresiva burocratización generada como consecuencia de su institucionalización en el sistema (que incorporándolas con ayudas y subsidios las ha apartado de su raíces de lucha obrera), al tiempo que la progresiva terciarización de la economía (al sector servicios) ha ido difuminando la identidad de clase obrera de gran parte de los asalariados, todo lo cual ha ido contribuyendo a una progresiva desafección de los trabajadores sobre los sindicatos, y de estos a aquellos, dado que su subsistencia no dependía de las cuotas laborales, sino de la consideración de los más representativos ( finalmente reducida a dos, que se han ensimismado en sus propias estructuras endogámicas de poder e interés de sus élites internas), dando el mayor de los servicios al capital que campa libremente por sus fueros en una UE cada vez más dominada por el capital centro-europeo en el contexto económico-político de globalidad, donde los papeles ya se han repartido, quedándole a España el de espacio de “geriátrico de Europa” y destino turístico, estando los demás sectores productivos subordinados a los intereses de la oligarquía centro-europea.

            En tales condiciones, bajar del 25% de paro es quimérico, de forma tal que empieza a asumirse como algo sistémico postergándose en el tiempo las promesas más optimistas de reducción, aunque ¡largo lo fían…!.

            Por consiguiente, se hace necesario y urgente unas nuevas políticas económicas, menos materialistas y más humanas, más integradoras por solidarias, y junto con ello, urge también repensar un nuevo modelo de organización y acción sindical más auténtica, dinámica, eficaz y creíble. Pues nos va mucho en ello, en un futuro más o menos inmediato.


            Sin embargo, nada de eso se plantea en este 1º de mayo, en las arengas sindicales de las menguantes manifestaciones, ni en el discurso público, pues ahora parece que lo importante está en el nuevo proceso electoral (escondiendo el fracaso del diálogo y la negociación, ante la venta de una utopía de cambio radical, beneficio y felicidad pública según las diferentes opciones). Como si nada hubiera pasado antes (corrupción, recortes injustos e insolidarios, rescate público de la banca, empobrecimiento público, personalismos políticos interesados, etc.), ahora todo o casi todo depende de volver a votar….. Cuando la lógica llevaría a que las urnas castigaran la ineptitud de la clase política para el diálogo y el pacto con una clamorosa y aleccionadora abstención….., acaso equiparable a la progresiva desafección que están padeciendo los sindicatos y la propia clase política española.