sábado, 30 de abril de 2011

LA SATRAPÍA SIRIA



           El régimen sirio, o más bien la República Árabe de Siria, basado en el Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Partido Baaz), desde el año 1963 gobierna el país bajo la anómala situación de una declaración de emergencia, y desde 1970 el presidente del país ha sido de la familia Assad (Hafez al- Assad) y actualmente su hijo Bashar al-Assad, erigiéndose en una auténtica satrapía, en la que no sólo no existen los derechos políticos del mundo libre, sino que tampoco se respetan los derechos humanos, a la vista de cómo resuelven a tiros las manifestaciones de protesta contra el régimen, que ya llevan varios centenares de muertos acumulados para vergüenza de un régimen que tiene todos los perfiles de un fascismo populista autoritario de tipo nacionalista árabe.
            El régimen sirio siguió la estela del nacionalismo panarabista de su época de constitución, ubicándose en la órbita del bloque socialista, en la zona del conflicto permanente árabe-israelí, habiendo tenido un importante peso en el mismo, y por consiguiente en la geo-estrategia de la zona. Cuestión que aún mantiene, pese a la caída del bloque comunista, pero que en su posición está gradualmente girando, tras la derrota de sus homólogo iraquí, con un progresivo y peligroso acercamiento a Irán. Pues más allá de las diferencias ideológicas de base, los intereses comunes en la zona les llevan al entendimiento, que para el equilibrio de la zona y los intereses de occidente resulta nocivo, especialmente si el régimen sirio mutara –huyendo hacia adelante- hacia un islamismo radical, pese a su consideración inicialmente laico.
            En cualquier caso, se evidencia el hartazgo de la población siria ante un régimen autoritario –que como en otros países árabes- está cerrado a cualquier evolución democrática que lleve a una mayor participación ciudadana, y a la búsqueda del progreso económico y social que su población constata en los países occidentales, y que ha determinado la revolución del a llamada “primavera árabe”, con los resultados aparentemente exitosos, pero realmente inciertos de Túnez, Egipto y Yemen del Sur. Y que mantienen en un conflicto armado abierto en Libia, y un proceso de insurrección en Siria, de difícil previsión, y de fácil contagio al resto de regímenes análogos de su entorno etnogeográfico.
            Con todo, el conflicto sirio y la forma de su afrontamiento por parte del gobierno de Bashar al-Assad, con los cientos de muertos civiles tiroteados en manifestaciones públicas, que lleva contabilizados, está demandando algo más que una simple condena por parte de los países democráticos, en particular, y de la comunidad internacional, en general, por más miedo que se tenga de una más que probable alianza sirio-iraní.
            Y desde luego, pone de manifiesto cómo el movimiento panarabista, nacionalista de peculiar porte socialista (de Nasser, al-Assad, o Sadam Husseín) fue una primera respuesta política de identidad organizativa, tras el general proceso de independencia de estos países, pero desde luego anduvieron muy lejos de instalar regímenes democráticos, sino más bien fueron la estructura de poder que montaron los nuevos líderes para instalarse con apariencia democrática y republicana, pero en realidad funcionaron como auténticas dictaduras, en algunos casos reflejando el porte “monárquico” por el orden dinástico sucesorio de la máxima magistratura en la propia descendencia, de forma incontestable por parte de la población.
            Pero desvirtuado el sistema, con el paso del tiempo, e incluso deslegitimado por sus propias acciones y rechazo popular, la tentación de “autogenerarse” en una línea islamista –que tiene su fácil venta en el momento actual-, parece grande. Por ello, Occidente tendría que apoyar a los insurgentes, para ayudarles a conseguir un sistema libre y democrático, y sobre todo evitar el giro de un “régimen amortizado” hacia un islamismo radical, claramente contrario al orden internacional e intereses de occidente, no sólo en la zona, sino en el equilibrio y la paz mundial.

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