domingo, 31 de marzo de 2013

INICIATIVA LEGISLATIVA POPULAR BURLADA Y “CAÑA” A LOS ESCRACHES



La respuesta del PP a las acciones y pretensiones de la Plataforma antidesahucios hipotecarios –que promovió una Iniciativa Legislativa Popular y está llevando a cabo escraches ante domicilios de políticos y sedes de partidos-, no se ha hecho esperar, en forma de modificaciones que no incluyen la pretendida dación en pago, por un lado, y por otro, en la persecución policial de los que participen en los escraches.
Aclaremos que el término “escrache” –de origen argentino- se emplea para denominar las acciones públicas de denuncia de injusticias ante domicilios de políticos, sedes de partidos, u otros lugares de significación. Algo que ha realizado la Plataforma antidesahucios últimamente como estrategia de acción pública ante los domicilios de algunos parlamentarios del PP y sedes de este Partido.
De esta forma, el PP en el Gobierno ejerce el poder que le otorga el Estado para gobernar e impone su amplia mayoría parlamentaria –formalmente superior al valor de los que firmaron la ILP, que además no tiene en absoluto carácter vinculante, ni siquiera para ser tomada en consideración a trámite parlamentario- para evitar que prospere en la reforma de la Ley Hipotecaria promovida especialmente en la inclusión de la dación en pago como forma liberatoria de una deuda hipotecaria incumplida. Al tiempo que ponen en marcha el dispositivo represor del Estado para tratar de evitar estas acciones de protesta, que tanto molestan a sus políticos.
Empezando, por la consideración de los escraches, con la legislación en vigor no resulta fácil determinar si una concreta protesta pública, en la vía pública a modo de concentración (aunque sea en la puerta de un domicilio de un político, de una sede de Partido, o Institucional –salvo el exceptuado caso de las Cortes cuando se encuentran reunidas-), no parece que constituya por sí mismo un ilícito penal, dado el reconocimiento constitucional del derecho de reunión y manifestación (aunque habría que atender a la cuestión administrativa de autorizaciones concretas). Cuestión distinta es si en el desarrollo de tales acciones, se empleara violencia física, o incluso verbal –y esta pudiera considerarse coactiva o amenazante para el personaje público en cuestión-.
Siguiendo por la cuestión de las enmiendas que no consideran la pretensión de la Plataforma sobre la dación en pago liberadora de deudas hipotecarias, la cuestión tiene otro enfoque, que también sería doble: de una parte en el orden civil, no parece lógico que una entidad bancaria que presta porque considera garantizado su crédito con la hipoteca de un inmueble adecuado en cuantía al préstamo –calculado en principal- que llegaba a estimarse en un 70% del valor del inmueble hipotecado, dejando el 30% restante para poder cubrir los gastos de ejecución –costas judiciales e intereses de demora-, en tales términos (cuando además encarga las tasaciones a una empresa colaboradora de su confianza), no parece lógico ni siquiera justo, que se adjudique el bien hipotecado por la mitad de la deuda y mantenga la otra mitad pendiente de cobro bajo el fundamento del principio jurídico de responsabilidad personal por deudas con todo el patrimonio. Algo que no ocurre en muchos países de la órbita más netamente capitalista.
Pero además, esta cuestión de la ILP nos trae a colación la cuestión de la consideración de nuestra democracia como escasamente participativa, pues su inclinación representativa pivota sobre los procesos electorales cada cuatro años (en los que participa la ciudadanía de forma restringida: por la existencia de listas cerradas, salvo en el Senado –justo donde menor incidencia política tiene el voto-), tras lo cual toda decisión política es adoptada por los representantes elegidos, sin apenas opción participativa de la ciudadanía (como es el caso de la ILP –meramente testimonial-, o los referéndums –que no los puede convocar el pueblo-). Ante tal hecho, en que esta ILP contempla la fórmula de la dación en pago, que no sólo es más justa, sino que interesa mayoritariamente a los ciudadanos –muchos miles de los cuales se encuentran en dificultades análogas-, resulta que el Congreso –sede formal de la soberanía popular- no parece contemplar tal medida, que perjudica a la ciudadanía y beneficia clara y escandalosamente a la banca. Luego, no parece que se cumpla un mandato representativo claro y específico por parte de los parlamentarios –que a su vez, están sujetos a la estricta disciplina de sus respectivos aparatos, que les indican lo que han de votar en cada momento-.
Si además, a lo anterior, resulta que se sabe que la gran banca ha condonado en diversas ocasiones deudas crediticias –especialmente de procesos electorales- a los partidos políticos, justo las que no perdona a los deudores hipotecarios, ni siquiera con la entrega del bien hipotecado que garantizaba el crédito. La pregunta, viene de suyo: ¿qué intereses se defienden con esta numantina negativa de reconocer legalmente la dación en pago como liberadora de créditos hipotecarios?.
El refranero español, que es sabio, ya decía aquello de que “el que regala bien vende, si el que lo toma, lo entiende…”.
Pero en las presentes circunstancias de grave crisis económico-social, con estas torpezas políticas, que restringen el avance democrático, y en definitiva la justicia social, se muestra la inadecuación representativa de nuestra democracia, que claramente tiene que incorporar procedimientos de mayor participación ciudadana, para que el pueblo no sea ajeno a la acción política, un mero consumidor de servicios públicos y pagador de tributos al que sólo se le pide un voto cada cuatro años. Tal modelo de democracia ya está siendo superada en otros países de nuestro entorno, y realmente parece demandar un profundo cambio en el nuestro, que posiblemente venga de la mano de la movilización social activada por la crisis que está poniendo de manifiesto los desajustes políticos, sociales y económicos de nuestro país.

domingo, 24 de marzo de 2013

¿POR QUÉ SOMOS EUROPEOS?



Ante la crisis europea –que es más que económica-, cada día se hace más necesario preguntarse: ¿por qué somos europeos?. Es decir, ¿qué me une a Europa, y por qué me interesa estar en Europa?. Naturalmente la pregunta, no la planeamos en términos geográficos sino políticos y económicos, que es de lo que en definitiva va la cosa.
Hemos conocido, anhelado, e incluso nos hemos beneficiado de una Europa unida en torno al Mercado Común (la antigua CEE), que fue una herramienta de reconstrucción y pacificación de Europa, en la que pudimos entrar avanzada la democracia española, homogeneizando ciertos parámetros económicos para poder acceder sin taras al mercado que en común habían puesto varios países del Continente y que les reportó considerables beneficios. Tal es así, que para facilitar la equiparación al estándar europeos se facilitaron considerables ayudas a los diferentes países miembros, y de ello se consiguieron pingües beneficios mutuos.
Sin embargo, ese formato puramente mercantil –que fue la base de la cooperación-y tan buenos resultados reportó, con el discurrir del tiempo se fue remodelando, dando lugar a una nueva tipología que –más allá del mercado, de lo económico- quiso ir a lo político, en un inconfeso y ambiguo formato de Confederación (o Federación de Estados), en que por medio del Tratado de Maastricht se planteó la cesión de competencias soberanas (parcelas de soberanía) a la nueva Confederación (Unión Europea), que planteó la libre circulación de capitales y personas, la supresión de controles fronterizos (con el establecimiento del Espacio Schengen) , y la fallida elaboración de una Constitución Europea (que los crédulos españoles aprobamos, mientras fue rechazada en otros países, y finalmente retirada), que llevó a una reformulación en el Tratado de Lisboa. Todo ello, conllevó un piélago confuso político-burocrático, con un Ejecutivo, un Legislativo y un Judicial de la UE –cada vez más alejado de los ciudadanos-, y un creciente protagonismo político de Alemania que tras la reunificación –en la que Europa contribuyó a facilitarla económicamente- asumió un desigual liderazgo dentro de la UE.
El liderazgo alemán (en otro tiempo contrarrestado por Reino Unido y Francia) se ha ido fortaleciendo con la no integración del Reino Unido en el euro, y con los efectos de la crisis económica que también ha debilitado a Francia, y en la que Alemania fortalecida política y económicamente ha actuado como banquera de Europa, y con la crisis se muestra como un implacable acreedor que busca el recobro a toda costa, y un socio insolidario, que impone sus propios intereses –caiga quien caiga- al amparo de su fortaleza político-económica.
De esta forma nos hemos quedado con la asombrosa sensación que de la predicada fraternidad europea sólo quedan los acordes del himno, y estamos despertando de un sueño utópico tornado en pesadilla neocolonial entre un eje centro europeo pangermánico (Alemania y Holanda) que se impone a una periferia en caída libre, en la que no hace de freno el autismo insular británico, ni la debilitada Francia.
Se nos dice que la actual crisis requería en España, y en otros países, haber devaluado la moneda, pero como tenemos el euro (controlado férreamente por Alemania, a la que no interesa la devaluación), no hay tal devaluación; de manera que la opción es devaluar en los costes salariales, y así los trabajadores y la clase media en general soporta el costo de la devaluación con sus sufrimientos, en tanto que el capital sigue indemne. Es decir, no se ha afectado lo más mínimo (mientras que si se hubiera devaluado la moneda, como en ocasiones anteriores, entre todos hubiéramos soportado el costo de la crisis). Luego, la pregunta está servida: ¿a quién beneficia este sistema?. Naturalmente al gran capital. En absoluto a los trabajadores, y clases medias. Sin embargo, se sustenta en una aparente democracia, en que la mayoría la detenta una ciudadanía compuesta por trabajadores y clases medias. Entonces, ¿cómo permiten que les hagan esto?.
Luego, aquí tenemos ya un importante y grave fallo democrático, basado en que se han hecho cesiones de soberanía estatal a favor de la UE (especialmente en materia económica y financiera), ante lo cual ¿qué nivel de incidencia o influencia tiene la ciudadanía?. Cada vez menos, pues la ciudadanía europea sólo vota periódicamente a candidaturas nacionales de eurodiputados, que luego se diluyen en los grupos parlamentarios europeos por afinidad ideológica. El resto de la gobernabilidad europea viene a ser diferida por parte de los ejecutivos nacionales, en un extraño y peculiar reparto.
Y ya se sabe, que no hay mejor forma de sustraer al control ciudadano una determinada acción de gobierno o una Institución que distanciarla de su ámbito, y sobre todo darle escasa participación política. ¡Tal es la actual construcción europea.!
La misma que ha acudido a “salvar el euro”, los bancos, pero ha abandonado a su suerte a millones de ciudadanos europeos (griegos, portugueses, irlandeses, italianos, españoles,  chipriotas, etc.).
Entonces, ¿por qué somos europeos?. Al menos en el actual formato de la UE. Quizá nos trajera más cuenta retornar al de la CEE, que demostró una eficacia que la UE tiene aún por demostrar, y dejaba plena soberanía en cada país para que se gobernaran como estimaran conveniente.
Alguien tendría que hacer seriamente esta pregunta, y propiciar un periodo de reflexión pública sobre la misma: ¿por qué somos europeos?. Y a partir de ahí decidir lo que más nos convenga.

miércoles, 13 de marzo de 2013

EL NUEVO PAPA FRANCISCO I



Se ha anunciado urbi et orbe el acceso a la cátedra de Pedro de un nuevo Papa con el nombre de Francisco I, en la persona del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y perteneciente a la Compañía de Jesús, que así tiene a su primer pontífice.
El cardenal Bergoglio, aunque en el anterior cónclave disputó en las votaciones con Benedicto XVI, sin embargo entre las quinielas que barajaban los medios que se autodenominaban de bien informados, no aparecía, salvo alguna excepción como el caso de Religión Digital que sí lo trató como un candidato de significación a tener en cuenta, del que alababa su excepcional labor pastoral en la archidiócesis de Buenos Aires, en la que ha venido desempeñando una excepcional labor social entre los pobres, donde ha apoyado y ayudado personalmente –en alguna que otra ocasión a dar de comer a personas sin recursos económicos-.
En cuanto a su formación es bastante sólida, como suele ser lo habitual entre los jesuitas, así como su talante combinado de hombre de probada fe y de comprometida acción por la implantación del “Reino de Dios” –según mandato evangélico-.
De su carácter se dice que es un hombre muy humano, cercano, dialogante, pero de carácter más bien serio. Lo que unido a sus dotes intelectuales, de hombre de fe y de Iglesia, le capacitan para poder acometer las reformas que la Iglesia necesita, tanto en el ámbito de la Curia, como en el ámbito pastoral –especialmente en la misión ad gentes- que tiene planteada para llevar el Evangelio a un mundo cada vez más secularizado, especialmente en las naciones que tradicionalmente han sido católicas, y profundizar en aquellas otras tradicionalmente de misión, para el arraigo de la fe.
Se dice del cardenal Bergoglio que es un hombre de vida austera, al punto que se traslada en Buenos Aires en el metro, manteniendo una gran cercanía con el pueblo, al que le gusta llegar.
También se dice de él que tiene una posición reformista dentro de un planteamiento conservador extremo en el que ha tenido una abierta lucha contra la ley del matrimonio gay en Argentina, colisionando incluso con la presidenta del país andino,  lo que nos da la pista, que su pontificado posiblemente acometerá reformas eclesiales, sin que por ello quepa esperar grandes saltos, lo cual da continuidad a la labor de los anteriores pontificados, de los que probablemente podrá avanzarse en la línea de la recepción del Concilio Vaticano II, que se quedó a medio desarrollar, teniendo una gran vigencia y actualidad en respuesta a los signos de los tiempos que vivimos.
Lo sorprendente de su nombramiento, para los denominados “vaticanistas”, puede poner en la pista, que sea un hombre serio, independiente ajeno al stablishment curial, capaz de hacer los reajustes que no ha podido su predecesor, al tiempo que asegurar la necesaria estabilidad de la institución eclesial para evitar la dispersión del catolicismo, como le ha ocurrido al cristianismo reformado de raíz protestante que se ha diluido en multitud de grupos pequeños, separados e inconexos, que no solo pierden eficacia evangelizadora, sino que no se ajustan a las exhortaciones evangélicas de unidad de los cristianos. Algo que el nuevo Papa también habría de revisar sobre los múltiples movimientos seglares que han emergido en la Iglesia con estructura propia, que restan virtualidad práctica a la necesaria comunión eclesial, al tiempo que desarrollan un poder fáctico no siempre edificante ni eclesial, ni evangélicamente.
Cabe hacer otra consideración referente al nombre elegido por el nuevo Papa, pues el de Francisco, nos da la pista del referente moral, espiritual, y sobre todo misionero de dos grandes santos de dicho nombre –en los que seguramente ha pensado el cardenal Bergoglio para elegir su nombre pontifical- por un lado, Francisco de Asís, ese gran santo, que fiado plenamente de la providencia vivió su fe de forma extremadamente humilde, sencilla, puramente evangélica, con gran misericordia para los que se le unían ante su fuerte personalidad carismática; por otra, la de Francisco Javier, ese jesuita misionero hasta la extenuación. Ambos ejemplos troncales de una vida entregada a la fe y al evangelio, que asumieron plenamente en su existencia y nos dejaron una gran huella.
Ambos santos, que además conformaron dos grandes movimientos en la Iglesia, cuya labor aún pervive y está plagada de seguidores, en lo que fueron la Orden Franciscana, que erigió una peculiar, sencilla y profunda manera de vivir el evangelio acercando las comunidades de frailes menores a los núcleos urbanos –en contraposición a los monasterios de monjes apartados del mundo-; y por otra parte la Compañía de Jesús que erigió un particular espíritu que supo actualizar el mensaje evangélico a su tiempo, promoviendo la activa labor de misión en la Iglesia llevándola a todos los rincones del mundo, potenciando en el clero una recia formación religiosa y teológica, y entre los laicos una espiritualidad de gran raigambre hasta nuestros días. Ambas órdenes religiosas supusieron un refortalecimiento de la vida eclesial de su tiempo, y siguen siendo un importante pilar en la vida de la Iglesia.

martes, 12 de marzo de 2013

LA “OPERACIÓN GARZÓN” POSIBLE EXPERIMENTO ELECTORAL DE IZQUIERDAS



El diario digital El Plural apunta esta posibilidad, al amparo de la propuesta hecha públicamente por el líder de izquierdas, Gaspar Llamazares que en un acto público en el que coincidió con Baltasar Garzón lanzó la idea, proponiéndole que encabezara una coalición electoral de izquierdas, a lo que –según la información citada, que se hacía eco de la rueda de prensa de ambos personajes, recogida por “Canarias Semanal. Org”- Garzón contestó con cierta ambigüedad, si bien dejando la puerta abierta a dicho ofrecimiento de Llamazares.
El ex juez Garzón, del que todos conocemos su vocación pública, primero en su condición de magistrado –más técnica e inicialmente discreta, hasta que fue configurándose su mito de “juez estrella”-, y después en su súbito paso por la política de la mano de Felipe González con el que acabó no del todo bien, al sentirse políticamente utilizado en una campaña de imagen, que tanto le interesaba al entonces presidente del Gobierno y líder socialista, que acabó con una rápida dimisión política de Garzón y su vuelta al ámbito judicial.
Por consiguiente, no podemos negar que le atraiga la “plaza pública”, pese a su mala experiencia en la fugaz incursión política que realizó, y que en gran parte pudiera ser el origen de sus males profesionales, pues se granjeó la enemistad de poderosos personajes desde la derecha a la izquierda, que le generó un peligroso desamparo, lo que determinó que salvo un sector de izquierda –más próximo a IU-, otros sectores anticorrupción, y de la lucha antiterrorista –de distinto o ningún signo político-, se quedara sin apenas apoyos de significación, para acabar laminado por sus enemigos políticos, e incluso de la propia magistratura, entre la que -al parecer- no gozaba de gran predicamento por las incomodidades que les generaba, junto con alguna inconfesable envidia de algún que otro colega.
Además es más que probable que tenga gran interés en de restañar su  imagen pública, especialmente tras la forma en que fue relevado de su función judicial, y no menos de hacer su “particular justicia” en el foro político, ante tanta hipocresía de tanto personaje y personajillo político, y tan elevado nivel de corrupción de la vida pública, como el que se ha llegado a alcanzar en el país.
Cuestión distinta es si realmente tuviera trazas de articularse políticamente tal operación, especialmente si se tratara de una coalición de izquierdas al modo andaluz (PSOE e IU), pues eso supondría realmente el inicio de la necesaria catarsis del PSOE –con abandono del viejo “aparato felipista-guerrista”, junto con los “snobs zapateristas”- en búsqueda del necesario ajuste de su identidad, de su ideología socialdemócrata prolaborista,  en búsqueda de un nuevo liderazgo que emergiera de las bases en forma coherente y creíble; pues de lo contrario, no concebimos que el partido de Felipe González – con la ruptura tan traumática que tuvieron y los quebraderos de cabeza le dio con el caso GAL- asumiera el liderazgo político del que fuera “juez estrella”.
Diferente sería –por más factible, desde el punto de vista de la realidad política- que IU se lo propusiera, en una operación de izquierdas, excluido el PSOE. Si bien, esa operación tendría sus límites de alcance electoral.
Aun así, sería bueno que personajes como Garzón pudieran incorporarse a la vida política activa, pues creemos que tiene grandes activos intelectuales, éticos, y sociales que podrían favorecer a un sector de izquierdas, social, progresista que sea capaz de articular una alternativa política de choque frente al neoliberalismo rampante, y una izquierda moderada en plena crisis de identidad, de proyecto, mensaje y liderazgo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

DESPEDIDA A HUGO CHÁVEZ



El final de Hugo Chavez, como el de cualquier otra persona, no puede dejar de lamentarse, por cuanto supone de punto final a su existencia, al menos en este mundo. Si bien, acaso sea el momento de hacer un balance de biográfico de tal existencia. Siendo el balance de Hugo Chavez cuanto menos complejo, y probablemente sujeto a polémica, por su controvertida figura, que no daba lugar a equívoco, que como en este tipo de casos, genera profundas devociones al tiempo que profundas antipatías.
De entrada no se puede soslayar que se trató de un militar golpista, que en el golpe de Estado que llevó a cabo y que acabó en fracaso, con él en la cárcel, y con cerca de seiscientos muertos. Algo que no puede dejarse de lado, pues por muchas razones que esgrimiera para alzarse en armas, hay un claro quebrantamiento de la legalidad constitucional, junto con una profunda deslealtad al juramento de fidelidad prestado en el estamento militar al que pertenecía, como depositario de las armas y con misión de defensa, no de acceso ilegítimo al poder.
Sin embargo, en esas vueltas que la historia da, con un rápido indulto alcanzó la libertad, y aprendiendo del error se dedicó a poner de manifiesto las incoherencias del sistema político venezolano -por entonces, uno de los más corruptos de Sudamérica-, posicionándose en una defensa populista antisistema, que le llevó finalmente al poder por las urnas en las que se instaló, ¡y de qué manera…!, pues generó un régimen político según sus intereses, basado en una ideología populista anticapitalista, que aunque reivindicó una dignidad nacional frente a la explotación del vecino del Norte, lo hizo a un alto precio, cual fue el liberticidio que acabó implantando en el país.
Así generó un régimen basado en una simbología popular –que supo explotar con ahínco y acaso devoción- sobre la base del recuerdo permanente de la figura del libertador nacional Simón Bolívar, de modo que adjetivó a la República de Venezuela como “bolivariana”, en lo que resultó  un exitoso pretexto para aglutinar a las masas populares en un particular patrioterismo –acaso de disparate para la ortodoxia política-, pero que le reportó un gran apoyo popular, como lo fueron también medidas expropiatorias de empresas extranjeras, y sobre todo “poner pié en pared” ante los abusos económicos del capitalismo internacional.
Pero tal deriva, según le iba generando enemistades internacionales del primer mundo, le iban acercando al tercer mundo, especialmente a Cuba e incluso al mundo árabe, especialmente este último representaba una extraña entente cordial con peligrosos compañeros de viaje del terrorismo internacional (yihadistas, etarras, etc.), que le fueron presentando como alguien poco de fiar en las actuales relaciones internacionales del denominado mundo libre, que lo vincularon cada vez más con los hermanos Castro en Cuba, con el Ecuador de Correa, con la Bolivia de Morales, e incluso con la Argentina de los Kitchner, pues representaba bien la queja, el clamor de las sociedades sudamericanas esquilmadas por el capitalismo central, como la prolongación colonial periférica del antiguo Imperio Colonial del siglo XIX y principio del XX.
En ese punto, sólo en ese punto, vino a asumir un peculiar liderazgo en Sudamérica, en el que se encontraba cómodo. Mientras se granjeaba la desconfianza de gran parte del poder mundial, especialmente de EEUU.
Respecto de España, hay que reconocer que más allá de cierta impertinencia personal antiprotocolaria (recordemos el incidente en una Cumbre Iberoamericana con el Rey Juan Carlos, que fue el inicio del declive de estos encuentros), sin embargo jugó sus cartas, con sus habituales “una de cal, y otra de arena”, según sus particulares intereses, que pusieron de relieve que no era amigo leal de la Nación española, especialmente por la peculiar acogida que los fugados de ETA tenían bajo su amparo.
En el ámbito de la política interior, prometió más de lo que hizo, al punto de ser un “habitual bocazas” con sus “prédicas televisivas” –entre el esperpento más histriónico y la más elemental tomadura de pelo-. Persiguió a la oposición, le cercenó derechos constitucionales –con su particular constitución bolivariana-, cerró cualquier tipo de prensa libre que le criticara, y no estuvo exento de denuncias de fraude electoral (recordemos que también promovió incidentes con observadores electorales internacionales, como el caso de la expulsión del eurodiputado español Luís Herrero, etc.).
En cuanto al rédito de su mandato para su pueblo –que en definitiva es cómo se ha de valorar a los mandatarios de los Estados- no parece que sea muy positivo, pues hubo un retroceso económico en su conjunto en Venezuela, junto con restricciones de libertades públicas y distorsiones antidemocráticas en la participación política, y con ello Chavez implantó su régimen con un stablishment político cuyo futuro está por determinar, y que ahora –desaparecido el caudillo populista- pugnará con la oposición democrática al régimen para mantener el poder. La cuestión es si se tratará de una pugna legítima, democrática e igualitaria, o si será una pugna desigual mediante un ejercicio bastardo de poder. En esto se abre un incierto futuro a Venezuela, con un horizonte electoral incierto a corto plazo, y una evolución imprevisible del régimen chavista –desaparecido Chavez-.