sábado, 13 de diciembre de 2014

GRANDEZAS Y MISERIAS DE LA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE


             EEUU tiene en su haber la apuesta decidida, interna e internacionalmente, por la democracia, la libertad y los derechos humanos, como lo ha demostrado en su decidida apuesta política constitucionalista por la libertad, por una parte, y por otra, por la defensa que ha hecho de las democracias internacionales en las dos Guerras Mundiales, habiendo tenido un claro y decidido papel en el triunfo sobre las Dictaduras del Eje y posteriormente sobre las Disctaduras comunistas, pero al propio tiempo tiene graves contradicciones, en este ámbito, tanto internas como externas.
                En efecto, EEUU es un país que hace gala de ser una modélica democracia que tiene como uno de los mayores símbolos del país la propia “libertad”; pero al propio tiempo, ha consentido con sesgos internos contrarios a la lucha por las libertades civiles, como el racismo subsistente en algunos de sus Estados, que de vez en cuando degenera en brotes de violencia y confrontación ciudadana en las calles, como recientemente ha sucedido por las muertes injustificadas de ciudadanos negros a manos de la policía de “gatillo fácil” y escasa responsabilidad ciudadana. Pese a las décadas de la formal regularización de los derechos civiles, tras las movilizaciones de Martin Luther King.
                Y de igual forma, en el terreno internacional, dentro de su política internacional imperialista –propia de potencia mundial-, ha tomado parte de diversas luchas internas en países en los que sus intereses económicos, políticos o militares lo han requerido, como fue el clamoroso caso de la intervención en Latinoamérica en favor de dictaduras militares de derechas que le aseguraran tales intereses, y en particular frenaran los avances de los movimientos revolucionarios de izquierdas en su búsqueda de justicia social, algo que la historia sacó a relucir con la tenebrosa intervención de la CIA, en la conocida “operación Condor”, que conllevó numerosos crímenes de Estado por parte de aquellas dictaduras latinoamericanas que aseguraban los intereses estadounidenses en el continente americano, junto con los intereses de corruptas oligarquías locales, que malograron la marcha de muchos de esos países, impidieron la convivencia pacífica en su interior y cerraron sus vías a la libertad.
                A su vez, de forma no menos liberticida, so pretexto de la lucha contra el terrorismo internacional, tras los execrables atentados del 11M, pusieron en marcha su maquinaria militar y de inteligencia para hacer frente al nuevo terrorismo internacional, si bien han sembrado la violencia de forma desigual en territorios donde han actuado, con escasa mesura y menor prudencia para no generar víctimas inocentes, que a estas alturas no se pueden descartar, en sus acciones en Afganistan, en Irán y en el impúdico Guantánamo, en los que se ha detenido, interrogado y encarcelado sin juicio a personas, vulnerando todo derecho humano y convenios internacionales. Pues como se ha sabido por la Comisión de Investigación del Senado, se ha confirmado la práctica de torturas de todo tipo a los detenidos allí recluidos, mostrándose escandalizados los “padres de la patria americana” en un gesto que aparenta más hipocresía que realidad.
                A todo esto, tras estas injustificables acciones de violencia de Estado, en la que el fin ha justificado los medios –contra cualquier principio moral-, resulta que los fines, o sea los logros en la lucha generada no han sido, ni mucho menos los esperados, dado que no sólo no han acabado con el terrorismo internacional de raíz islámica, sino que se ha generado un “Estado terrorista”, el denominado “Estado Islámico” que ha emergido de las cenizas de la descomposición del statu quo oriental al combatir al sátrapa de Sadám Husseín, pues con su caída se ha desestabilizado Irak, dando paso a facciones de diverso tipo, gestándose en su interior el “Estado Islámico” que avanza también ocupando territorio sirio, y se apunta como una de las mayores amenazas reales para la seguridad de Occidente en la actualidad. Lo que revela abiertamente el fracaso de la política estadounidense de confrontación militar y manipulaciones de la CIA en ese ámbito, así como el fracaso de la inteligencia norteamericana en la alerta, previsión y prevención de las amenazas potenciales para EEUU en particular y Occidente en general.

                Si el gobierno de Obama fuera consecuente con lo que predica, depuraría la CIA, el Pentágono y demás Agencias de Seguridad Interior, que por una parte han empleado técnicas reprobables por la comunidad internacional y repudiables a cualquier conciencia mínimamente formada, en el caso de Guantánamo y establecimientos de detención afines; y por otra parte, han mostrado su ineficacia en la previsión y prevención de los atentados islámicos en suelo americano, lo mismo que sus intervenciones militares sobre el terreno en Irak y Afganistán no sólo han dejado sin arreglar los problemas existentes para la seguridad internacional, sino que los han enervado por los odios generados tras el empleo de la violencia.

sábado, 6 de diciembre de 2014

LA CONSTITUCIÓN COMO CONTRATO SOCIAL


Llega un año más y celebramos otro aniversario de la Constitución Española, que hizo posible un acuerdo consensual entre los actores políticos de la época para hacer un tránsito pacífico entre la dictadura franquista y la nueva democracia. Algo que tuvo un gran valor político por lo el logro que supuso en un marco de paz, que todos pretendían, pero casi nadie podía asegurar, pues aún estaban los dramáticos recuerdos de la confrontación civil presentes.
De manera que, hay que reconocer objetivamente las cosas, el consenso constitucional supuso rectificar el rumbo político, que durante cuatro décadas vino marcado por los vencedores en la Guerra Civil que se habían impuesto por la razón de la fuerza, no por la fuerza de la razón, habiendo incriminado a toda la oposición política en una causa general contra la disidencia del régimen franquista, que fue evolucionando en su interior desde las posiciones fascistas más rigurosas del falangismo  y el tradicionalismo monárquico carlista, hasta la apertura tecnocrática y teocrática nacional-católica de los años cincuenta para acercarse al Occidente liberal triunfante en la II Guerra Mundial, que empezaba a generar el bloque político militar del Oeste en el marco de la nueva Guerra Fría.
Por consiguiente, el probabilismo del sector del régimen más avanzado, conocedor de la imposible sucesión de un franquismo sin Franco –pese a la domesticación de la sociedad civil española, y de los estamentos políticos subyacentes-, dieron paso a que la reinstaurada monarquía se distanciara de su origen reinstauracional franquista, para asumir una democracia liberal de porte europeo. Pero lo difícil era convencer al establishment franquista que se suicidara políticamente sin condiciones, al tiempo que convencer a la izquierda en el exilio a colaborar con una nueva saga reformista de la política española para traer una democracia coronada, en progresiva mutación desde la dictadura franquista y el desmantelamiento de todo su aparato político-militar.
En esas condiciones, no se podía pedir el mayor de los éxitos, pues éste inexorablemente se habría de traducir en el acuerdo que fuera posible, en un consenso de supervivencia, acaso un consenso de mínimos que –desde la mutua desconfianza- se fue tejiendo entre los distintos actores políticos de la transición, y así se fraguó la vigente Constitución española de 1978, que por otra parte, ha propiciado uno de los procesos de paz y concordia más largos de la historia constitucional española, aunque no ha logrado ser aceptada en su totalidad como la solución de convivencia permanente, como el contrato social que nos una a todos los españoles.
Hay que reconocer que, más allá de algunos detalles, no menores, como la igualdad de sexo en el ámbito de la corona en orden al llamamiento en la línea de sucesión hay que reformarla, como también habrá que rediseñar de forma efectiva una auténtica división de los poderes del Estado –que aparentemente lo están, pero en la realidad acaban vinculados de forma perniciosa-, como habría que garantizar la denominada “cuestión social” (o sea, el Estado Social, según definición constitucional), que no pasa de ser una mera declaración, que se está viendo burlada con el desmantelamiento del “Estado Social” por vía de apremio de la deuda pública extranjera –donde por cierto, no ha habido ni empacho ni demora alguna para reformar el texto constitucional en beneficio del aseguramiento del pago de la deuda-.
Pues en la medida en que el Estado Social se está desmoronando, se está incumpliendo el pacto social que zanjó constitucionalmente la “cuestión social” que fue una de las que determinaron la confrontación civil entre los españoles. Y de esta manera, se viene a romper un pilar clave del consenso constitucional, sin el cual la izquierda de entonces no habría accedido a otras concesiones a la derecha reformista del régimen franquista en tránsito, como pudiera ser la condición monárquica de la forma de Estado.
De igual forma, se cerró en falso otro de los grandes problemas de España, cuál es su vertebración territorial, en un Título VIII manifiestamente mejorable, que ha dado lugar al caos político-administrativo y financiero de una España de Autonomías poco responsable y escasamente solidaria con los intereses generales del País, que lo están llevando al límite de su desmembración territorial, habiendo dado cancha desmesurada –por bisoñez política- a los nacionalismos desleales vasco y catalán, con los que se ha contado en algunas ocasiones para la conformación ocasional de gobiernos, previo pago de un impagable precio político que ahora está dando su auténtica faz. Situación, ante la cual, difícilmente cabe una marcha atrás de Estado unitario, incluso descentralizado, ya que los intereses de la clase política regional de uno y otro lado del arco político están en juego (Parlamentos y gobiernos regionales, diputaciones provinciales, cabildos insulares, comarcas, etc.). Por cuyo motivo, acaso la salida haya de venir por un nuevo consenso político de negociar un régimen federal que sea cooperativo en sí mismo, o sea con el conjunto del Estado, sin duplicar competencias y reduciendo al máximo el gasto público del aparato político-administrativo territorial.

Por consiguiente, no parece razonable –a fecha de hoy- cerrarse a cualquier pretensión de reforma coherente y cohesiva de la Constitución, pues dos cuestiones fundamentales de la gobernabilidad de España siguen en juego: la cuestión social y la cuestión territorial. Ambas parece que no se han solucionado con el consenso forzado de la transición, y tal parece que habría que abordar, ya que constituyen el núcleo del contrato social de los españoles, y no se puede mantener a ultranza un contrato desde el disenso, ya que ningún contrato nace con pretensión de eternidad, sino de dar solución a los intereses de las partes contratantes, que en lo público pasa por la reflexión, la negociación pragmática, y el acuerdo más interesante o menos lesivo, de entre los posibles, para los bien público del país. Y ello, antes que el deterioro acabe por pudrir la situación y cerrar cualquier puente de acercamiento, como está empezando a suceder en la “cuestión catalana” (parte de la cuestión territorial), o puede llegar a pasar con la cuestión social, de proseguir el desmantelamiento del “Estado Social”, con el incremento de las diferencias sociales que en nuestro país han aumentado a niveles históricos, que nos relegan en ese punto a uno de los últimos países de la UE. Prueba más que evidente que se está incumpliendo en nuestro país el pacto social de la transición, y la soberanía popular puede acabar reclamando sus derechos en la calle y/ o en las urnas.

jueves, 4 de diciembre de 2014

PEDRO SÁNCHEZ MADURA POLÍTICAMENTE, TRAS ERRORES INICIALES


El actual líder del PSOE, Pedro Sánchez, parece ir mejorando su perfil de líder con el discurrir de los días, pues tras el inicial balbuceo hipermediático, y algún error de bulto como el de la supresión del Ministerio de Defensa, que fue rápidamente acallado y corregido en su entorno, parece que va consolidando un perfil de alternativa seria.
Pedro Sánchez es una persona que se va mostrando cada vez con más seguridad en su presencia ante los medios de comunicación en los que transmite un discurso reformista factible y probablemente compartido por la mayoría de la sociedad española, en lo que se refiere a sus sensatas medidas de defensa del “Estado del Bienestar”, mostrándose valladar ante su cuestionamiento, que lamentablemente y muy al pesar de muchos socialistas de carnet, se cuestionó en la práctica de la última etapa de gobierno de Zapatero, que trajo la desolación en sus filas cuyos perniciosos efectos electorales aún están padeciendo.
No obstante, Sánchez tendrá que ir despejando la legítima duda que asiste a la ciudadanía española, sobre si sus planteamientos reformistas entroncan con una auténtica política socialdemócrata conforme a las esencias ideológicas y naturales del PSOE –que nunca debió abandonar, por pura coherencia existencial de la misma formación, dado que su desnaturalización le reportaría una caída fulminante por el abandono de sus bases naturales-, y empieza a ser ese “verso suelto” que demanda la socialdemocracia europea, por la claudicación de una decidida defensa de la “Europa del bienestar” que no han hecho sus homólogos, al aceptar los cuestionables dogmas neoliberales de la política económica marcada por el Fondo Monetario Internacional y asumida por Alemania y el BCE; o si por el contrario, Pedro Sánchez está en un lavado de imagen electoralista, en el que se mueve como un decidido recuperador de la socialdemocracia, pero sin la menor intención de batallar más allá de sus resultados electorales.
Sin embargo, en honor a la verdad hay que reconocerle determinación en su actitud de lucha contra la corrupción que ha afectado a algunos miembros de su Partido, pero se le acabará objetando, que no ha tenido la misma fuerza dependiendo del escalón de poder, pues con Chaves y Griñán ha sido más condescendiente, si bien estos aún no están formalmente imputados. Por tanto, habrá que estar atentos a su actuación según la deriva de los acontecimientos judiciales.
También cabría pensar que el movimiento regeneracionista que viene apuntando Pedro Sánchez, con el PSOE y sus lógicas propuestas de abordaje político del problema catalán, vendrían condicionadas por el “desplazamiento electoral” que dan las encuestas con la irrupción del mensaje radical de PODEMOS, lo que le hubiera obligado a posicionarse con mayor determinación que en otras circunstancias donde electoralmente tuviera menos afectación. Aunque eso habrá de despejarlo con hechos en el discurrir del tiempo. Sin embargo, su actual mensaje y posición ha ido mejorando últimamente en el ámbito público.
Incluso en los debates parlamentarios muestra buena oratoria y contundencia en su discurso, algo que quizá haya de incrementar dado que los tiempos políticos actualmente en España van demasiado rápido y apenas tiene tiempo de seguir curtiéndose en la “bancada de la oposición”, pues si las encuestas se acabaran cumpliendo, sobre él podría recaer la llave de la gobernabilidad del país, bien pactando hacia la derecha con el PP, bien hacia la izquierda con PODEMOS y/ o IU, lo cual también podría traerle efectos colaterales indeseados, según la opción que adoptara; o bien simplemente dejar gobernar en minoría a la lista más votada, lo que también le podría pasar su pago político.
Por tanto, recibimos gratamente la percepción de una rápida y ágil maduración política, en la creencia que puede tener potencial de desarrollo y liderar el proyecto socialdemócrata español que quedó huérfano en la última etapa de Felipe González, como también de Zapatero, y por cuya causa el PSOE ha tenido una importante desafección de militancia, siendo no menor la de simpatizantes y votantes perdidos como lo reflejan los últimos resultados electorales y aún las encuestas. De forma que en la medida que retomen el “nicho ideológico propio” volverán a enlazar con el “depósito electoral” que le es natural, por lo que habrán de reorientar todo su programa a ese fin, y lanzar un claro y directo mensaje a lograr que sea creíble entre la ciudadanía que espera ahora mucho más que palabras vacías y promesas incumplidas.