domingo, 27 de marzo de 2011

LA GLOBALIZACIÓN: NUEVA ENCRUCIJADA DEL CAPITALISMO



         El fracaso del comunismo, al final del S. XX, y la adaptabilidad del capitalismo, han erigido un nuevo mito en el neoliberalismo –que a modo de capitalismo desbridado- recorre el planeta con su pretensión de dominio global.
            Así nos encontramos ante una nueva situación que trasciende a los Estados nacionales, que se nos ha ido vendiendo como benéfica, y sin embargo, el único beneficio real lo está obteniendo el gran capital aliado en las distintas latitudes geográficas en defensa de sus propios intereses. Sin embargo, el nuevo capitalismo, a diferencia del original de la revolución industrial que tenía una base productiva, y en consecuencia de generación de empresas y creación de puestos de trabajo, en la actualidad no tiene esas características, no es un capitalismo productivo –al modo industrial-, sino un capitalismo financiero puramente especulativo, que no produce, sólo especula, por lo que no necesita generar puestos de trabajo, ya que su misión es la de reproducirse por vía especulativa aprovechando la lograda interconexión de los mercados financieros en el ámbito internacional.
            Se ha creado, por tanto una especie de ingeniería financiera que diseña los circuitos más productivos al gran capital, a costa de las clases trabajadoras, pues la codicia es de tal alcance que no se repara en la justicia, y aún necesidad de atender las necesidades del resto de los seres humanos, para facilitarles el acceso a una vida digna que les dignifique como personas, a través de servicios públicos universales y gratuitos como los de la educación, la sanidad, etc.
            Pero lo que resulta más grave es que se imponen los intereses económicos del gran capital a los planteamientos políticos de los gobiernos nacionales, pues el control que se ejerce a través de la presión en organismos económicos internacionales (Banco Mundial, Foro Monetario Internacional, incluso dentro de las propias instituciones europeas) hace que los propósitos de los gobiernos nacionales se queden en “papel mojado”. Ejemplo de ello, lo tenemos en el mismo gobierno español –que pese a denominarse socialista- asume al dictado, y a contrapié, las órdenes de Bruselas sobre nuestra economía (tales como el incremento de los años de trabajo para jubilarse, o la pretendida reforma de los salarios unida a la productividad empresarial, en vez de a la elevación del IPC), o se reúne con la gran patronal para hacerse eco de sus posiciones, teniendo que escuchar el reproche político de algún banquero.
            También tenemos los dramáticos hechos de la intervención económica europea en Grecia, Irlanda, y presumiblemente en Portugal, con unas restricciones salariales y sociales auténticamente injustas, todo para salvar la moneda europea, ante un revés económico que no han creado los ciudadanos que tienen que pagar esta grave factura.
            Todo ello, nos lleva a la consideración de que el ámbito de la globalización está representando una nueva encrucijada del neocapitalismo de porte financiero, que junto con un progresivo empobrecimiento por pérdida de derechos sociales de la mayoría de las sociedades europeas, y una grave crisis en las clases trabajadoras del continente; conlleva además, un progresivo deterioro del sistema democrático –al que se le hurta gran parte de capacidad de decisión de su futuro, que pasa a manos de instancias europeas o globales-, y que evidencia una crisis de representatividad política, por desplazar los centros de soberanía incluso fuera de las fronteras nacionales, quedando inermes en manos de intereses extraños a los propios.
            De tal manera que, dada la situación hayamos de preguntarnos si estamos entrando con la crisis en un periodo abonado para protestas sociales y acciones revolucionarias, como se están dando en parte del mundo árabe. Pues en toda revolución se da con carácter previo la constatación de que el sistema político o de gobierno pierde poder por su incapacidad de resolver los problemas que aquejan a la ciudadanía, y por otra parte porque esta última hace públicas y manifiestas sus quejas y sus ansias de cambio. En el caso de nuestra sociedad, con más del 20% de paro, en un entorno europeo y global de crisis, parece claro que el sistema político nacional está mostrándose incapaz de resolver la problemática que nos afecta, teniendo que asumir las recetas extranjeras sobre la voluntad política y soberana de la nación. Si bien, por lo que respecta a la postrada ciudadanía española, no parece nada claro que quiera manifestar su disenso, que mientras así sea, se garantiza el statu quo político actual, burocratizado e ineficiente. Otra pregunta sería, ¿hasta cuándo aguantará el nivel de progresivo deterioro y la ausencia real de soluciones?.

domingo, 20 de marzo de 2011

LA DIALÉCTICA POLÍTICA DE LA “GUERRA JUSTA”



Bien les valdría a los políticos españoles aprender de la historia y la pragmática que presentan sus homólogos de otros países en lo que a cuestiones de Estado se refiere. Pues no todo vale para la disputa política, y todo lo que se refiere a seguridad interior y exterior del Estado no puede ni debe ser objeto de diatriba para el rédito electoral a corto plazo, pues eso no es sino un ejercicio desleal e irresponsable de la política.
Traigo el anterior comentario a referencia de la anunciada intervención militar española en la crisis Libia, en el marco de un mandato de Naciones Unidas, en que probablemente será interpretado por la oposición como una contradicción del gobierno socialista –que probablemente no esté exento de razón, pero no es el momento de sacarlo a relucir, precisamente por “cuestiones de Estado”-; como no lo fue tampoco, la algarada que en su día montaron los socialistas al gobierno de Aznar por la intervención en la Guerra de Irak –pese a que pudiera haber razones objetivas para ello-, pero cuando un país aborda una decisión de este tipo, ante el exterior ha de actuar con unidad, por el bien, la responsabilidad y el prestigio internacional del propio país.
Ciertamente, entonces como ahora, se articulará la fórmula de “intervención humanitaria” –que dada la lentitud con que la ONU ha tomado la decisión, fruto de intereses particulares de terceros países, puede que sea poco eficaz en el orden humanitario, pues el sátrapa libio ha acelerado las operaciones militares para arrasar la insurrección-.
La experiencia y la responsabilidad política deberían de ser suficiente para que gobierno y oposición dejaran de hacer política de desgaste con temas de esta naturaleza, o análogos, como los de terrorismo. Pues podemos recordar que tanto Felipe González, en su día tuvo que pechar con la I Guerra del Golfo, Aznar con la II Guerra del Golfo, y ahora Zapatero con la Intervención militar en Libia, ya que la razón de Estado, derivada de las obligaciones internacionales que se tienen que asumir entre los aliados, genera este tipo de decisiones políticas comprometidas. Y ello sin contar las numerosas “misiones de paz” de nuestro ejército en el extranjero, para mediar en conflictos armados, que incluso nos han generado víctimas propias. Pero, ya se sabe que “nobleza obliga”…
Ello no obstante, habría que analizar sobre la tradicional calificación de “guerra justa”, que suele adornarse de “intervención humanitaria”, pues ya desde las tesis del tradicional “derecho de gentes” sobre la guerra justa de los teólogos españoles Francisco Vitoria, Domingo de Soto, Luís de Molina, o Francisco Suárez, hay toda una tesis sobre la legitimación del uso de la fuerza, conocida como la “guerra justa” que podrían legitimar éticamente esta intervención, sin perjuicio de añadir los fundamentos jurídicos con el amparo del Derecho Internacional, al haber sido aprobada por la ONU ante un atropello de la ciudadanía con los ataques militares a objetivos civiles que el régimen de Gadafi no ha dudado en desencadenar, para cortar de raíz todo tipo de insurrección contra él y su peculiar sistema dictatorial de gobierno.
Además Gadafi desde que llegó al poder instauró una dictadura personal, incialmente vinculada al bloque de influencia socialista panarabista, que no dudó en dar cabida a terroristas, e incluso se cernió sobre él la sospecha del atentado de de Lokerbie en Escocia, en que dos miembros de la inteligencia libia fueron acusados de haber llevado a cabo el derribo del avión de la PAM, además de albergar en su territorio a la OLP en la época de activismo terrorista de este movimiento, que le generó el bombardeo del país como castigo por ello, y que le conllevó la consideración de “sátrapa internacional”. Ello no obstante, tras este castigo, y desaparecido el bloque soviético, Gadafi supo adaptarse a la situación, al tiempo que se fue desarrollando su posición de productor petrolífero, volviendo a ser acogido internacionalmente, con las naturales reservas que generaban su régimen y su persona.
Aunque aquí, como también ocurrió en los otros conflictos, también se tensiona la unidad de acción de la UE, pues no hay una posición única, ya que frente a la decisiva acción de Francia, acompañada por el apoyo británico y estadounidense, y el entusiasmo español, y el arrastre final de los italianos hacia la determinación militar, nos encontramos con las reticencias alemana y polaca, que asumen las posiciones próximas turca y rusa de no intervención en Libia. Hecho que pone de manifiesto que la UE, está aún muy lejos de sus objetivos de mostrarse como una Confederación de Estados con una política exterior común, lo que debilita su posición, y la reafirma una vez más como un “entente mercantil” y de intereses políticos.
En cualquier caso, asistimos una vez más a una intervención militar, so pretexto de razones humanitarias, que previsiblemente pondrá fin a un régimen dictatorial, personalista e histriónico, pero albergamos serias dudas de la efectiva renovación a un régimen democrático de corte occidental y justo, dada cuenta la experiencia en este tipo de acciones, que muchas veces se tornan interminables.

viernes, 18 de marzo de 2011

LA CONTROVERTIDA ENERGÍA NUCLEAR


              
           La energía nuclear es una de esas cosas que hace que el mito del progreso sea cuestionado, pues no todo progreso es benéfico; y en el caso de la energía nuclear, el progreso que representa su uso, en cuanto a beneficios, nos expone a un riesgo considerablemente grave, por excepcional que sea.
            Ciertamente son muchas las ventajas que ha aportado para la técnica, la industria, la economía y la salud, la energía nuclear, pero sin embargo, es patente que el grave riesgo que presenta, por sus trágicas y descomunales consecuencias, es algo también existente, por mucho que se trate de minimizar por las previsiones de seguridad que se establezcan. Pero siendo estas, obra humana, están sujetas a la imperfección, y en consecuencia el riesgo que representa no es totalmente descartable.
            Estos días, el mundo entero permanece atónito ante la tragedia de la central nuclear de Fukushima, consecuencia del terremoto y ulterior tsunami que padeció Japón. Años atrás fue la tragedia de Chernobyl, junto con múltiples incidentes habidos en centrales nucleares, las que pusieron de manifiesto el tremendo riesgo que se corre con este tipo de energía.
            Muchas y diversas han sido las manifestaciones de los partidarios y contrarios al uso generalizado de este tipo de energía, si bien el avance de la tecnología, y la necesidad de recursos energéticos de un mundo industrializado y consumista, han venido presentando la necesidad de recurrir a la energía nuclear, amparándose en los progresos técnicos para enfatizar la seguridad alcanzada en el uso de este tipo de instalaciones, que se nos ha presentado últimamente como muy seguras.
            Pero este accidente en Japón, viene a traer a primer plano de debate el necesario cuestionamiento de esta fuente de energía.  Ya no se trata de Chernobyl, central ucraniana, de la época soviética, de las primeras generaciones, con una tecnología antigua –en comparación con la actual- en un Estado desintegrado de la antigua URSS, que se estaba organizando, todo lo cual aparentaba dar una explicación de lo inexplicable. Sin embargo, ahora se trata de Japón, un país puntero en tecnología, económicamente de los de mayor riqueza y nivel de vida, con experiencia en este tipo de instalaciones, que no han fallado, sino que todo ha sido producto de un hecho natural como un terremoto, en un país que también ha llegado técnicamente a minimizar los efectos sísmicos. Por consiguiente, los argumentos de la falibilidad del factor humano, en Japón no ha tenido precisamente su encaje. Más bien, la demostración de la finitud humana frente a la acción de las fuerzas naturales, que jamás se llegan a controlar.
            Tal planteamiento, nos debe de dejar abierta siempre la puerta al riesgo probable, en nuestras tecnificadas sociedades. No llegando a ser desechable su aparición puramente accidental, como puede ser el riesgo de los accidentes aéreos, que pese a ser bajo, por la alta tecnificación de la industria aeronáutica actual, sin embargo cuando suceden tienen una considerable gravedad en sus consecuencias. Y sin embargo, nadie hoy día, se ha cuestionado prescindir de la navegación aérea en nuestro mundo.
            Ciertamente que las consecuencias de un desastre nuclear suelen ser muy superiores a las de una catástrofe aérea, pues aunque se pueda circunscribir a un menor número de personas, sin embargo los perniciosos efectos de las radiaciones y su permanencia temporal, hacen que los daños tengan una considerable gravedad, no del todo compatible con la vida.
            Así pues, en un mundo industrializado y consumista cada vez se necesitan más las fuentes de energía, especialmente por la limitación de las fuentes de energía tradicionales, e incluso por el costo que se va incrementando conforme crezca la demanda y baje el nivel de recursos; por tanto, si queremos mantener el nivel de vida actual, hemos de considerar el uso de este tipo de energía nuclear, al que habrá que buscarle soluciones técnicas a toda su problemática y peligrosidad, siendo conscientes del grave riesgo que corremos con ello. O por el contrario, asumimos –entre tanto no se descubran o se generalicen otras fuentes de energía más seguras y limpias, como las energías alternativas- que el plan energético nuclear ha de ir cediendo a favor de esas otras  energías más seguras.
            Por consiguiente, se hace necesario un debate mundial sobre el uso de la energía nuclear, su seguridad, su limitación y la generalización del uso de energías alternativas más seguras y limpias, que nos lleven a un consenso sobre un nuevo plan energético. Algo en que no valen las soluciones unilaterales, pues ya vemos el alcance planetario que puede tener un accidente nuclear en cualquier país.
            Pese a todo, hay que ser consciente de los importantes intereses económicos que giran en torno a este tipo de decisiones, por lo que es importante poder apreciar la información que se difunda, su objetividad, y su nivel científico de conocimiento que nos pueda llevar a una consideración real de la verdadera situación, para que finalmente, sean las sociedades las que decidan su futuro, en el contexto internacional que precisa este tipo de determinación por la opción energética más conveniente.

domingo, 13 de marzo de 2011

¿UN RENACIMIENTO MARROQUÍ?


               
             Esta semana se ha anunciado la intención del Rey Mohamed VI de Marruecos de llevar a cabo una reforma política que lleve a su país a una apertura democrática, algo que por lo demás ha sido solicitado por la oposición política alauí, y que parece va a ser una realidad.
            No dudamos que los conflictos habidos en otros países norteafricanos hayan podido influir en el Rey en este anuncio de reformas, pues aunque la situación política y social en Marruecos no es idéntica a las de Tunez, Libia o Egipto, como de hecho diferente por escasa ha sido la protesta que se convocó en Marruecos por efecto contagio de sus vecinos. Pues no en vano, así como en los otros países se ha dado de facto unos regímenes dictatoriales, en el país alauí su régimen político ha podido mantener rasgos autoritarios pero no propiamente dictatoriales, así su peculiar régimen político ha llegado a incorporar la participación local o tribal, e incluso han estado trabajando sobre un sistema de descentralización administrativa provincial. Todo lo cual pone de manifiesto la evolución del régimen marroquí hacia la modernidad, en consonancia con la evolución social y económica que también va dándose en el país magrebí, que también iban determinando un camino hacia la progresiva apertura política como la que ha anunciado el rey Mohamed VI.
            Por otro lado, Marruecos con cerca de cuatro millones de personas en situación de emigración, especialmente en Francia, España e Italia, ha tenido una válvula social de salida en momentos de difícil estancamiento económico, que al mismo tiempo han sido también heraldos de la cultura europea, en la que han vivido e incluso formado intelectualmente, asimilando las formas democráticas de participación de los diferentes países de destino, que de igual forma han reportado a su vuelta a Marruecos, esas nuevas generaciones marroquíes extraordinariamente formadas respecto a sus antecesores, son el presente y el futuro de su país, que actualmente también es destino de no pocas empresas de países vecinos como España o Francia, con importantes intereses económicos y culturales en el país alauita.
            De igual manera, su especial vinculación con la UE instrumentado a través de un acuerdo preferente, que le permiten la colocación de su producción agraria en mercados comunitarios europeos de forma privilegiada; su tradicional vinculación a EEUU, que le hace un aliado especial en el norte de África; su posible vinculación comercial con Canadá; y sus excepcionales relaciones comerciales y culturales con Francia y España, esta última con particulares intereses económicos y comerciales, hacen de Marruecos un país en excepcionales condiciones de crecimiento (de hecho el producto interior no agrario marroquí ha crecido un 4,4%), en el que la anunciada reforma política ayudará a generar mayor confianza interna y externa.
            Por consiguiente, España tiene la ocasión y la obligación histórica de reconocer esta situación y mejorar las relaciones bilaterales con nuestro vecino marroquí, el cual respetando la génesis histórica de su país, y de la participación española en el mismo, más allá de los desencuentros, fomenten de consuno un mejor entendimiento y colaboración en todo aquello que une a ambos países, no debiendo ser impedimento los enclaves de soberanía española de Ceuta y Melilla para Marruecos, como no debe de serlo para España el trato especial que reciben los productos agrarios marroquíes en la UE, donde España puede ser un buen aliado de Marruecos en el conjunto de sus intereses, al tiempo que Marruecos puede facilitar los intereses pesqueros españoles, y de cualquier otro orden que pudiera darse en ese reencuentro de nuestros dos países.
            Pero para dicho logro, también las sociedad civil de uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar, han de colaborar con su mutuo acercamiento, conocimiento y comprensión de su diversidad. Pues se suele precaver sobre lo desconocido. Mientras que la comunidad marroquí en España, como la española en Marruecos, se ha de sentir progresivamente acogida y plenamente integrada en sus respectivos ámbitos territoriales y culturales, dado que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y las relaciones de buena vecindad son del todo punto convenientes y necesarias.
            A este último fin, habrían de contribuir ambas sociedades a darse a conocer, generar lugares de encuentro culturales y mercantiles, y desde luego abandonar los viejos tópicos que en modo alguno responden a la realidad española y marroquí del siglo XXI.