domingo, 28 de abril de 2013

EL FRACASO DE LAS CONTUMACES POLÍTICAS ECONÓMICAS EN ESPAÑA



La última Encuesta de Población Activa (EPA) ha sido dramática, más de seis millones de parados en España, ponen la situación económica, política y social al límite de su resistencia. Y algunas declaraciones gubernamentales (en el sentido de que no habrá recuperación económica en España hasta el año 2016) siembran la desesperanza colectiva, y llaman a una seria y profunda reflexión política.
Hasta ahora se nos ha estado diciendo (por parte de los gobiernos del PSOE y del PP) que la situación económica de la crisis era la determinante, al extremo que se han sometido todos los demás resortes de gobierno a la economía (la política ha pasado a ser un sucedáneo de la actividad de los mercados), pues en definitiva son los mercados los que están imponiendo la agenda política, y no al revés. Tal hecho, considero que es el primer error en el que han caído nuestros dirigentes políticos.
Ciertamente, la economía condiciona la acción política, es verdad. Pero no se puede admitir que sean los agentes económicos (los indeterminados “mercados”) los que gobiernen, los que marquen el rumbo político de nuestro país. Sí, digo bien, “el rumbo político” del país.
De hecho se nos ha obligado a una urgentísima rectificación constitucional (sobre el límite de gasto público), se han recortado derechos sociales consolidados durante años de negociación colectiva (precisamente, este modo de negociación también se está restringiendo), se ha realizado a toda urgencia una reforma laboral que sólo ha servido para abaratar el despido, y por ello indirectamente fomentarlo, se están cambiando los resortes sociales en general con drásticas disminuciones, ampliando las edades de activo y limitando al extremo la edad de jubilación, etc., etc. Y aun así, superamos la histórica cifra de los seis millones de parados.
Además, de forma impúdica se nos dice en medios de comunicación progubernamentales que el gobierno está preparando reformas para contentar a Bruselas y a Merkel. Luego la pregunta surge de inmediato, ¿para quién gobierna el ejecutivo español?, ¿para satisfacer a Bruselas y/o Berlín, o a los españoles?, ¿dónde radica la soberanía nacional?, ¿quién ha votado esta conformación de gobierno?. Rajoy parece un “administrador colonial” que tiene que rendir cuentas a la metrópoli. Donde no prima el interés de los parados, sino el pago de la deuda a la banca alemana, caiga quien caiga, y por encima de todo. ¡Se nos embarga el presente, y también el futoro!.
Si esa es la realidad. Y parece que lo es. Los españoles hemos perdido soberanía nacional, derechos sociales, económicos, y desde luego el control de nuestra vida en común.
Si el día a día, me lo marca Bruselas o Berlín, realmente soy un súbdito de un protectorado cuya metrópoli es Bruselas y/o Berlín. ¡Esto es muy grave….!. Especialmente porque se ha llegado a esta situación por vía de la torpeza política (de unos y otros gobiernos) que ha confiado nuestro destino en una utopía europea que se presentaba como “la tierra de promisión”, que nos daba el “maná” para que llegáramos al “paraíso europeo” (de bienestar, de trabajo, de derechos y libertades, etc.), mientras ese “maná” era como el maíz que “engorda al gallinero”, que finalmente acaba en el “sacrificio” e inmolación por y para el “amo”.
Una vez más se ha mostrado falso e interesado el filantrópico y fraternal abrazo europeo, pues en el caso presente –como en cualquier orden de la vida-, “tanto tienes, tanto vales..”. Y así ha pasado, hemos valido mientras hemos comprado productos alemanes, holandeses, e incluso franceses (previas condiciones de duro ajuste económico: eliminación de barcos de pesca, de cabaña vacuna, de olivos, etc.); ahora que no tenemos para mantener ese nivel de compra, sobramos de la “fraternal unión” (pero antes hemos de devolver el dinero que nos prestaron, de ahí las durísimas condiciones económicas que nos imponen), aunque si nos portamos bien, quizá podríamos seguir.
Claro, ante esta situación en que hemos sido unos “bisoños”, se hace necesaria una clara y profunda reflexión (sin filias ni fobias europeístas), sino la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad. ¿Nos conviene seguir en Europa?. Especialmente en esta Europa insolidaria de dominio teutón, que montada con los “piés” (como supuesta Federación o Confederación de Estados) no ha sido capaz de solventar la primera crisis seria a la que se ha tenido que enfrentar, y donde cada uno ha ido a lo suyo.
¿Podemos seguir confiando en esta UE a la que le hemos entregado parte de nuestra soberanía, como la política monetaria que es vital para tomar rumbo de salida de la crisis?. ¿Cuáles son las alternativas?. ¿No sería mejor recobrar la soberanía monetaria y adoptar políticas monetarias anticrisis con urgencia, en vez de esperar a ver lo que le interesa a Merkel y a su partido?.
Además, puestos a recortar ¿por qué nadie señala como objetivo de los recortes de gasto público todo el que se deriva de la UE (eurodiputados, organismos, oficinas, dispositivos europeos en que participe España), en vez de recortar en la sanidad o educación pública de los españoles?.
Quizá lo fácil sea dejarse llevar, como hizo Zapatero, y está repitiendo Rajoy. Lo auténticamente audaz, y quizá razonable, sea empezar a “cuestionar lo incuestionable”, cambiar el rumbo, y que la voluntad de los españoles se imponga a la de los mercados, mercaderes y potencias extranjeras. El drama del paro tiene ya dimensiones de catástrofe nacional y urgen una respuesta gubernamental, antes de que la calle tome la iniciativa.
Y desde luego, eso de contemplar la “caída de la hoja” (el incremento progresivo del paro, y la destrucción de tejido productivo) hasta 2016 que no se le vuelva a ocurrir a ningún político, salvo que se quiera despedir de su oficio. No es digno, no es de recibo, y no es patriótico.
Hay urgencia para salir de esta situación, sea como sea. Acaso este tipo de reflexión, o análoga habría de estar planteándose ya en el mundo del “trabajo”, en los sindicatos, con ocasión de la próxima fecha del 1º de Mayo.

domingo, 7 de abril de 2013

EL SINDICALISMO EN LA ERA ACTUAL



El sindicalismo como herramienta de defensa del derecho de los trabajadores /parados es fundamental, pues en una sociedad demoliberal si no se organizan los grupos en defensa de sus intereses, estos no lograrán jamás sus objetivos. Item más, hemos de reconocer que en la situación actual de auténtico embate al Estado del Bienestar –aprovechando la grave crisis que padecemos- se han abierto todas las posibilidades, pues lo que antes estaba prácticamente seguro e intocable, en la actualidad la perentoriedad de lo existente es tan fugaz como la propia existencia humana.
Por consiguiente, si en algún momento los sindicatos fueron necesarios –en plena revolución industrial- para lograr el paso de una situación de esclavitud de los obreros ante un capitalismo que los trataba como pura mercancía, en el momento histórico presente de neocapitalismo financiero global más especulativo y transfronterizo, es una urgente necesidad que los sindicatos se refuercen pues son el último valladar del neoliberalismo militante que está desarmando el Estado Social – el Estado del Bienestar- so pretexto de que no podemos pagarlo. Cuando deberían decir, que no quieren costearlo que sería lo más correcto, en un gesto de insolidaridad y egoísmo individualista que les caracteriza.
Tal es así que uno de los principales objetivos para desmontar el Estado Social –definido así por nuestra Constitución- sea el ataque sistemático y permanente a las organizaciones sindicales. Y esto los trabajadores hemos de tenerlo claro para no entrar en la envolvente maniobra que pasa por desprestigiarles para deslegitimarles restándoles apoyo social, y con ello, el camino se les queda libre para el derribo planeado del Estado del Bienestar, que so pretexto económico, y echándole la culpa a Bruselas, ya ha comenzado de forma ambigua y hasta políticamente vergonzante, con la privatización de la sanidad y de la educación, y con la pretensión de reducción del Estado, que no del número de cargos públicos de origen político en nómina en los distintos estratos del mismo.
Las denuncias de la baja afiliación sindical es uno de sus argumentos, como también lo son otros en que se trata de mezclarles con casos de corrupción (en el que se ha podido ver implicado algún sindicalista poco ejemplar, pero “una golondrina no hace verano”),  como el caso de que reciban subvenciones como también las reciben otras instituciones como los Partidos Políticos, y hasta la Patronal (a los que apenas se les reprocha tal hecho), y por tanto no dejan de ser críticas que tienen su correspondientes respuestas –gusten más o menos a la sociedad-, pero que tienen su explicación, como también la ha dado CCOO recientemente en la acusación de cobro por su intervención en los procedimientos de regulación de empleo colectivos, haciendo referencia a la gratuidad por su intervención a sus afiliados, y el cobro correspondiente a los no afiliados por unas asistencias jurídico-económicas en tales procedimientos, por las que cobran los servicios jurídicos y económicos de profesionales que han realizado su trabajo.
Aun así, los sindicatos harían bien, en hacer su propia autocrítica y reflexionar sobre los cambios que también a ellos les conciernen. Acaso sea el momento de replantearse el modelo de sindicalismo institucional (que conlleva importantes costes de mantenimiento) y pasar a un sindicalismo de representación y participación (mantenido por las cuotas de los propios afiliados), como también habrán de renunciar a la generalizada situación de créditos horarios de los representantes sindicales –para que compartiendo estos el trabajo con sus compañeros, estos se sientan más atendidos y tengan menos sospechas sobre la dedicación de sus compañeros liberados, salvo en casos extremadamente necesarios y justificados-, volviendo así a la representación sindical por convicción más que por conveniencia, que de ejemplo de cercanía, de renuncia a privilegios y de las servidumbres que finalmente acaban por convertirse las subvenciones públicas.
Por consiguiente, si los sindicatos mayoritarios reflexionan con rapidez y asumen los cambios que demandan los nuevos tiempos, pronto recuperarán el liderazgo que tuvieron en la Transición democrática, que se le está cuestionando  con interesados argumentos que sólo benefician al cambio político que se está imponiendo desde el gran capital, aclamado por la prensa de su entorno (tertulias televisivas del  “TDT party” incluidas) que generan un ambiente resonante propicio a los fines perseguidos, apelando a que los trabajadores vayan tirando por la borda las mochilas –que consideran molestas- so pretexto de evitar así el inexorable naufragio que ellos mismos han atraído, pero que son para el trabajador los derechos conseguidos en toda su vida, que ve cómo se esfuman, entre tanto los grandes capitales entran y salen del País a conveniencia atraídos por las ofertas del mejor postor y mayor beneficio que se le anuncia por una y otra latitud lejos de España, ante la pasividad de un gobierno que sólo mira a Berlín para rendirle cuentas.