lunes, 28 de septiembre de 2015

EL INDEPENDENTISMO CATALÁN FRACTURA LA SOCIEDAD CATALANA Y TENSIONA LA ESPAÑOLA


        Llegó el día anunciado por el gobierno catalán para la celebración de elecciones autonómicas, aunque el secesionismo catalanista lo planteó como plebiscito encubierto, y tras una escalada emocional ha votado más del 70% del censo, con el triunfo por escaños de los partidos secesionistas, en tanto en cómputo de voto individual el secesionismo apenas pasa el 47%, frente a algo más del 52% del voto constitucionalista.
        Una innecesaria tensión social que no logra sus objetivos políticos, en términos de legalidad internacional (dado que como plebiscito no logró la mayoría del voto de los ciudadanos catalanes), por tanto, con ese resultado aún escaso no parece razonable lanzar la operación secesionista pues se aleja de los parámetros convencionales de reconocimiento de una voluntad decidida de independencia, lo que hace improbable cualquier eco de apoyo internacional de la aventura catalana en su actual confección, por lo que no se explica la falta de entereza política y altura de miras de los líderes secesionistas catalanes ocultando su falta de triunfo plebiscitario y apostando por mantener la aventura separatista, lo cual contrasta con la actitud de los líderes secesionistas escoceses ante el referéndum del pasado año sobre la independencia escocesa, que ante unos resultados análogos (55% de voto en contra) reconocieron la negativa del pueblo escocés a seguir el proyecto cesesionista.
        Pero al propio tiempo, como unas elecciones autonómicas –que es lo que formalmente eran-, la conformación de un gobierno con 62 escaños a la coalición Juntos por el Sí (de CDC y ERC) –que por sí sola no logra la mayoría absoluta (68 escaños)- supone un notable retroceso de ambas fuerzas políticas que se ven en la obligación de recurrir al apoyo de la CUP (que ha logrado 10 escaños) que le impone de entrada unas condiciones de gobierno extremas: rechazando a Más como presidente y proponiendo la desobediencia civil catalana ya, lo cual radicaliza la política hasta niveles prácticos de insoportabilidad de los hipotéticos socios de gobierno, pues CDC tradicionalmente es una opción política de derechas catalanista en tanto que ERC lo es de izquierdas y la CUP de posiciones anarco-comunistas, cuyo común denominador sólo parece ser la fuga de España.
        Por otra parte, Arthur Más ha cavado su fosa política, pues con su derrotero secesionista como única propuesta pública en el ejecutivo de la Generalidad ha fracturado la vieja coalición de CIU (CDC y UDC), caído en votos – muchos de los cuales parece que han recalado en las aguas de C´s, como voto útil moderado de centro derecha, que junto con la fuga de votos del PP, parecen explicar el súbito ascenso de la formación de Rivera-.
        Pero también cabe leer de los resultados el descalabro del PP catalán, que con su política de confrontación centro – periferia ha colaborado a tensionar inadecuadamente la convivencia y la política catalana, en vez de buscar acercamientos en forma de diálogo, paciencia y soluciones ingeniosas (como las que se dieron en la época de la transición política española, que determinaron los logros de la misma), sobre todo ante la constatación de que un importante sector de la ciudadanía catalana no se encuentra a gusto en los actuales términos en que se está derivando la relación de gobierno territorial.
        Acaso esa haya de ser la gran lección de las urnas, en el sentido que pese al abultado apoyo de las tesis independentistas, aún no son suficientes, dado que hay una mayoría de catalanes que quieren seguir siendo españoles, y por consiguiente no hay una justificación que legitime democrática y moralmente ninguna aventura secesionista a día de hoy; pero ello no debe plantearse en términos de derrota (que tampoco lo es, dado el alto índice de apoyo secesionista), sino en términos de un replanteamiento de la cuestión, de buscar fórmulas convergentes que refuercen los niveles de autonomía política e identidad cultural y nacional, pero que también generen profundos lazos cooperativos de integración, pues la vertebración cooperativa entre Cataluña y el resto de España favorece a ambas, en una Europa Unida a la que concurrir juntos para tener mayor influencia en las decisiones de la misma.

        En este punto, parece que se hace necesario retomar puentes de contacto, diálogo, con el posible relevo de los interlocutores que se descalificaron e ignoraron mutuamente, para poder avanzar con nuevos actores en el camino de un encuentro, que posiblemente haya de llevar a la reforma del Título VIII de la Constitución, e incluso como apunta el PSOE –que pese a las dificultades se ha mantenido en Cataluña- a través de fórmulas federalistas que faciliten una mejor amortiguación en las fricciones del poder político periférico y el poder político central, propias del lance político ordinario. Todo ello antes que el inmovilismo arrogante y frentista que hace más secesionistas catalanes que el propio discurso de los líderes separatistas, y si alguien tiene alguna duda sólo basta repasar los resultados electorales de la última década. 

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