sábado, 15 de octubre de 2011

DURAN Y LLEIDA, UN DEMOCRISTIANO ATÍPICO



El político catalanista de CiU, José Antonio Durán y Lérida (o Josep Antoni Durán y Lleida –para los catalanoparlantes-) en el fragor del discurso político, resbaló –metafóricamente hablando- al mostrar su crítica a los trabajadores andaluces perceptores del PER (plan de empleo rural) a los que atribuyó una supuesta holganza, al afirmar que cobran los subsidios del PER y se lo gastan en las tabernas.
Durán cayó en el injusto tópico que se extendió sobre el campesinado andaluz – o por extensión, el campesinado del sur-, a los que es fácil criticar con la “faltriquera llena” de vagancia. Pero tal crítica es sumamente injusta, pues quienes así obran tendrían que tener la experiencia de tener un infraempleo, que no les da para vivir, para mantener dignamente a su familia. Tendrían que saber lo que es trabajar en el campo –con sol, calor en verano, frío en invierno, lluvia, viento, etc.-; la dureza de ese trabajo, lo mal pagado y considerado que está. Y sobre todo, la inseguridad de empleo de los trabajadores de ese sector. Que por otra parte es básico para la economía española, como para cualquier otra economía.
Claro que parece que esa no es la experiencia del Sr. Durán. Por tanto no es justo que la imagine para elaborar una fácil e injusta crítica. Que además no contribuye a la convivencia nacional, por sembrar la especie de un supuesto aprovechamiento del campesinado del PER sobre el resto de la sociedad supuestamente productiva. ¡Ese juego es peligroso…!.
De esa manera se contribuye a un estereotipo inveraz de trabajadores, según sectores productivos, y ubicación geográfica. Algo que podrá convenirle al populismo catalanista, en un electoralismo desleal; pero que no responde a la verdad, ni contribuye a la convivencia entre los ciudadanos y territorios de España. Aunque casualmente no haga mención a las subvenciones públicas que se han llevado sectores productivos catalanes como el del automóvil, o el textil.
Además, parece mentira que Durán –confeso democristiano- no se haya parado a reflexionar sobre el contenido social de la doctrina social de la Iglesia, que parece no seguir. Pues esta no distingue diferencias en trabajadores y trabajos por razón de su ubicación, y además entiende las injusticias del desempleo o del subempleo, para lo que insta a razones de justicia social –que necesariamente conlleva actitudes solidarias, que Durán parece obviar-. Y lo peor para un democristiano –que deberá de ser cristiano- es la desconsideración del prójimo al que no le van bien las cosas, por darle un tratamiento de vagancia. Algo más propio de la moral calvinista de porte capitalista, que de un democristiano de raíz católica.
Por consiguiente, haría bien Duran en pedir perdón –ideal gesto de humildad, rectificación, y reconciliación, en el que todo cristiano ha de estar ejercitado- a los que se hayan sentido ofendidos por su palabras, que realmente fueron injustas e inadecuadas. Pero, una vez más, la condición humana, con su tendencia egolátrica ensoberbecida, de creerse en posesión de la verdad, puede que sea un gran obstáculo para la rectificación y la justa petición de perdón.
De forma que haría bien la Comunidad cristiana catalana a la que pertenezca este democristiano catalanista en recordarle sus deberes morales para con la comunidad, y sobre todo en obligarle a formarse mejor, al menos si quiere seguir postulándose como democristiano –de creer de verdad en el cristianismo-, pues de lo contrario, harían bien en quitarse el apellido democristiano –por pura coherencia ideológica-, pues de esta forma parecen aparentar lo que probablemente no sean.

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