sábado, 29 de octubre de 2011

FRACASO DE LA CUMBRE IBEROAMERICANA


La celebración de una nueva edición de la Cumbre Iberoamericana con la ausencia de la mitad de los Jefes de Estado de los países concurrentes, se nos antoja de entrada un fracaso de la misma, por cuanto muestra un desinterés o un interés escaso por lo que se pueda llegar a tratar en dicha cumbre internacional.
En estos casos de ausencias numerosas, no cabe otra que señalar la responsabilidad de la escasa convocatoria al encargado o encargados de su organización, en este caso a su Secretario General, el economista uruguayo de origen español, Enrique Iglesias; no pudiendo exonerar tampoco a la diplomacia española, en concreto a la Ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, que debió de tutelar e impulsar este importante foro para los intereses españoles, y que sin embargo, no parece que haya sido así.
Iberoamérica es una zona en la que España tiene grandes intereses, y debería de atender con mayor celo que el mostrado últimamente, pues además de su histórica vinculación con nuestro país, resulta que tradicionalmente España ha sido un buen aliado y mediador en la problemática que han tenido los países sudamericanos tras su independencia. Y ya que España no tuvo el pragmático talento británico con su peculiar construcción de la Commonwealth, aún está a tiempo de propulsar una especial vinculación económica de carácter multilateral, vía Mercosur, o mediante procedimiento análogo que genere una especie de Mercado Común Iberoamericano, que podría tener ventajosos efectos económicos para todos sus miembros, a uno y otro lado del Atlántico.
Sin embargo, España encandilada por el “brillo europeo”, en cierto modo dio la espalda a Sudamérica, al entregarse decididamente a Bruselas; aunque afortunadamente nunca se abandonaron los vínculos y buenas relaciones diplomáticas –salvo puntuales excepciones-, que han posibilitado una excelente implantación de empresas españolas en aquellas tierras.
Pero hoy día, en que la crisis económica afecta a Europa de forma profunda, y las fisuras de la UE se hacen cada vez más patentes –por intereses nacionales-, quizá sea el momento óptimo de volver a fijar rumbo hacia América, especialmente hacia una Iberoamérica en la que culturalmente encajamos, y en la que económicamente –en virtud del crecimiento económico anual por encima del 15%, en algunos de estos países- hace que las sinergias económicas y políticas apunten a un reforzamiento de los lazos. Algo que ya llegó a anunciar Felipe González hace no mucho.
Por lo cual, se entienden aún menos esas clamorosas y numerosas ausencias de líderes sudamericanos, que bien podrían estar interesados en ese reforzamiento. Pero especialmente torpe, se nos antoja la acción diplomática española, no fijando este posible nuevo rumbo, y no trabajando en preparar una Cumbre auténticamente interesante, generadora de beneficios mutuos, con una hoja de ruta estable de trabajo conjunto, más allá de las buenas intenciones y declaraciones típicas y tópicas de rigor. En la que ya no parece que estén interesados la mayoría de ellos.
Ante este clamoroso fracaso, y falta de vistas por parte de nuestro Gobierno, esperemos que el nuevo Ejecutivo que salga de las urnas recientemente, se posicione de forma más definida ante este sector de países entre los que tenemos mucho en común.

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