sábado, 6 de junio de 2009

LA CUESTIÓN NUCLEAR A DEBATE


Asistimos a un cierre de campaña electoral al parlamento de la UE, con un paupérrimo debate sobre cuestiones de fondo e interés público para la ciudadanía, pues más allá de las habituales tópicos y descalificaciones, nos quedamos sin conocer el planteamiento de los grandes grupos políticos en temas tan importantes como el proyecto de la UE (la cesión de soberanía nacional a favor de la Unión), las grandes líneas de la política económica y social (en plena crisis económica), el debate sobre la inmigración, o la reestructuración económica de los países de la Unión, y por su puesto, el modelo enérgético que se postula, pues países industrializados de la UE, como Francia han apostado decididamente por la energía nuclear, frente a un importante sector de población de la Unión que rechaza este tipo de energía.
En particular, este último debate sobre el modelo energético ha de hacerse también en España, pues más allá de los tópicos a favor o en contra de este tipo de energía, hemos de considerar la sostenibilidad de nuestro modelo energético y de consumo, y en su consecuencia abrir un amplio debate con aportaciones de técnicos, Instituciones públicas, interlocutores sociales, y la propia ciudadanía sobre la determinación del modelo energético a seguir en los próximos años, pues de lo contrario los acontecimientos tomarán la delantera y los grupos de presión más influyentes serán los que decidan por todos en una cuestión tan compleja como es el uso de la energía nuclear para fines civiles.
Actualmente en España existen 7 centrales nucleares (que contienen, en su conjunto, 9 reactores nucleares) destinadas a la producción de energía eléctrica, dándose el caso que algunas de ellas cumplen su plazo de rendimiento inicialmente autorizado de 30 años, quedando pendientes de una autorización de moratoria, para que sigan funcionando, como resulta ser el caso de Garoña en Burgos, cuya prórroga se dice que está ya decidida por el Gobierno, y que tras las elecciones europeas se dará a conocer, con el objeto que no interfiera en plena campaña electoral.
Naturalmente este hecho tiene una importancia singular, puesto que supone mantener un mensaje de ambigüedad respecto de la política nuclear, ya que de proclamar la negativa a la incorporación de esta energía, sin embargo, las necesidades de producción de energía eléctrica determinan que se tengan que adoptar decisiones “salomónicas” como la de las prórrogas de las centrales que cumplen su vida operativa, con el fin de mitigar posibles subidas de precios de la electricidad, por uso de otras energías más caras, o por importación de la misma, de nuestra vecina Francia que sin embargo tiene operativas unas 50 centrales nucleares.
Es cierto que se trata de un tipo de energía muy peligrosa, de consecuencias letales imprevisibles, y con una duración activa inconmensurable, de la que tenemos el recuerdo del desastre nuclear de Chernobyl, y otros graves incidentes ocurridos en otros países como EEUU, o incluso España, con el último incidente de Ascó que le ha supuesto una grave sanción.
Pero no es menos cierto, que nuestro nivel de vida, sumidos en una vorágine consumista, nos lleva a tener que plantearnos el uso de este tipo de energía si queremos mantener el actual nivel de vida de alto consumo. O por el contrario, lo que deberíamos de plantearnos es precisamente este insostenible, e innecesario nivel de vida consumista, y optar por energías alternativas más ecológicas y seguras. Para lo cual, habríamos de ser informados –toda la ciudadanía, pues a todos nos va en ello- de las ventajas e inconvenientes de apostar por la energía nuclear, incluidos sus altos e incontrolables riesgos, y si los preferimos antes que dejar de consumir tan vorazmente, o por el contrario preferimos pagarle el servicio a nuestros vecinos franceses –hecho que no nos exime de riesgo real, pues como vimos en Chernobyl este tipo de accidentes no conoce fronteras-.
En cualquier caso, tan legítima sería una apuesta pública por la energía nuclear como su rechazo, e igualmente de acertada o equivocada una u otra postura, salvo que vaya con la asunción de un determinado nivel de vida y riesgo, o en su caso de limitación de este. Pero abrir este debate resulta claramente necesario.
Por el contrario, lo que no nos parece de recibo es la “política de avestruz” de negar la mayor –prohibiendo la construcción de nuevas centrales nucleares-, pero autorizar vergonzantemente la prórroga de las viejas –con el incremento de riesgo potencial que se asume, por ser instalaciones ya usadas que deberían ser dadas de baja-, hurtándole al pueblo español el debate abierto y objetivo de la cuestión. Algo que recuerdo a aquel lema de “OTAN de entrada No”, de tan infausto recuerdo incluso para sus postuladores, uno de cuyos personajes más destacados acabó poniéndose al frente de esta Institución Militar durante años, con intervención en conflictos armados.
Siendo así, que hubiera sido de desear un claro posicionamiento de los grandes partidos políticos en esta campaña electoral, con la asunción de un compromiso público, dejando claro que ninguna opción es en sí misma totalmente buena, ni totalmente mala, pues conlleva beneficios y perjuicios a la vez, si bien, supone necesariamente una u otra opción, una toma de postura ante el futuro del país, pues el progreso no siempre hay que entenderlo desde el punto de vista técnico.

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